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Maestros de todo, aprendices de nada

Siempre habrá maestros y aprendices, jefes y subordinados, curiosos y chafarderos, trabajadores y gandules. Pero −eso también, y si queremos− todos podemos ser útiles y triunfadores; solo basta que queramos.

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Estos días estoy de técnicos. Después de la visita del caco que te conté la semana pasada, he de volver a poner mi casa en orden. Así, agarrado a la Providencia de Dios y de paseo por otras maneras de ver la vida y el mundo sin salir de casa, aprovecho para contactar de corazón a corazón, intentando llegar al alma de los que me visitan o transitan por mi vida, tanto cuando me vienen como cuando voy yo y transito yo por sus hogares y comercios. Fíjate, hermano, mi hermana del alma, que te cuento lo que a todos nos gustaría que nos contaran a nosotros. “Como queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo de igual manera con ellos”, avisa Jesús (Lc 6,31).

No es de ahora que tengo técnicos y tenderos y empresarios que me desilusionan. Llevo muchos años que encuentro a faltar esa conexión corazón-corazón, pues la gente no está hoy para pamplinas. Es por eso que no es fácil conectar, ni que quieras, ni que lo intentes, por bien que lo hagas. Si uno no quiere, dos no tiran. Ya puedes ser llano y accesible, ponerte en el lugar del otro, halagar su ego, suavizar tu trato, dulcificar tu mirada, que es imposible derribar la Gran Muralla China. Levantan un muro, y ahí se tumbal al sol de sí mismos.

Aprender, aprende quien quiere

Me ha venido dos días consecutivos un aprendiz de nada. Un niñato guaperas mimado de veinte y pocos años mal aprovechados o decididamente malversados. ¿Adónde puede llegar una piltrafa así? Porque te diré que aprender, aprende quien quiere aprender, como amar, ama quien quiere amar. Si no quieres, ni amas ni aprendes, porque no aprendes lo que no amas, ni nunca podrás amar aquello que no has aprendido. Pues me ha venido un pobre desgraciado que no parece enfermo, sino ególatra. O quizás llegue a ser eso de lo que muchos hoy se enorgullecen en redes: “Soy sociópata”, te propinan con toda su jeta.

¿Quieres que te describa al aprendiz de nada? Entra en tu casa y va directo a revolverlo todo “a su manera”, esparciendo sus enseres, cajas y herramientas por donde va pasando. Y cuando, para rebatir sus normas de “yo-aquí-hago-lo-que-me-da-la-gana”, le dices con el mejor tono y las mejores de tus palabras dónde puede dejar sus cosas y dónde no, te mira vagamente sin contactarte los ojos que parece que te vomita encima, y cabreado se enmienda eludiendo todo contacto visual. Cuando le preguntas algo, funfurruña: “Sí”, pero ni una palabra más, le preguntes lo que le preguntes; tanto, que ni sabe articularte correctamente su nombre. Una máquina tragaperras reacciona, pero él, ni eso.

El aprendiz de nada va apoyándose en las paredes, en los muebles, en tu cama, se sienta en el suelo como Pedro en su casa… ¡casi parece que se tumbaría en cada esquina! De las tres horas que está en tu casa con su maestro oficial, más de dos se las pasa el aprendiz de nada mirando su móvil con cara de asco. No sé qué haría, si ir pasando tuits o jugando a naipes o mirando pelotas de las que se despelotan solo por sentir que llaman la atención. No sé qué hacía, pero de todo menos aprender de su maestro el técnico oficial.

¿Qué es lo que nos deparará el futuro? ¡No me extraña que luego vengan y digan que la inteligencia artificial sustituirá casi todos los empleos! ¡Si no hay nadie (perdón, casi nadie) que trabaje bien! ¡Si nadie (perdón, casi nadie) siente ya ganas de aprender algo que no le resulte pasatiempo! ¿Será por eso que ahora quieren implantar el juego en las clases de la universidad?

Y te cuento otra. Mi vecino está dándole al porro a todas horas, sin hacer nada en todo el día que no sea ver la tele o mirarse esa red social actualmente llamada X y que empieza a alejarse de la tontería que llenaba el antiguo Twitter. Ciertamente, pienso que Elon Musk está consiguiendo convertirlo en una fábrica de contenido, pues cada día hay menos contenido irrelevante, hasta el punto de enganchar a quien antes se resistía a ser enganchado. Y mi vecino ¿a quién se engancha? ¿Conseguirá X seducirlo y dejará el porro, o seguirá esparciendo sus olores por el vestíbulo y llenándome mi canal olfativo y mi pituitaria de su humo estupefaciente? ¿Tengo derecho a ponerle una denuncia? ¿Y si me engancha él a mí? Luego, esos lo que quieren es cobrar como el presidente de la compañía (eso, los que tienen “compañía”).

Con clases y sin clases

Por eso, digan lo que digan, siempre habrá clases, de un tipo o de otro: llámale clase, llámale estamento, llámale gremio… llámale lo que se te ocurra, que será mejor pensar que acertamos en algo que nos distinga para no caer en la malicia de la masa en la cual nos estamos convirtiendo, lo cual no quiere decir que ya no tengamos clases, sino más bien que hay un intento de creación de una cúpula dirigente sobre el rebaño de incultos que por mamar, maman hasta de la cabra del vecino.

Efectivamente, siempre habrá maestros y aprendices, jefes y subordinados, curiosos y chafarderos, trabajadores y gandules. Pero −eso también, y si queremos− todos podemos ser útiles y triunfadores; solo basta que queramos, pues el éxito no es algo externo como quieren hacernos pensar los capitalistas, sino interno, y que cada cual, independientemente de lo que digan los demás, se lo sabe, y rezuma por todos sus poros al inicio de todo encuentro. Si quieres vivir con propósito, lo objetivo tira de lo subjetivo, y efluye la verdad que vive el alma en el sino interno de cada cual. Por eso, no le des vueltas a la noria tratando de que los demás te admiren: admírales tú a ellos, y Dios te admirará; busca el encaje con los aprendices de vida; esa es la meta de toda persona que ha aprendido a vivir. Ese es el camino que te lleva a la cima (¡camínalo!), y el que abrirá el Cielo (¡gánatelo!). Si quieres, puedes (¡créetelo!). Eso es, vive.

Twitter: @jordimariada

El éxito no es algo externo como quieren hacernos pensar los capitalistas, sino interno, y que cada cual, independientemente de lo que digan los demás, se lo sabe, y rezuma por todos sus poros al inicio de todo encuentro Share on X

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