España tiene, según los últimos datos publicados por la ONU, 6.842.202 de inmigrantes, lo que supone un 14,44% de su población. Si hace 10 años era un 12%, esto significa que la población española, unos 48.5 millones, crece sobre todo por la inmigración, ya que la natalidad es mínima, con un índice de fertilidad decreciente (más defunciones que nacimientos). Más de la mitad del crecimiento demográfico viene por los inmigrantes.
En algunos países, hay una ayuda a las familias con hijos, de modo que se estimula la procreación. En España, tener un hijo es una carga económica que desanima a muchos. Sin duda, la inmigración aporta valor de trabajo para poder continuar con el sistema, pero no tanto como tener hijos, porque conozco diversas personas que pasan 6 meses en su país de origen, y esto les permite cobrar las prestaciones de España, y vivir en su país donde con ese dinero no necesita trabajar debido a que tienen un nivel de vida más bajo.
Hay personas que tienen miedo de la inmigración, es el caso de muchos políticos, por ejemplo en Cataluña, que observan que en proporción la inmensa mayoría de la delincuencia viene de inmigrantes no adaptados. Otros ven el peligro de terrorismo islamista.
En muchos sitios de Europa, han visto el fracaso relativo de la integración de los inmigrantes de origen islámico, e intentan frenarlo. No se dan cuenta de que la libre circulación de personas, en un mundo globalizado, ha de ser un derecho, si bien tiene que haber un respeto a la cultura y tradiciones del país de acogida.
Quizá el error más grande es intentar frenar las oleadas de pateras en lugar de resolver el problema de tanta gente que huye de situaciones desesperadas. No se trata de fomentar esos viajes que por desgracia ofrecen tantas víctimas mortales, además de ser víctimas de mafias que se aprovechan de esos desesperados cobrándoles más de 5.000 € por hacer un viaje tan incierto.
Se trata de ayudar a que en esos países suba el nivel de vida y no se encuentren con la desesperación de tener que hacer esos arriesgados viajes, dejando a veces hijos allí, en manos de otras personas de la familia.
Desde el año 2000, España es de los países que tiene una de las mayores tasas de inmigración del mundo. Aquel año se regularizaron 400.000 de ellos. En el 2005, otros 700.000 fueron regularizados. Este año, se acaba de aprobar la regularización de medio millón.
En la costa mediterránea, desde El Ejido (Almería) hasta el Maresme (Barcelona) la agricultura necesita mano de obra que ocupan muchos de ellos. También los sectores de la construcción y los servicios precisan más mano de obra, que muchos autóctonos no quieren para ellos. Pero algunas circunstancias, como la crisis de la burbuja inmobiliaria de 2008, dejaron medio millón de parados, y todavía hoy muchos de los inmigrantes están sin trabajo, si bien se habían hecho muchos contratos “en origen” hasta entonces (250.000 en 2007, 180.000 en 2008, luego ya cayó en picado esa contratación).
Un tema importante, como he dicho antes, es la integración de los inmigrantes en la cultura y tradiciones: cada vez es más común que no se admita la poligamia en nuestras tierras europeas, porque es ir contra la dignidad de la mujer.
La integración no es fácil, en Francia y Alemania se dan problemas de guetos, bolsas de inmigrantes que no están adaptados a los países y que causan problemas. Hay cosas normales como que se apoye al estado palestino, pero no veo normal que se celebrara el ataque terrorista de Hamás a Israel masacrando a tantas personas. Esto es preocupante.
La xenofobia no es solución, pero sin duda hay que pensar las causas, y son siempre un nivel de consciencia (espiritual) bajo, una educación de la interioridad (y de la dignidad de la persona) que hay que cuidar con la educación, que no es tanto ser productivos con unas competencias para la sociedad actual, sino sobre todo ser buenas personas.
También se requerirá la acción política, y en Francia estudiaron la implantación del servicio militar obligatorio para favorecer la cohesión de esos nuevos franceses. Pero sin duda, el ser “buenas personas” con la empatía, solidaridad, atención a los demás para que nadie se encuentre excluido o solo, es el mejor sistema de integración.
Sin duda, la nostalgia del país de origen permanece, pero con el tiempo las generaciones sucesivas se sentirán “de aquí”. Es cuestión de una educación inclusiva fruto de esa consciencia abierta y solidaria.
La pena es que se han hecho las cosas mal.
En Cataluña se han dado subvenciones a muchos inmigrantes sin contratarlos, y esas personas excluidas del sistema laboral y alimentadas por políticos, quizá con ánimo de conseguir votos para sus partidos, han ido haciendo guetos sin integración alguna. Pero la cohesión social no se hace así. Como tampoco dando prestaciones a los que no trabajan ni quieren trabajar, sino dando trabajo según lo que sepa hacer cada uno, tanto si es español como inmigrante: quien sepa atender a personas que se ocupe de esos servicios tan necesarios, quien tenga fuerza para limpiar bosques lo mismo, etc.
Un aspecto importante es el educativo, donde no solo falla la población inmigrante, sino la de muchos jóvenes españoles de guetos de grandes ciudades. Como se ha hecho experiencia en muchos centros educativos, los niños no tienen problemas de odio entre religiones y razas, eso es algo aprendido de mayores: el documental Promises es un ejemplo de eso, entre los niños de Israel.
He intentado aquí proporcionar una visión detallada y reflexiva sobre el fenómeno de la inmigración en España y su impacto en diversos aspectos sociales, económicos y culturales; ofrecer una perspectiva equilibrada al abordar tanto los aspectos positivos como los desafíos que enfrenta la sociedad española en relación con la integración de los inmigrantes; y destacar la importancia de entender la inmigración como un fenómeno global en un mundo cada vez más interconectado, subrayando la necesidad de respetar la diversidad cultural y promover la inclusión social. Además, intenté abordar críticamente las políticas y prácticas que pueden obstaculizar la integración efectiva de los inmigrantes, como la falta de oportunidades laborales y la segregación en guetos urbanos.
Quiero resaltar la importancia de una educación inclusiva que fomente el entendimiento intercultural y los valores de empatía y solidaridad. Al mismo tiempo, reconocer la complejidad de los desafíos asociados con la inmigración y la necesidad de abordarlos a nivel europeo, estatal y educativo para garantizar una integración exitosa y una convivencia armoniosa.
Solamente con análisis perspicaces y propuestas constructivas se podrán abordar los desafíos actuales y promover una sociedad más inclusiva y cohesionada. Los miedos y brotes de xenofobia, y la hipocresía de los políticos ante la muerte en pateras, viene de esta falta de perspectiva holística (aparte de que haya pactos secretos con Marruecos y otros intereses económicos que siempre están ocultos en medio de la corrupción de la casta política).
En resumen, la crisis inmigrante tiene un aspecto positivo, que es el enriquecimiento de una población que va a menos y que necesita “sangre nueva”, pero aspectos negativos como son la falta de integración que requieren atención a tres niveles: a nivel europeo, promoción de una educación en esos países, que les permita crecer con una vida estable y segura, sin sentirse obligados a venir aquí; a nivel político estatal, una política de prestaciones basada en proveer de trabajo sin que sean compra de votos y que entorpecen el desarrollo social y económico del país; y a nivel educativo, buscar la formación en valores que saquen lo mejor de cada persona para una ciudadanía inclusiva en la apertura a los demás, basada en el respeto a la dignidad de las personas.
Twitter: @lluciapou
Desde el año 2000, España es de los países que tiene una de las mayores tasas de inmigración del mundo. Aquel año se regularizaron 400.000 de ellos. En el 2005, otros 700.000 fueron regularizados. Este año, se acaba de aprobar la… Share on X
1 Comentario. Dejar nuevo
No sé puede integrar a quien no quiere renunciar a su cultura