Para salir de la crisis necesitamos crecer en términos económicos, pero además precisamos de los cambios sociales y culturales necesarios para que tal dinámica este acompañada de una mayor justicia social y prácticas éticas.
Los modelos de crecimiento económico desde Arrow, y de eso hace un montón de años, señalan bien a las claras que el fundamento de crecimiento en los países desarrollados radica por encima de todo en el progreso técnico y el capital humano. La inversión en ciencia y tecnología posee una tasa de retorno superior a la que pueda practicarse en las infraestructuras, y es mejor la del sector privado que la del público. De ahí que dos tareas importantes sea gastar dinero bien gastado en este campo e incentivar, crear las condiciones para que los agentes privados inviertan en I+D+i. Naturalmente, se necesitan inversores a largo plazo y ahí una perspectiva generacional, dinástica, favorece este tipo de operativa. Cuando el retorno de lo invertido es cero en los primeros años y empieza a funcionar pasado un buen lapso de tiempo, la filosofía de “coge el dinero y corre” es mortal de necesidad.
En esta visión generacional empieza asomar la familia, y pasa a ocupar todo el escenario cuando introducimos la formación del capital humano, todo el proceso educativo y la salud. El dinero público se ha de gastar y bien. En este campo, no todo aumento del presupuesto es un éxito, ni tampoco lo es por definición toda reducción. Dependerá de cómo se logre, pero lo que siempre es cierto es que junto con el dinero se necesitan las condiciones para un mejor aprovechamiento del mismo. Y en esa tarea la gran misión la realiza la olvidada familia. Sobre ella recae la mayor tarea educativa, de manera que buenas escuelas con padres que no eduquen bien obtienen malos resultados, mientras que escuelas mediocres obtienen buenos rendimientos con padres dotados de capacidad educadora. La familia está en el origen y desarrollo de la cadena que genera capital humano.
Así mismo, la sanidad es una componente decisiva de la salud, pero sin una población responsable y dotada de buenos hábitos su coste se multiplica sin mejorar los resultados, porque no se trata solo de vivir más años sino de ampliar el número de ellos en los que disfruta de un estado físico y psíquico bueno que permite una vida autónoma. Pues bien, el agente principal en la formación de las virtudes saludables vuelve a ser la familia.
Toda política de desarrollo, de cambio de modelo productivo como el que España necesita basada en la ciencia y la tecnología, la educación y la salud debe tener a la familia como objeto principal de la política a largo plazo. La condición necesaria para conseguirlo es actuar sobre los cuatro pilares que lo hacen posible: la investigación, el progreso tecnológico y la creatividad; la escuela y la universidad; la salud; y la familia, que está en el origen de todo ello. Es la causa de las causas necesarias.