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Los cristianos laicos, la situación de España y Europa, y la responsabilidad pastoral de la Iglesia: Una llamada al renacimiento

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Cuando Europa se encontraba destruida y devastada tras una nueva «guerra de los treinta años«, que comenzó en 1914 y terminó en 1945, con millones de muertos, desplazados y desaparecidos, con una agricultura exhausta y una industria reducida a chatarra, el fin de la civilización europea parecía inevitable. Sin embargo, Europa resurgió de sus cenizas y dio lugar a un periodo espléndido: primero, de reconstrucción, y luego, de paz y bienestar. Fueron los «treinta gloriosos años», que se han prolongado, aunque no sin desgaste, hasta el presente.

En este renacimiento histórico, la Iglesia Católica desempeñó un gran papel pastoral. La institución, sin asumir un dirigismo político directo, desarrolló una fecunda pastoral política y lanzó a sus bien preparados laicos a la acción temporal, procurando que el orden secular reflejara, aunque fuera tenuemente, la voluntad de Dios. Fueron los tiempos de Adenauer, De Gasperi, Schuman y tantos otros, figuras surgidas de los movimientos católicos, especialmente de la Acción Católica, que impulsaron sindicatos de inspiración cristiana, organizaciones empresariales con el mismo perfil y, sobre todo, una gran fuerza política: la Democracia Cristiana.

Este movimiento, primero en Europa y luego extendido a Hispanoamérica y otras partes del mundo, fue la clave de la reconciliación europea, de su progreso y bienestar. Fue también la decisión de tomar la iniciativa, de no ser meramente reactivos, de trazar un camino entre la fuerza arrolladora del comunismo y el liberalismo conservador.

La Democracia Cristiana prestó un servicio invaluable a la civilización europea, a la paz, a la justicia, al bienestar de la mayoría y no solo de unos pocos. Mostró que el capitalismo y el mercado podían ser humanos, que la economía social de mercado podía constituir un éxito, tanto en términos económicos como sociales.

La Democracia Cristiana en Europa y América Latina se inspiró en varios documentos de la Iglesia Católica, que abordaban temas sociales, políticos y económicos a la luz de la doctrina cristiana. Estos textos ofrecieron una base ética y moral para promover una alternativa tanto al comunismo como al capitalismo anglosajón.

Entre los documentos más relevantes se encuentran:

  1. Rerum Novarum (1891) – León XIII: Uno de los pilares del pensamiento social católico. Aunque anterior al movimiento de la Democracia Cristiana, fue clave en la formación de su base ética y en la promoción de la justicia social desde una perspectiva cristiana.
  2. Quadragesimo Anno (1931) – Pío XI: Publicado en el 40 aniversario de Rerum Novarum, profundiza en los principios de justicia social y el papel del Estado en la economía, promoviendo una «tercera vía» entre el liberalismo económico y el colectivismo socialista.
  3. Divini Redemptoris (1937) – Pío XI: Esta encíclica condena el comunismo ateo y defiende una alternativa política basada en valores cristianos.
  4. Mater et Magistra (1961) – Juan XXIII: Subraya la necesidad de que los gobiernos promuevan el bien común y combatan las desigualdades económicas.
  5. Pacem in Terris (1963) – Juan XXIII: Aborda la paz mundial y promueve el respeto por los derechos humanos, la justicia y la colaboración internacional.
  6. Populorum Progressio (1967) – Pablo VI: Enfatiza la justicia y la equidad en el desarrollo económico, viendo el desarrollo como «el nuevo nombre de la paz».
  7. Gaudium et Spes (1965) – Concilio Vaticano II: Clave en la relación de la Iglesia con el mundo moderno, trata temas como la paz, la justicia social y los derechos humanos.

A pesar de la crisis y desaparición en gran medida de la Democracia Cristiana, este legado sigue en pie y es tan necesario como entonces. Además, la Iglesia lo ha reforzado con nuevos textos, en especial las encíclicas sociales como Laborem Exercens (1981), Sollicitudo Rei Socialis (1987), Centesimus Annus (1991), Evangelium Vitae (1995) de Juan Pablo II, Caritas in Veritate (2009) de Benedicto XVI, y Laudato Si’ (2015) y Fratelli Tutti (2020) de Francisco.

¡Qué inmenso, sabio y buen bagaje, que inexplicablemente espera en un rincón para ser aplicado! ¡Qué gran oportunidad para una renovada pastoral de la política y la economía por parte de la Iglesia, en un momento de grave crisis de la civilización europea! Sí, de la civilización misma, también de su política, claro está, pero porque lo que se quiebra son sus cimientos, ante una mirada indiferente de la Iglesia. ¿Cómo se puede explicar esta dejación?

Todo esto no ha desembocado en un gran movimiento organizado de los cristianos laicos en el mundo, como no hubiera surgido la Democracia Cristiana en los años cuarenta sin una buena dirección pastoral que lo impulsara. Hoy, esa dirección no existe.

El riesgo de este vacío es enorme, porque nada permanece vacío en la historia; algo lo llenará. La Iglesia corre el riesgo de quedar al margen del camino, como una especie de gran ONG que predica buenas ideas, pero de manera inofensiva o incomprensible. No necesitamos «lío»; necesitamos organización y propósito real y concreto, político, para los laicos. Y sí, necesitamos hacer proselitismo en el sentido literal del término. Mientras esto no ocurra, los católicos y aquellos que tienen sed de justicia se sumarán a otras iniciativas, al margen de la Iglesia, como ya está ocurriendo. Y así, la Iglesia se hará más pequeña y marginal, alejándose de su papel como camino de salvación. ¡Qué tragedia!

Sería un pensamiento de vuelo gallináceo creer que estoy reivindicando revivir la Democracia Cristiana tal como fue. ¡No! Estoy señalando la necesidad de un renacimiento cristiano que ponga en acción organizada todo su gran bagaje. Un renacimiento nunca es la expresión de una simple nostalgia. Se trata de reinterpretar y revalorizar ideas, valores y principios de un periodo anterior, adaptándolos y reinventándolos para responder a las demandas contemporáneas. Es un esfuerzo por rescatar ideales valiosos frente a las tendencias actuales que se perciben como decadentes o insuficientes.

En este sentido, implica un «regreso creativo», donde los valores renacidos se combinan con nuevos conocimientos o sensibilidades, buscando una forma de autenticidad que la Iglesia ha marginado en los últimos años ante la alienación y fragmentación de la modernidad, la posmodernidad y las amenazas de la doctrina «woke», la perspectiva de género, y el feminismo que se desvía de la justicia.

Frente a estas amenazas, mientras resurgen las viejas formas de desigualdad y emergen otras nuevas—como las desigualdades en información o la genética—las grandes respuestas se encuentran en los textos y en las palabras de la Iglesia, pero falta la acción organizada que antaño salvó a Europa de la catástrofe.

La Iglesia corre el riesgo de quedar al margen del camino, como una especie de gran ONG que predica buenas ideas, pero de manera inofensiva o incomprensible Share on X

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