A finales del siglo II (d.C.) un autor desconocido escribió, en lengua griega, una carta dirigida a un tal Diogneto que se interesaba por comprender la religión de los cristianos que estaban creciendo dentro del imperio romano.
En el capítulo V de esta carta, el autor, trata de explicar las similitudes y diferencias de comportamiento entre la minoría de cristianos y los que no lo eran, lo que me ha llevado a preguntarme si todo ello sería aplicable a los cristianos de hoy en el mundo que nos ha tocado vivir.
Habría que hacer notar que el cristianismo en el siglo II era una novedad y los cristianos una activa minoría respecto a los paganos con unas diferencias bien marcadas. Hoy las cosas no resultan tan claras ya que hay mucha gente que se consideran cristianos pero es dudoso que realmente lo sean y los que abiertamente están en contra, lo que buscan es construir una sociedad pos-cristiana, en la que se vaya diluyendo la vivencia y el recuerdo de todo lo que representa la Iglesia.
Dice el autor a Diogneto que los cristianos no se distinguen de los demás hombres por su lenguaje, ni por su modo de vida pero su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan una enseñanza basada en autoridad de hombres. No creo que esto podamos decirlo hoy de todos los que se dicen cristianos.
Dice que los cristianos viven en su propia patria pero como forasteros, toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan como extranjeros, igual que todos se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. ¿Todos los que se dicen cristianos están en contra del aborto?
Dice que viven en la tierra pero su ciudadanía está en el cielo ¿Todos los que se dicen cristianos creen en una patria futura y definitiva más allá de la muerte? Dice que obedecen las leyes establecidas pero, en su modo de vivir, las superan. Desde luego hay cristianos que hoy cumplen las leyes, aman a todos y están dispuestos a sacrificarse por los demás ¿muchos o pocos?
También dice a Diogneto que los cristianos son perseguidos y condenados sin conocerlos, que son maldecidos y ellos bendicen, que hacen el bien y son tratados como malhechores. Las minorías cristianas de muchos países son perseguidas constantemente pero también aquí, los que adoptan una postura cristiana militante, apuestan por la vida, se oponen a la destrucción de la familia, no aceptan que nuestro destino sea disfrutar del placer sin responsabilidad, ni se callan frente a la ingeniería social que manipula a la juventud, son perseguidos y acosados, son etiquetados con adjetivos denigrantes, aunque den de comer a los hambrientos, vistan a los que están desnudos, promuevan la justicia, luchen contra la exclusión.
Lo que pasaba en el siglo II puede servirnos de reflexión en este siglo XXI para comprobar que entonces y ahora ser cristianos de verdad resulta difícil. Es un espejismo peligroso pensar que, como muchas personas se declaran cristianos en las encuestas, nuestro mundo es cristiano cuando en realidad es pagano, o mejor neopagano, que busca con astucia convencernos que el cristianismo pasó y ahora vivimos en un mundo pos-cristiano en el que Dios ha dejado de ser necesario para el hombre.