fbpx

¿Leticia Sabater o madre Rambo? Poderío femenino

COMPARTIR EN REDES

La historia de la Iglesia no se entiende sin las mujeres. Esto es una realidad que poco tiene de hembrismo loco y mucho de feminidad.

Desde niñas hemos escuchado historias y conferencias sobre la “dignidad de la mujer” y el “genio femenino”. Casi todas ellas hablaban con ternura de Santa Mónica, de Santa Teresa, de Santa Catalina de Siena… Y está muy bien. Pero algo faltaba. 

El cuadro en muchas ocasiones estaba pintado con tonos suaves y delicados, cuando muchas de nuestras hermanas en la fe blandían los pinceles con trazos de fuego.

Su entrega valiente por amor a Cristo

No se trata de idealizar. Además, hay muchas mujeres en la historia que no eran santas en el sentido estrecho de la palabra. Pudieron ser difíciles, pecadoras… Pero aún así dejaron una marca indeleble por la Iglesia.

Todas tienen algo que decirnos, no sólo como “mujeres”, sino como cristianas, como testigos, como hijas de Dios cargadas de celo apostólico.

Entre todas ellas, hay una que arranca sonrisas.

Se ganó su sitio con coraje de epopeya: la Madre Rambo.

Sí, así como suena. Ni Hollywood se hubiera atrevido a inventar una religiosa con ese nombre y ese temple.

Suena a broma. “Madre Rambo”. Pero fue real. Louise Rambo, mujer, monja, clarisa, anciana… Y así en general: una mujer de una resistencia y fortaleza invisible que desafió a una ciudad entera. 

Era el año 1530. Los protestantes irrumpen en Ginebra, arrasan iglesias, destruyen imágenes, profanan cálices. El caos se instaura en la ciudad. El obispo huye. Los monjes desaparecen.

Y el único lugar donde sigue celebrándose la Misa… es un convento de monjas Clarisas.

Allí, al frente, una mujer con el nombre de guerra y el corazón de Cristo.

Madre Rambo, sus 22 hermanas y algún sacerdote convirtieron el claustro del convento en el último bastión de la fe católica. Recibieron insultos, amenazas, abusos, vejaciones, vulgares ataques… Pero no se movieron, no vendieron su fe católica. No abandonaron a Jesús Eucaristía.

Todas ellas se debían a una misión y a un honor: amar a Cristo hasta el último aliento.

¿Espectáculo barato o verdadero?

Estas mujeres fueron mucho más que CEO o famosísimas influencers. Fueron mujeres que dijeron “sí” hasta el final. Como María. Como la Iglesia. 

Y es aquí donde la luz de la verdad choca de frente con la grotesca sombra del espectáculo barato. 

Hay fenómenos que desafían la inteligencia, el buen gusto y hasta la paciencia. Leticia Sabater y su último videoclip es uno de ellos.

Hablar de hit del verano como parte de su carrera artística sería un insulto al arte musical. 

Su última «hazaña», disfrazarse de monja, adoptar una letra de Paulina Rubio y profanar la vida religiosa.

Es el epítome de la vulgaridad militante. Vergüenza ajena, pero en cantidades industriales. 

Al ritmo de la idiocia social general, Leticia se disfraza de monja para cantar al egoísmo imperante.

Es obvio que quiere ser oída y vista a toda costa. Una canción del verano fruto del desespero de quien vive a codazos por una portada. Se disfraza de monja para intentar resultar transgresora, pero ya ni eso logra. 

Leticia dice que habla de empoderamiento femenino y para ello se ríe de la vida de mujeres que han optado por la entrega total a Dios por elección libre y gloriosa. 

La canción repite: “Yo no soy esa mujer que no sale de casa y que pone a tus pies lo mejor de su alma”. 

Ojalá hubiera más Madres Rambo hoy. Ojalá todas fuéramos mujeres que, en lugar de buscar likes, buscásemos almas.

Hacen falta más mujeres épicas, que no empoderadas, que en lugar de bailarle al sistema, se arrodillen ante el Santísimo.

Mujeres que deseen parecerse cada día más a María.

La feminidad verdadera tiene mucho de sacramental. Y mucho de mujeres sin título, ni reconocimiento terreno, que fueron y son hogar, refugio, cátedra y cimiento.

Porque la salvación de este mundo, no nos olvidemos, pasa por el sí de mujeres custodias de Dios, como Madre Rambo. Y no por ser ornamento social o fantoche ambulante.

Leticia Sabater, hágase un favor, cuelgue el hábito de la mentira y practique la noble virtud del silencio. Nos iría mejor a todos.

¿Te ha gustado el artículo?

Ayúdanos con 1€ para seguir haciendo noticias como esta

Donar 1€
NOTICIAS RELACIONADAS

1 Comentario. Dejar nuevo

  • Tengo para mí que a esta señora más bien hay que compadecerla.
    Contrajo matrimonio, por la Iglesia, en 2001 y “decía aquel día de José María Fernández Mayo que era un hombre maravilloso, del que estaba muy enamorada y que lo único que pedía a Dios era que el camino que emprendía con su pareja fuese la continuidad de lo que sentían el uno por el otro en aquel momento. No pudo ser y solo un año después de la fastuosa boda en el hotel Palace de Madrid el matrimonio se separó y tomaron caminos diferentes.”

    Es muy cierto que su videoclip desafía “la inteligencia, el buen gusto y hasta la paciencia”, como escribe Miriam Esteban, porque además del vestuario, burlesco primero y grotesco después, la canción es un producto de pésima calidad: una letra rancia condimentada con salsa de música-basura. ¿Cómo es posible que a una persona en sus cabales le haya dado por cocinar tamaña porquería y servirla para que se la traguen los demás? Muy sencillo: es fruto del resentimiento mal digerido y de una malsana envidia hacia las mujeres que triunfan donde ella ha fracasado, ya sean las entregan su vida a Jesucristo como las que la entregan a su esposo. La payasa Sabater tiene a bien comunicar al mundo que, a diferencia de estas mujeres, ella prefiere ir sola montando una moto, sin que nadie la lleve ni llevando a nadie. Hasta aquí muy bien. Lo malo es que no se puede aguantar de vilipendiar a las mujeres que han escogido la vida religiosa. Necesitaba alguien en quien vengarse y no ha encontrado mejor chivo expiatorio que las monjas, justamente porque han puesto su vida en relación directa y cotidiana con ese Dios que a ella no le concedió “que el camino que emprendía con su pareja fuese la continuidad de lo que sentían el uno por el otro en aquel momento.” La buena de Leticia Sabater ha sido víctima de esa manía de darle a Dios la culpa de todo y vengarse en quienes dan fe de que Dios, encarnado en Jesucristo, es la Inocencia absoluta.

    Sea como sea, cabría denunciarla por delito contra sentimientos religiosos, y por vejación a las mujeres que profesan como monjas. Pero no hace falta, porque en el delito ya lleva su propio castigo: con este videoclip no puede caer más bajo en el respeto a sí misma. Y más bajo aún si consigue que la estupidez ambiental y mediática se lo aplauda.
    Pobre Leticia.

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.