La lista de las distintas realidades eclesiales que colaboran cada día sería interminable pero las Hijas de la Caridad, que están en nuestras calles con pandemia y sin pandemia, han repartido alimentos a las familias, trabajan con personas sin hogar en varios pisos y albergues, han ofrecido medios técnicos a los alumnos que no podía seguir con sus clases y han atendido en el ámbito sanitario a los más vulnerables, como los inmigrantes, que ni siquiera tienen acceso a la Seguridad Social.
Y lo han hecho mientras sufrían ellas también el zarpazo del coronavirus, con muchas hermanas enfermas. Es de justicia destacarlo, y agradecer a la CAM que lo reconozca de esta manera tan natural.