No se conceda tanta importancia a sí mismo, ni a nada que considere suyo. Incluya en «lo suyo» esos pecados que le torturan o esas tentaciones que le acosan: nada es tan grave.
Ni siquiera el desánimo o la apatía -o el confinamiento, añado-. Tampoco la muerte; no tema leer la funesta palabra y vuelva a hacerlo con paz: muerte.
Es su destino, lo verdaderamente suyo, no se engañe. Nuestra única verdad, si lo prefiere.
Le recomiendo que lea el Evangelio. En especial, la pasión, muerte y resurrección de nuestro señor Jesucristo.
No se conceda tanta importancia a sí mismo, ni a nada que considere suyo Share on X