Los lectores de Chesterton, quienes le frecuentan con asiduidad, le conocemos bien. Sabemos de su genialidad, de su capacidad para seguir sorprendiéndonos… y también de sus digresiones, de cómo puede perder el hilo para regresar al cabo de unas páginas… o no. A algunos, les comprendemos, este modo de escribir, especialmente presente en sus artículos, escritos en los que muchas veces no hay plan preconcebido más que presentar y argumentar una idea, una impresión, una intuición, les parece molesto. Pero nosotros se lo perdonamos, incluso nos sonreímos, como cuando estamos con un viejo amigo y reaparecen sus inofensivas manías. Y sobre todo porque sabemos que, cuando menos te lo esperas, cuando no sabes bien adónde te está llevando Chesterton y crees que ya no vas a sacar nada en claro del artículo, aparece un comentario genial que te maravilla, de esos que corres a apuntar para no olvidarlo.
Anécdotas de Londres y Nueva York
El Chesterton de Anécdotas de Londres y Nueva York es un Chesterton en estado puro. Un Chesterton que divaga, que pierde el hilo, que se va por las nubes, hasta que nos damos cuenta que no, que sabe perfectamente hacia dónde nos lleva (o no). Un Chesterton que escribió que “nunca he conseguido perder mi antigua convicción de que viajar estrecha la mente”. Se puede argumentar perfectamente y no seremos nosotros quienes le llevemos la contraria, pero al menos en este caso, su viaje por los Estados Unidos no sigue esta regla.
Los jóvenes no son lo suficientemente críticos
En La Nueva Londres Chesterton criticará los usos de la juventud de sus días, pero no al modo nostálgico, sino empezando por criticar los usos de sus padres. La crítica, muy frecuentemente, no será por haber roto con el mundo victoriano, sino por no haber roto del todo. A los jóvenes modernos les falta radicalidad. “El mundo está amargado no por un exceso de crítica, sino por la ausencia de autocrítica”, les echa en cara, nos echa en cara. Y va desgranando cuestiones de la actualidad del momento, algunas desternillantes, como la costumbre de los niños pijos londinenses de colarse en las fiestas de otros. Y en medio del tono bienhumorado y juguetón de Chesterton van cayendo las perlas: “hay una serie de combinaciones de palabras a las que estamos tan acostumbrados que nos parecen coherentes y que, sin embargo, son totalmente incoherentes”, “la ventaja de las modas es que desaparecen rápidamente”, “una ciudad sin puertas es una ciudad sin Dios”, a los jóvenes “no hay que decirles que cuiden sus modales, sino que cuiden su pensamiento”, “el fruto más importante de la educación es la imaginación”, “las personas aburridas necesitan emociones constantemente”.
Su visión de los Estados Unidos
Y en sus comentarios sobre los Estados Unidos no baja el tono mientras reflexiona sobre la Ley seca, las virtudes y defectos de los estadounidenses, y por supuesto, su defensa del hombre común: “la misma expresión del ideal de Progreso es una hipocresía”, “la época dorada sólo llega a los hombres cuando se han olvidado del oro, aunque sólo sea por un momento”, “el puritano moderno se empeña en actuar erróneamente contra todo lo que consideran que está mal” (¡qué actual!), “los marxistas, como todos los materialistas, necesitan místicos”.
Ediciones More continúa con la publicación de estos artículos su meritoria labor de alimentarnos a todos los chestertonianos con cuidadas ediciones de nuevos escritos y saciar de este modo nuestra hambre del genio de ese gigante destartalado llamado Gilbert. Una iniciativa que desde la Librería Balmes apoyamos sin reservas.