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Lalachus durante las campanadas de Nochevieja y la normalización de la ofensa

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Resulta difícil precisar el momento exacto en el que las campanadas de fin de año pasaron de ser un festejo alegre y cargado de tradición a convertirse en un espectáculo dantesco, plagado chabacanería y provocaciones gratuitas.

Desde hace unos años, la televisión pública se empeña en exhibir un desfile de extravagancias cada 31 de diciembre, intentando normalizar que la celebración del año entrante debe ser sinónimo de estridencia, ordinariez y, en definitiva, carencia absoluta de buen gusto.

Ofensa

La reciente actuación de Lalachus durante las campanadas de RTVE encarna a la perfección esta deriva hacia lo grotesco, que no se limita –lamentablemente– a la excentricidad visual, sino que incluye un ataque directo a la fe de buena parte de los españoles. Una apuesta pensada y calculada para arremeter contra los valores y, más concretamente, las creencias de millones de cristianos.

Durante la retransmisión de las Campanadas de Nochevieja en La 1 de RTVE, la supuesta humorista Lalachus mostró una estampa que representaba a la vaquilla del programa «Grand Prix» como una divinidad, emulando al Sagrado Corazón de Jesús.

Hasta hace unos años no había grandes escándalos, sino un respeto tácito por la audiencia que, en su mayoría, solo esperaba pasar un rato agradable, reunirse frente al televisor, contar las uvas y brindar entre sí por la llegada de un nuevo año.

Declive cultural y social

El actual escenario de «todo vale», ha terminado conduciéndonos a un panorama donde se permite ridiculizar lo sagrado, sobre todo cuando se trata de lo cristiano.

La figura de Lalachus, surge de esa mal llamada modernidad mediática,  que para sobrevivir necesita captar la atención del público a toda costa.

Lalachus es el exponente perfecto de la decadencia cultural y social que se inclina por el efectismo soez, la mofa hacia el sentimiento religioso de buena parte de la población y, en definitiva, por la burla facilona.

Por tanto, no nos engañemos: la agresión a la fe cristiana no es un suceso aislado, sino el síntoma de la obsesiva necesidad de ciertas esferas mediáticas de criticar y ridiculizar todo vestigio de tradición y fe.

Aun así, uno podría pensar que esta postura irreverente forma parte del estilo personal de Lalachus. Bien, incluso si así fuera, lo que no se puede ignorar es la responsabilidad de RTVE, una cadena que, como servicio público, debería velar por el respeto hacia todos los credos y sensibilidades.

Lo que termina resultando realmente cansino es la previsibilidad de todo este montaje. Después viene la fase de la justificación pueril: que si era broma, que si hay que ser «abiertos», que si se defiende la libertad de expresión.

No nos confundamos, esto es ideología barata, es sectarismo.

La actuación de Lalachus en las campanadas –con el beneplácito de RTVE y el aplauso de su director en redes sociales– no es el enésimo producto de una casualidad sino la triste realidad de que el ataque a la fe cristiana se ha convertido en un recurso habitual.

Conviene recordarlo: ser original y transgresor no tiene por qué estar reñido con la elegancia y el respeto. Muy al contrario, quienes se atreven a ir contra la corriente de la «ofensa fácil» son los que verdaderamente rompen moldes y ofrecen algo nuevo al público.

Lo demás no pasa de ser un circo con disfraz de falso progresismo, cuyo único propósito es mofarse de los valores que, todavía hoy, siguen dando sentido a la vida de millones de personas. Y todo ello, no lo olvidemos, gracias a una cadena pública que no duda en mancillar su responsabilidad social con tal de cortejar las modas más superficiales.

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • María del Pilar
    3 enero, 2025 00:08

    Es una blasfemia que atenta contra muchos católicos y gente de bien que aunque no sean practicantes les hace daño esta mala actuación, una ofensa gratuita… Mas les valía haber hecho alguna alusión a la situación de abandono, por parte del gobierno, de los valencianos, gente buena que en la mayoría de los casos no han recibido ayuda económica, habiendo perdido familiares y gran parte de la población sus negocios, casas…

    La cuestión parece ser de igualarnos a los españoles con los que estén más bajo en todos los órdenes, menos en la recaudación de impuestos, que en eso estamos a la altura de los de arriba.

    Un buen pueblo, si tuviera buenos gobernantes…

    Responder

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