El 8 de marzo, se ha convertido en un espectáculo de vandalismo, violencia y desorden.
La reciente marcha en Guadalajara, México ha dejado claro que el feminismo no busca el diálogo ni mejorar la sociedad, sino la imposición de su agenda a través del miedo y la destrucción.
La Arquidócesis de Guadalajara ha levantado la voz para denunciar estos actos criminales y exigir la aplicación de la ley.
Y tiene razón: la impunidad no puede seguir siendo la norma.
Violencia como norma feminista
Las imágenes de la Catedral de Guadalajara vandalizada hablan por si solas. No es la primera vez que ocurre, pero sí es la más grave.
Pintadas agresivas, destrucción de vallas y ataques a propiedad pública y privada han sido el saldo de un movimiento que, lejos de reclamar equidad, se ha convertido en una turba sin control.
Ninguna ley, ni la más permisiva, avala el daño a terceros como medio de protesta.
Quienes justifican estas acciones con el argumento de la «rabia contenida» solo están alimentando una espiral de violencia que nada resuelve y todo destruye.
El feminismo se ha convertido en un dogma que no admite crítica y que castiga a quienes se atreven a disentir. Lo que hemos visto en las calles no es una lucha por la equidad, sino una demostración de poder destructivo, una imposición de la ley del miedo.
Cuando una ideología recurre al miedo, ha perdido toda razón moral.
La Arquidócesis de Guadalajara ha sido clara: es inaceptable que bajo el pretexto de la lucha por los derechos de la mujer se legitimen actos de vandalismo.
El respeto a la libre expresión no significa permitir que la ciudad se convierta en un campo de batalla.
¿Acaso creen estas hordas que pintarrajeando templos, destrozando negocios o atacando a la policía están cambiando algo? Al contrario, solo generan rechazo y división, alejando la causa de cualquier posibilidad de ser comprendida por la sociedad.
El gobernador Pablo Lemus ha ofrecido ayuda para restaurar los daños, pero eso no es suficiente. La solución no es limpiar los muros cada 8 de marzo, sino impedir que se sigan ensuciando con impunidad.
Si las vallas no funcionan, es momento de aplicar la ley con firmeza. Aquellos que cometen delitos deben ser sancionados, sin importar el pretexto con el que los cometan. La justicia no puede ser selectiva ni temerle al linchamiento mediático de quienes han convertido el feminismo en una secta dogmática.
El feminismo necesita una profunda reflexión interna. Seguirá degradándose hasta ser un simple pretexto para el caos.
Basta de permitir que el miedo sea la estrategia política de quienes no pueden convencer con razones.
La Arquidócesis de Guadalajara ha hablado con claridad, y es hora de que la sociedad también lo haga. Cuando no existe la verdad se imponen ideologías con spray y destrucción. Inaceptable, deplorable y ofensivo. El que no lo entienda, que se atenga a las consecuencias.
Basta de permitir que el miedo sea la estrategia política de quienes no pueden convencer con razones Compartir en X