Si preguntamos a cualquier persona qué es lo primero que le importa, no cabe la menor duda que en el 99% de los casos responderá que la vida, su vida o la vida del ser más querido. Esa es una constatación evidente. Otra, muy extendida en la crítica más estandarizada de las elecciones, con Yolanda Díaz a la cabeza, apodada “la del extraño prestigio”, es que no se debate sobre las cuestiones que interesan a la gente.
Si unimos las dos constataciones empíricas, deberíamos concluir que hay un clamor por el abandono de la vida en los programas políticos, en la campaña electoral. Pero no, en esta cuestión y entre tanto ruido, impera un riguroso silencio. No hay debate sobre el hecho de que año tras año mueran más personas de las que nacen. En estos últimos tienen un predomino relativo los hijos de la inmigración; entre los segundos imperan abrumadoramente los autóctonos. Entre los partidos con representación parlamentaria, solo uno de ellos, VOX, presenta un programa claro a favor de la vida y contra el aborto y la eutanasia.
La natalidad es de derribo y la fecundidad por mujer está en un pírrico 1,19, y apenas supera el 1,1 si solo consideramos a las mujeres autóctonas.
La población crece, pero solo a expensas de los inmigrados, de manera que se intenta sustituir un hijo nacido en el país por población inmigrada, que además es maltratada, no tanto por la sociedad, donde el mundo católico muestra una solidaridad impresionante, sino por la administración pública más “progre” y feminista de la historia: pésimo régimen de acogida y de medios de integración, lentitud burocrática que destroza vidas, CIE’s (los centros de internamiento forzoso de inmigrantes) impresentables.
El déficit vegetativo es prácticamente equivalente a la cifra oficial de abortos, que es masiva, continua y en buena medida eugenésica.
El aborto es presentado como un bien financiado por el estado y, eso sí, negando toda información sobre posibles alternativas a la mujer, vetando la escucha del latido fetal -es decir, negando la realidad- y el tiempo y procedimiento de protección, mientras se vulnera el derecho constitucional de la libertad de conciencia a base de perseguir al personal sanitario objetor con listas obligatorias.
Se le oculta a la mujer que ser madre representa una ampliación de su esperanza de vida y el trauma tan frecuente post aborto, dejándola a su suerte. Y después dicen que todo esto forma parte de un derecho, del que se excluye de toda palabra al hombre, el colaborador necesario, fomentado así su irresponsabilidad.
El aborto constituye un estrago económico, porque el ser humano no nacido haría, a lo largo de su vida activa, una aportación importante a la comunidad en términos de PIB. De hecho, con la cifra de abortos actuales, el valor del ciclo de vida de todos los abortados durante cuatro años equivale a todo el PIB español de 2021.
Cuando hablamos de crecer más y mejor para ganar en prosperidad, se olvida que una de las vías es reducir significativamente los abortos.
Con euros del 2021, la reducción de un 10% de la actual cifra de abortos, representa un aumento del orden de 3.000 millones del PIB. Facilitar la reducción de los abortos sería una vía óptima de desarrollo, pero para la progresía gobernante i el PP es pecado mortal
¿Por qué, si se deja la última decisión en manos de la mujer? ¿Cuál es el problema si considera que es mejor tener a su hijo?
Hay una ideología de la opresión que impide formular estas preguntas racionales.
El Tribunal Constitucional, en una sentencia dictada por tres magistrados de comportamiento espurio, incluido el presidente, sobre el recurso a la segunda ley del aborto, liquidó la propia jurisprudencia del TC sobre el nasciturus, que en su Sentencia 53/1985 le otorgó el carácter de bien jurídico constitucionalmente protegido por el art. 15 de la Constitución Española. Pues bien, la cuestión necesaria es:
¿Cómo se concreta ahora esta protección?
Es una pregunta necesaria si uno se toma en serio el régimen constitucional, al que nominalmente tanto aman PP y PSOE.
El contrasentido es brutal porque en torno al artículo 29 del Código Civil se extienden una serie de atribuciones concretas del nasciturus, de derechos, en definitiva, que señalan su substantividad humana y su reconocimiento jurídico.
Se trata de aspectos como la sucesión mortis causa, en relación con los intereses hereditarios del nasciturus, su preterición y las sustituciones fideicomisarias, además de las operadas mediante negocios patrimoniales inter vivos en los que se incluyan donaciones realizadas en su favor.
También, el concebido puede ser objeto de indemnizaciones por daños que le sean causados, o de pensiones de alimentos que percibirá cuando nazca.
En cuanto a su adopción, si bien no es posible, es novedosa la línea jurisprudencial que prevé la situación de desamparo como declaración preventiva.
En materia de filiación, cabe el reconocimiento y el ejercicio de acciones de reclamación y de impugnación, así como el acuerdo en el orden de los apellidos.
En cuanto a la nacionalidad, la retroactividad de los efectos favorables ha supuesto la adquisición de la nacionalidad española iure sanguinis por el nacido, cuyo progenitor extranjero era español en el momento de la concepción.
Todo esto y más son derechos del no nacido que, a pesar de ello, puede ser exterminado ahora sin ningún tipo de protección.
Por una parte, lo reconocemos con derechos que corresponden a la familia humana, por otro, el simple deseo de la madre, libre o coaccionado, y esa es otra cuestión vetada del debate ocultado sobre la vida, sirve para matarlo. Es absurdamente brutal y contradictorio y una sociedad que vive y acepta tales contradicciones está acabada.
En plena e intensa campaña preelectoral, el presentador más famoso de la televisión, Pablo Motos, realizó una defensa de la eutanasia que tenía como fundamento la inutilidad de determinadas vidas humanas. Fue una lección de utilitarismo por parte de un famoso millonario de las vidas que por edad o enfermedad quedan al margen.
Hay gente que piensa así, aunque no siempre lo exprese, con la autoridad, no moral, pero sí del famoseo, que detenta Motos. ¿Se acuerdan del programa Aktion T4 para extasiar a los “sobrantes” durante el régimen nazi? Esa era su lógica, la de las vidas que no son dignas de ser vividas. Pues ese es el trasfondo de los razonamientos de Pablo Motos tantos años después. Y es que, como en el caso del aborto, subyace en la concepción eutanásica un fuerte trasfondo eugenésico, como muestra espectacularmente la historia de Planned Parenthood, y su vinculación con la ideología eutanásica antes de la II Guerra Mundial, cuando la derrota nazi hizo incluso impopular su nombre.
En una aparente paradoja, la post izquierda de género ha recuperado como proyectos centrales de su política, lo que todo Occidente condenó a partir de los años cincuenta del siglo pasado (el aborto, la eutanasia, la eugenesia), revestidos, eso sí, de ornamentos buenistas: “interrupción voluntaria del embarazo”, buena muerte. Nos han montado un mundo donde Matrix y Soylent Green (Cuando el destino nos alcance) se entremezclan en el escenario.
Pero todo esto, la magnitud de todo esto, no figura en la Agenda de Núñez Feijóo y del Partido Popular, que lo asume con displicencia, mientras lo impulsa con entusiasmo la progresía que ahora nos gobierna.
Cuando hablamos de crecer más y mejor para ganar en prosperidad, se olvida que una de las vías es reducir significativamente los abortos Share on X
6 Comentarios. Dejar nuevo
Excelente editorial. No se puede expresar mejor lo que hay, el ambiente de suciedad mental y moral en el que vivimos. Lástima que este texto no se lea en las homilías. Porque, si como informa otro artículo, “los católicos practicantes son la minoría más grande en España”, al menos estos dejarían de votar a los partidos de la vergüenza, y predicando con el ejemplo lograrían la emulación de los católicos no practicantes. El cambio sería benefactor para todos.
Ya no digo que un texto así debería leerse en las escuelas, para ir educando a los jóvenes en la verdad, porque al docente que se atreviese lo devorarían las fauces de un Estado que se viste de progresista y no es más que una máquina de matar, no a la manera del estado Nazi, que eso ya no se lleva, sino a la manera democrática, que es la que está de moda en Europa.
Por poner un ejemplo: véase la desfachatez del partido Sumar, que exhibe como lema de su campaña electoral esta lindeza: “La nuestra es una lucha por la vida. Y vamos a ganar.” Además de la cursilería y el engreimiento que conlleva, es una pura mentira, porque en su programa figura esta maravilla:
“10. Garantizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. La defensa y la promoción de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres son un eje central de trabajo. Será una prioridad garantizar el acceso efectivo al derecho al aborto desde los servicios públicos de salud en todo el territorio y en condiciones de igualdad.
Sin perjuicio de la reciente criminalización del acoso por el que se obstaculiza el ejercicio del derecho a la interrupción voluntaria del embarazo a una mujer, se hace necesario tomar medidas adicionales para que las clínicas donde se practica, así como el acceso a las mismas, sean espacios seguros tanto para los y las profesionales como para las mujeres.” (Partido Sumar)
Esto no es luchar por la vida, es colaborar con la muerte a nivel estatal, protegiendo a los matarifes y persiguiendo como criminales a quienes intentan proteger, por las buenas, el derecho a la vida de unos seres humanos degradados hasta el ninguneo por una ideología criminal. Casi 100.000 víctimas cada año en España, entre las que se incluye la práctica totalidad de personas en su etapa prenatal a las que se detecta el síndrome de Down.
Nazismo con rostro feminista.
Y Yolanda Díaz luciendo, como si nada, su sonrisita y sus modelitos, cosa que no podría hacer si la hubiesen abortado a ella, pero que aborten a los demás, no sólo no le afecta, sino que la llena de tanta satisfacción que la estimula a promoverlo, protegerlo, facilitarlo y financiarlo.
Suscribo absolutamente este editorial «La vida queda fuera de la campaña electoral» y el comentario de Diógenes: son manifiestamente verdaderos, claros, y valerosos.
Quizá añadiría que hay que denunciar, manifestar, la falsedad de los títulos o nombres con que se autodenominan o se autocalifican: se dicen «progresistas» quienes promueven la muerte, pero es mentira porqué eso no es en absoluto un progreso, sino un retroceso a la barbarie y a la inhumanidad.
Y se autocalifican «feministas» quienes promueven el mayor número de muertes de mujeres que se produce en la actualidad: la muerte prenatal de las mujeres a causa del aborto provocado; muerte fomentada principalmente, pero no exclusivamente, en los países en el que la tradición machista lo fomenta (China e India), que se une al aborto provocado que en el Occidente lo fomenta el autodenominado «feminismo» (hegemónico y deshumanizado), coincidiendo en la mayor muerte de mujeres de la actualidad a quienes se les arranca la vida y con ella todos sus derechos.
Ni son progresistas, ni son feministas, y eso hay que desvelarlo y denunciarlo una y otra vez para que no se dé por supuesto la mentira hecha eslogan y propaganda.
Y porque se «olvidan» de VOX? El único partido pro-vida que aún queda.
¿Y el programa electoral de VOX? ¿No habla de la vida? No es cuestión de hacer propaganda de un partido, pero que no se hable de la vida, es sencillamente MENTIRA. Porque hay un partido que sí lo hace.
Sería un brillante editorial si dijera la verdad.
Lamentablemente ustedes no se han leído el programa electoral de Vox, que defiende la vida como ningún otro partido lo hace. No sé a qué responde borrar la realidad para ustedes. La Verdad nos hace Libres y si no la decimos colaboramos en la mentira. No tengan miedo en leerse el programa electoral de Vox.
Yo leo que sí se menciona a VOX: «Entre los partidos con representación parlamentaria, solo uno de ellos, VOX, presenta un programa claro a favor de la vida y contra el aborto y la eutanasia». Quizás se añadió posteriormente…