Del 16 de julio al 3 de agosto pasados se celebró en Londres la Conferencia de Lambeth, en la que se reunieron algunos de los obispos anglicanos que lideran esa confesión. La cumbre se lleva a cabo cada diez años.
Días atrás, el 4 de julio, el Sínodo de York de la iglesia anglicana había abierto las puertas a la ordenación episcopal de mujeres polarizando aún más las ya discordantes posturas sobre éste y otros temas, como la ordenación episcopal de homosexuales, la bendición de parejas del mismo sexo, el libertinaje moral, la falta de una consistencia doctrinal realmente sólida y el uso de la liturgia. De hecho, han sido esos elementos los que han dado paso al nacimiento de dos bloques bien diferenciados: los que buscan un apego total a la tradición cristiana reflejada en las Escrituras y en la herencia común compartida con el Magisterio católico (reagrupados a su vez en dos organizaciones especialmente: la Comunión Tradicionalista Anglicana y la Forward in Faith –Fif–), y los así autodenominados grupos “progresistas” que abogan por una democratización de la fe y una interpretación de la Biblia “más adecuada” a las circunstancias del tiempo presente.
La “ordenación episcopal” de homosexuales y mujeres
En septiembre de 2007, los obispos episcopalianos, rama del anglicanismo en Estados Unidos, aceptaron suspender las ordenaciones de obispos homosexuales y uniones entre personas del mismo sexo ante la inminencia de un cisma dentro del mismo grupo episcopaliano de aquel país.
La ordenación, en 2003, de Gene Robinson como obispo episcopaliano de New Hapshire, en Estados Unidos, había lesionado la unidad de la comunión anglicana mundial. El caso de Robinson halló amplia acogida en la prensa mundial al ser el primer “obispo” anglicano ordenado abiertamente homosexual.
Sin embargo, no fue hasta 2006 cuando la tensión en la comunión anglicana se intensificó aún más tras la elección de una mujer “obispo” como líder de los episcopalianos en Estados Unidos. Más recientemente, la boda civil y la simulación de unión religiosa entre dos clérigos anglicanos (el neozelandés David Lord y el inglés Peter Cowell en la iglesia londinense de san Bartolomé El Grande), no hizo sino re-encender el fuego.
Fueron estos mismos hechos los que causaron que 280 obispos anglicanos de África y Latinoamérica rechazaran participar en la Cumbre de Lambeth y desarrollaran, casi a la par, una cumbre que defendiera los postulados tradicionales de la enseñanza Bíblica.
Por este motivo, delegados de más de 25 países, representantes del 60% de los anglicanos del mundo, se reunieron en Jerusalén en junio de 2008 en la así llamada Conferencia sobre el futuro de la Iglesia Anglicana.
Según informó el London Daily Telegraph, la Conferencia habría meditado seriamente el cisma respecto al resto de la comunión anglicana: “Los obispos conservadores dijeron que no hay perspectivas realistas de mantener la unidad entre los líderes mundiales del anglicanismo debido a sus graves desacuerdos sobre asuntos doctrinales y morales”, señaló el diario.
La decisión de ordenar sacerdotisas se remonta a 1974 y la de “consagrarlas” “obispos” a 1989.
Una cumbre sin soluciones, con heridas abiertas y problemas de fondo
La Cumbre de Lambeth concluyó el 3 de agosto de 2008 sin llegar a soluciones, con heridas abiertas y opiniones contrastantes. De suyo, el Primado de la comunión anglicana, el arzobispo Rowan Williams, reconoció: “a lo largo de estos días que hemos estado juntos no hemos superado nuestros problemas ni hemos reinventado nuestra estructura, eso llevará tiempo”.
El 30 de julio, todavía dentro de la Cumbre de Lambeth, el cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, pronunció un extenso discurso titulado Reflexiones católicas-romanas sobre la comunión anglicana. En él dejó claro a las autoridades anglicanas la postura católica respecto a las divergencias que están siendo causa de una mayor división incluso dentro de la misma comunión: “Las iglesias de la comunión anglicana han ingresado en un periodo de disputas, ocasionado por la ordenación episcopal de una persona que vive en una relación homosexual llevada a cabo abierta y conscientemente, y por la autorización de ritos públicos de bendiciones para uniones homosexuales […] como ustedes bien saben, la ordenación de las mujeres al sacerdocio en varias provincias anglicanas ha complicado en gran medida las relaciones entre la iglesia anglicana y la católica”. Más adelante declaró: “Ha sido particularmente desalentador haber comprobado las tensiones crecientes en el interior de la comunión anglicana. En varios contextos, los obispos no están en comunión con otros obispos. En algunos casos, las provincias anglicanas ya no están en comunión plena con cada una de las otras”.
Un vistazo rápido y general a las resoluciones tomadas en anteriores Cumbres de Lambeth evidencian el deseo de ajustarse a la ideología dominante del momento: mientras en la sexta conferencia (1920) hubo una dura condena a la utilización de métodos anti conceptivos, en la séptima conferencia (1930) se aprobó su uso. En la octava conferencia (1948) se prohibió la ordenación de mujeres por ser contraria a la tradición y al orden de la comunión anglicana. Pero en la décima conferencia (1968) se recomendó la ordenación de diaconisas para, en la duodécima conferencia (1988), dar libertad a cada provincia anglicana para tomar sus propias decisiones respecto a la ordenación de mujeres “sacerdote”. Finalmente, en la décima tercera conferencia (1998) se pidió respeto a la ordenación de mujeres “obispos” según lo viera conveniente cada provincia anglicana. En esa misma conferencia se calificó a las prácticas homosexuales como “incompatibles con la Escritura” aunque los acontecimientos referidos anteriormente contradicen la resolución.
Una gran parte del origen del problema se hace más lúcida al profundizar en lo que buena parte del clero anglicano piensa. En julio de 2002, el Christian Research presentó el informe estadístico titulado Cost of Conscience. En él se analiza las creencias del clero anglicano masculino y femenino tomando como punto de referencia las afirmaciones del Credo (idéntico al nuestro) rezado en los oficios anglicanos.
¿Cuáles eran los resultados? En el Espíritu Santo cree un 77% de los sacerdotes anglicanos y el 74% de las sacerdotisas; en Dios Padre cree el 83% de los sacerdotes y el 74% de las sacerdotisas; en la Trinidad cree el 78% de los sacerdotes y el 70% de las sacerdotisas. En las referencias a Jesucristo los porcentajes son más contrastantes: el 53% de los sacerdotes cree que Jesús es el único camino para ser salvado mientras que las sacerdotisas sólo lo creen en un 39%; ¿Jesús nació de una madre virgen? El 33% de las sacerdotisas lo creen mientras que los clérigos varones opinan lo mismo en un 58%. Sobre la resurrección de Jesús, sólo el 68% de los sacerdotes anglicanos y el 53% de las sacerdotisas, lo creen.
Una consecuencia: los creyentes que vuelven a la unión con la Santa Sede
A mediados de julio de 2008 The Daily Telegraph informó que el obispo anglicano de Ebbsfleet anunció que tanto él como su feligresía dejarían el anglicanismo para ingresar en la Iglesia católica. La decisión del obispo Burnham estuvo motivada por la decisión del sínodo de York que abre paso a la ordenación de mujeres como obispos.
El 16 de junio de 2008, The Times reportaba que medio millar de sacerdotes anglicanos estarían dispuestos a abandonar la iglesia de Inglaterra en caso de que ésta no permitiera vetar en ciertas parroquias a “mujeres obispos”. The Daily Telegraph aumentaba el número hasta mil trescientos clérigos.
Ya en octubre de 2007, el semanario The Irish Catholic informaba que tres parroquias de tradición anglicana de los condados irlandeses de Down, Tyrone y Laois, del así llamado “rito tradicional”, habían solicitado ser recibidas formalmente en la Iglesia Católica. No eran las únicas. Al menos 95 parroquias de Estados Unidos, 1 de Puerto Rico, 1 de Nicaragua, 43 de Canadá, 31 de Sudáfrica, 1 de Nueva Zelanda, 22 del Reino Unido, 16 de Oceanía, más las tres irlandesas, completaban el bloque que suma a más de 400.000 creyentes inconformes por el desafío a las enseñanzas de las Escrituras y de la Tradición en temas como la ordenación de mujeres, el caos doctrinal, obispos y clérigos activistas homosexuales, ideología del género y desprecio de la liturgia. La cifra incluye no sólo a fieles sino también a clérigos y obispos.
Según un comunicado de la Comunión Anglicana Tradicional de octubre de 2007 (TAC por sus siglas en inglés, en www.acahome.org/tac/index.htm), “El colegio de obispos de la Comunión Tradicional Anglicana, se reunió en sesión plenaria en Porsmouth, Inglaterra, en la primer semana de octubre de 2007. Los obispos y vicarios generales, unánimemente acordaron el texto de una carta a la sede de Roma buscando la unidad plena, corporal y sacramental. La carta fue firmada solemnemente por todo el colegio, y confiada al Primado y a dos obispos elegidos por el colegio para que se presentase a la Santa Sede. La carta fue cordialmente recibida en la Congregación para la Doctrina de la Fe. El Primado de la TAC ha acordado que ningún miembro del colegio concederá entrevistas hasta que la Santa Sede haya considerado la carta y haya respondido”.
Por su parte, el cardenal Levada, prefecto de Congregación para la Doctrina de la Fe, ha juzgado como muy positiva la petición de los obispos, pastores y fieles de la TAC en la carta que el 5 de julio de 2008 escribiera al Primado, el arzobispo John Hepworth. Y es que tanto la Comunión Anglicana Tradicional como la Forward in Faith –Fif– se han manifestado dispuestas a firmar y aceptar el texto del Catecismo de la Iglesia Católica significando así que su pretendida adhesión corporativa a la Iglesia católica no se da únicamente como rechazo a algunos aspectos del anglicanismo cuanto de la voluntad de estar en comunión con el Papa. Ya con anterioridad, el 9 de octubre de 2007, el cardenal William Levada había recibido a representantes de la TAC y de Fif en la sede de su dicasterio en el Vaticano.
Ciertamente, el número de personas que buscan la comunión con Roma es elevado en esta ocasión. Pero el goteo continuo de fieles que han dejado el anglicanismo huyendo del liberalismo moral, de la mala liturgia, buscando la belleza de la plenitud de la verdad, ha sido y sigue siendo una realidad.
Tras la determinación de “ordenar” sacerdotisas a mujeres, el antiguo obispo anglicano de Londres, Graham Leonard, y su esposa, se convirtieron al catolicismo en 1995. También son conversos recientes del anglicanismo los ex ministros John Gummer, Ann Widdecombe y Tony Blair. El año pasado fue recibida en la Iglesia católica la esposa del obispo anglicano-irlandés de Tuam-Killala.
A raíz de la resolución del sínodo de la iglesia anglicana sobre la “ordenación episcopal de mujeres”, la oficina de prensa de la Santa Sede hizo público un comunicado del Pontificio Consejo para la Unidad de los cristianos. En él afirmaba que “hemos recibido con pesar la noticia del voto de la iglesia de Inglaterra que abre el camino a la introducción de la legislación que lleva a la ordenación de mujeres en el episcopado”. Y más adelante señala: “Una decisión así significa un desgarre en la tradición apostólica mantenida por todas las iglesias del primer milenio, y por este motivo un ulterior obstáculo a la reconciliación entre la Iglesia católica y la iglesia de Inglaterra”.
Perspectivas de trabajo en el diálogo católico-anglicano
La fragmentación en el seno del anglicanismo hará más difícil individuar con qué parte de la Comunión Anglicana podrá dialogar la Iglesia católica. No obstante, “la Santa Sede estaría dispuesta a abrir un nuevo diálogo con los anglicanos que, decepcionados por las decisiones recientes, decidan eventualmente separarse de la actual comunión anglicana”, como declaró el cardenal Walter Kasper en la Cumbre de Lambeth.
La Declaración firmada conjuntamente por el arzobispo anglicano de Canterbury. R. William, y el Santo Padre, ha reafirmado la necesidad de reconocer que los retos representados por los nuevos desarrollos, además de ser una fuente de divisiones para anglicanos, presenta serios obstáculos para el progreso ecuménico.
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