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La revolución servida

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La situación está que arde. Solo falta un cabecilla loco que ponga de acuerdo a todos los locos, porque locos los hay para dar y vender. Bastará que el cabecilla alzado acabe de lavar los cerebros con esa demagogia que en los últimos años corre por las venas de esta nuestra sociedad desquiciada.

Las acusaciones de bastardía son ya en fuego cruzado. Uno le tira la culpa al otro. Los más enfermos mentales son los que les tiran las culpas a los más serenos buscadores de conexión y entente, llamándoles locos aquellos a estos. ¡He ahí la anarquía!

Que los acusadores están enfermos (aun si son “personajes” globales) salta a la vista por sus meros movimientos físicos, pero sobre todo por sus jugadas rastreras desproporcionadas e injustificables para toda mentalidad ética y equilibrada, con las que a todas-todas pretenden embaucar a los “locos”, para posteriormente llevarlos al matadero. Ya avisa Orwell en 1984 que “no se establece la dictadura para salvar la revolución, sino que se hace la revolución para imponer la dictadura”. Los “locos” son siempre los otros.

No se hace una revolución porque sí, pero a priori tampoco se desea. A nadie le conviene la Tercera Guerra Mundial, todos perderíamos; pero estamos comprobando hasta físicamente que cuando el agua se sale de su cauce, arrasa con todo lo que a su paso encuentra. Es ley de vida. Y la vida la estamos complicando nosotros. Las ideas se salen de madre más fácilmente. Tanto, que cada día, a cada momento el fuego abarca más y prende más profundo.

Leí ayer en el estado de WhatsApp de un contacto mío que decía algo así: “Va uno y le pregunta a otro: ‘¿Cómo te ves dentro de cinco años?’ Y el otro le contesta: ‘Mira, estoy tratando de ver si llego vivo a diciembre. Así que no me presiones’”. Así estamos: que no sabemos si llegaremos a mañana. Es positivo que de una vez tomemos conciencia de que dependemos de Dios, pero nos duele el alma cuando el advertirlo nos es involuntario. ¡Despertemos! Está bien claro que Dios nos está advirtiendo de un mal mayor, que −con nuestra fuerza de voluntad aplicada a la hermandad en nuestro Padre− aún podemos evitar. El problema añadido es que hoy pocos ya creen en Dios… o se le someten a su Ley de Amor.

Cada uno tiene lo que hace

La vida es dura para todos, ciertamente. Pero la verdadera revolución no está en subvertir el mundo a nuestra voluntad, sino en recapacitar un poco y estudiar A FONDO las claves para salir de esta situación adversa que nos atenaza globalmente, en la cual parece como si la libertad del otro coartara la nuestra, cuando en realidad es nuestra propia libertad mal entendida la que nos está atando de pies y manos a nosotros mismos. Aceptando al otro conseguiríamos la hermandad que todos −de un modo u otro− deseamos, porque es una llamada de nuestra especie, establecida de antemano por nuestro Padre. ¿Por qué no bajarán del burro los saboteadores que van a la suya? Por orgullo.

Hemos dictaminado y dictaminamos que cada uno puede hacer lo que le pasa por las narices, centrada su “atención plena” (dice la nueva moda) en su obligo, con lo cual no vemos la realidad como es, sino un espejismo que nosotros mismos generamos con eso que ahora −descubierto el Paraíso− llaman “vibraciones de los chacras”, que en realidad no son más que la fuerza de voluntad que cada uno le pone en aplicarse a su existencia con mirada a largo plazo.

Antes, la fuerza de voluntad movía el mundo; ahora, lo destroza. ¿Por qué? La mal llamada libertad actual no es la auténtica fuerza de voluntad, porque parte de una concepción del término mal concebida y mal aprehendida, y así esa libertad impostora se convierte en una fuerza que cada uno impone al otro, con lo cual acabamos todos endiablados.

Vistas así las cosas, ¿cuál será la gran filosofada del cabecilla que nos someta? Precisamente esta: “¡Eres libre, no te dejes someter!”. Y así, con toda la aquiescencia de casi todas las voluntades del planeta, acabará bloqueándonos a todos (buenos y malos), por cuyo destripe sobrevendrá una falsa gran paz, basada en el brutal radical ignoramiento del prójimo que piensa distinto, eso es, en la imposición de una libertad condicionada, no desde la Verdad sino por la Mentira, tras la cual, debido a su propia dinámica, todo estallará. ¿Es eso lo que queremos? Pensémoslo, aún estamos a tiempo. (Solución: que cada uno haga lo que debe).

Twitter: @jordimariada

No vemos la realidad como es, sino un espejismo que nosotros mismos generamos con eso que ahora llaman “vibraciones de los chacras” Share on X

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