Celebramos la Resurrección del Dios hecho hombre, Jesús. Un evento que concierne a creyentes y no creyentes ya que ha determinado de una forma decisiva la humanidad.
Aquel que anunció el Evangelio en los confines del mundo, que escogió a los olvidados de la sociedad para hacer llegar su mensaje de vida, había resucitado, marcando así un antes y un después en la historia de los hombres. Aquel humilde carpintero provocó que los más poderosos bajaran del sóleo y se postrasen ante Aquel a quien humanamente habían rechazado.
La Resurrección es el hecho más importante de la historia. La oscuridad fue vencida por la luz, el anhelo de eternidad de la persona fue saciada por Jesucristo cuando mostró a los hombres para que habían sido creado. La Revelación había terminado.
La acción humana no tiene sólo repercusión en este mundo, sino también en el que vendrá. Un Mundo que reclama de nosotros un único peaje, el amor. Un amor que ha sido instalado en el corazón de todos los hombres desde la propia creación y que Jesús nos ha hecho descubrir. Todas las personas sabemos, sea cual sea nuestra condición, que hemos sido hechos para querer y ser queridos. Antes de Jesucristo, este anhelo tan humano no se había podido completar. Aquellas virtudes que nuestro corazón intuía ahora toman una dimensión completa. Todo toma sentido. Jesús con su vida, con su pasión, muerte y resurrección nos ha sacado la vena de nuestros ojos. Ahora entendemos la persona, ahora comprendemos la propia vida.
¡Qué alegría que el Dios que nos gobierna quiera ser nuestro Padre y que nos haya dado también una Madre, su propia Madre, qué Madre!
Feliz la humanidad de haber entendido que el anhelo de eternidad tiene un sentido, una respuesta y esta respuesta es la fe, la esperanza y la caridad. Dichosos somos de vivir en un mundo en el que todo toma sentido cuando reconocemos al Padre y en él aquel amor que siempre hemos anhelado y ahora se nos ha revelado. Qué alegría poder por fin descansar nuestro cuerpo sediento en el pecho de nuestro Padre.
¡Aleluya! Porque Él ha resucitado ha vencido la muerte para nosotros. ¡Aleluya! porque la persona ya no deambula sin rumbo por esta vida, sino que camina hacia la eternidad anhelada desde la creación. La humanidad ha encontrado por fin la respuesta.
La acción humana no tiene sólo repercusión en este mundo, sino también en el que vendrá. Share on X