Tras la aprobación parlamentaria de la ley que autoriza el recurso a la eutanasia en España, numerosas voces se han alzado alertando de la peligrosa pendiente resbaladiza por la que podemos deslizarnos. “¡Menuda patraña, “pendiente resbaladiza! -es la respuesta más común cuando se advierte de ese peligro- ¿Pues no están cuidadosamente prescritas las rigurosas condiciones que deben cumplirse antes de dar muerte a quien lo pida?” La realidad es que la pendiente resbaladiza en un fenómeno real y bien conocido, y hemos podido verlo en España a propósito del aborto provocado: al año de la despenalización en España fueron abortados el 3,79% del total de embarazos (abortos más nacimientos); diez años después era ya el 14,07%, y el año pasado supuso el 27,49%. Algo semejante se observa en otros casos en los que se ha cruzado eso que llaman los juristas “la encrucijada sangrienta”: la aprobación de leyes que matizan el derecho a la vida: aborto, eutanasia, pena de muerte…
Tenemos ejemplos de ello en todos los estados que han consentido despenalizar la eutanasia:
-En los Países Bajos la eutanasia se legalizó en 2002 con severas restricciones (sufrimiento insoportable e intratable, pronóstico ominoso inminente, solicitud insistente del enfermo,); en 2005 ya causó el 1,7% de todos los fallecimientos, y el 0,4% de ellos se había llevado a cabo sin petición expresa del afectado-. El número total en 2008 no llegaba a 2.000 (aunque, según la revista médica “The Lancet”, las no solicitadas alcanzaban ya el 0,8%); pero en 2017 se relajó la definición de “sufrimiento insoportable” y el número de muertes alcanzó los 6.600, suponiendo el 4,6% de los fallecimientos (el 1,4 %, sin petición expresa).
-En Bélgica se legaliza en 2002, con las mismas condiciones; en 2008 se extiende a las personas con problemas psiquiátricos, y en 2014 Bélgica se convierte en el primer país del mundo que aplica la eutanasia a los menores sin límite de edad. Según la revista “Journal of Medical Ethics”, en 2015 las eutanasias no solicitadas en mayores de 80 años ya suponían el 52,7% del total. Que las personas mayores y los enfermos crónicos que se lo pueden permitir cruzan la frontera cuando no se encuentran bien no es una leyenda.
-La Corte Suprema del Canadá legalizó la eutanasia en 2015, con unos requisitos equivalentes a los de estos países. Pero algunos pacientes que no los cumplían dejaban de comer para entrar en ellos; eso se consideró “demasiado cruel” y condujo a la eliminación de los requisitos. Al acabar el primer año, la eutanasia era ya responsable del 0,9% de los fallecimientos totales en el Canadá (algo que Bélgica sólo alcanzó al cabo de 8 años); hoy está en el 2%. En enero de este año el Centro Médico Irene Thomas, que proporciona cuidados paliativos a los enfermos de mayor gravedad del Canadá, se ha visto obligado a cerrar y a despedir a todos sus empleados porque se resiste a eliminar a sus pacientes con la eutanasia. Su directora declaraba: “Hoy en día, en el Canadá, la eutanasia se puede obtener en todas partes. Se puede morir en los parques, en las montañas, en casa, en el hospital. Nosotros no ofrecemos la eutanasia porque es incompatible por definición con los cuidados paliativos que nosotros ofrecemos a la comunidad. Pero la eutanasia es ya una ideología. ¿Dónde está la famosa libertad de opción?”.
La realidad, nos guste o no, es que toda ley introduce cambios en la sociedad, la moldea. Adoptar la actitud del avestruz y negar la evidencia no mejora la situación. Y los cambios que introducen estas leyes de la “encrucijada sangrienta” no son para que nadie se sienta tranquilo.
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