Barcelona acaba de celebrar las fiestas de su patrona, Nuestra Señora de la Merced. Precisamente la Ciudad Condal es el lugar de la fundación de la Orden de la Merced – oficialmente Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos -, justo hace ahora 800 años, así como el lugar de nacimiento de su fundador San Pedro Nolasco. Nacida para el rescate de cautivos cristianos en manos de musulmanes, hoy sigue desempeñando una extraordinaria labor en las cárceles, asistiendo a los presos.
La Orden nace en el contexto de la Reconquista por parte de los reinos cristianos del solar patrio frente al dominio musulmán, una empresa que como es bien sabido, llevó más de siete siglos de batallas y razzias, en las que era frecuente la captura de cautivos por parte de ambos bandos, que eran reducidos a servidumbre. A las autoridades cristianas y a la propia Iglesia, les preocupaba la suerte de los cautivos cristianos, por lo que se llegaron a ofrecer indulgencias a quienes protegieran a los cristianos de las incursiones sarracenas.
Es entonces cuando Pedro Nolasco, natural de Barcelona (1.180 – 1.245) y de quien apenas sabemos que era mercader de telas, se siente concernido por la suerte de sus hermanos de fe y vende sus posesiones para dedicarse a rescatar cautivos. Apenas diez días después, el 1 de agosto de 1218, se le aparece la Virgen María animándole en esta empresa. El mismo día, reciben igual mandato de Nuestra Señora, el Rey de Aragón Jaime I el Conquistador, y el confesor del fundador de la Orden, San Raimundo de Peñafort. Los tres se reúnen poco después en la Catedral de Barcelona, compartiendo su visión mariana.
San Pedro Nolasco se lanza definitivamente a la nueva empresa, fundando una orden dedicada a la “merced”, con la Virgen bajo la advocación de la Merced o Virgen Redentora como patrona, y añadiendo a los tradicionales votos de pobreza, castidad y obediencia, el de liberar a los más débiles en la fe. Ese compromiso se llevó al extremo de que, a menudo, sus miembros canjearán sus vidas por la de presos y esclavos.
La Orden de la Merced, reconocida en 1.235 por el Papa Gregorio XI, quien le otorgó la regla de San Agustín, pronto (1.265) tuvo sus primeras monjas mercedarias, inspiradas por Santa María de Cervelló.
La Orden, integrada por religiosos y caballeros, se distinguió en las conquistas del Reino de Mallorca (1.229) y en la del de Valencia (1.238), dando cuenta de sus méritos el Rey Alfonso X de Castilla, yerno de Jaime I el Conquistador, en sus Siete Partidas.
Los mercedarios continuaron con su misión de rescate de cautivos cristianos en tierras musulmanas hasta mediados del siglo XIX. A partir de entonces, reorientaron su labor, centrada en la asistencia a presos en centros penitenciarios. Una labor que es objeto de general reconocimiento.