Creo que le haría un flaco favor a mis sufridos y admirados lectores si no fuera capaz de transmitirles la realidad de los aconteceres que un día sí y otro también, protagonizan los ministros y ministras del gobierno que tenemos la paciencia de padecer, encabezados por el radical peronista Pedro Sánchez.
Hoy toca hacer una referencia al ministro que dice velar por la salud alimentaria de todos los españoles, el malagueño Alberto Garzón. Inmerso como está en la batalla cultural de las ideas al más puro estilo Gramsciano –Errejón toma nota-, se le ha ocurrido sentenciar que las flatulencias de las vacas (pedos en lenguaje de nuestro inolvidable Camilo José Cela) contaminan más que los coches.
Si a ello le unimos que las heces de los cerdos son también peligrosamente contaminantes, (sic) nos encontramos con el grave problema de qué hacer para contener los pedos de cerca de siete millones de vacas en España o los excrementos de más de veintiocho millones de cerdos que conforman la cabaña española de uno y otro ganado, según datos del Ministerio de Agricultura.
La solución nos las da el comunista Garzón. A la pesadilla de las mascarillas, de la tasa de incidencias acumuladas, de las variantes del virus o de los indultos de la cabaña independentista, hay que sumar ahora la vigilancia a la que estaremos sometidos por la policía alimentaria para impedir que los españoles podamos disfrutar de un buen chuletón de vaca gallega o de un cochinillo segoviano.
En el fondo el ministro Garzón, al que le auguro menos porvenir que a un vegano con indigesta de jamón de bellota, ha demostrado tener un ramalazo de buen cristiano. Nos recomienda prolongar la abstinencia de carne más allá de Cuaresma y Semana Santa, cosa que es muy de agradecer o quizás sea que es más aficionado a consumir las deliciosas raciones de gambas de su tierra malagueña o las abundantes mariscadas de las que han disfrutado en Andalucía algunos de sus compañeros sindicalistas a costa de los ERES.
Sr. ministro, sea por una vez sincero y honesto consigo mismo y reconozca que le han regalado una cartera colegial con lápices de colores y un cuaderno para que se entretenga pintando hasta que el divino Sánchez se la expropie. Si se aburre, déjenos al menos que podamos disfrutar de lo poco que nos va quedando a los españoles, la buena mesa y el poder saborear junto a un buen vino, un hermoso solomillo de nuestra bendita tierra española. No haga bueno al refranero español que dice que “cuando el diablo no tiene que hacer, con algo se tiene que entretener”.
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La perfección no existe en este mundo, ni siquiera en el mal; y así hasta el más tonto puede decir o hacer alguna vez algo sensato y el peor algo bueno, y viceversa… Es el caso del ministro Garzón, que por una vez ha dicho algo que tiene pies y cabeza. La producción de carne es perjudicial en muchos aspectos:
– Exige un consumo de agua muchísimo mayor que el cultivo de vegetales, algo que para un país como España, con sequías casi crónicas y en un evidente proceso de desertización, es de importancia vital.
– En Sudamérica, por ejemplo, la producción de carne a precios «competitivos» para la exportación provoca la pérdida continua de bosques vírgenes y zonas húmedas para ganar pastos. Éstos, por otra parte, tienen una vida corta, ya que la sobreexplotación y las características de aquellos suelos los hacen poco aptos para ese fin, lo que conduce a la desertización.
– Se puede reír mucho del argumento relativo a los gases intestinales y las heces del ganado, pero la cosa no es broma. Si no, visiten Uds. una «fábrica de carne», donde los animales se «producen» en masa en naves industriales y comprueben cómo huele. Luego multipliquen esas emisiones por miles de millones, pues criaderos cómo estos los hay incontables en todo el mundo y sus emisiones no se interrumpen nunca.
– Para la salud humana el consumo de vegetales es más conveniente que el de carne, que como mínimo debería ser muy moderado. Argumentar al respecto sería ocioso, la cosa es de dominio público.
– Por último, un argumento que cualquier cristiano debería tomar más en serio que ningún otro. El sufrimiento animal es injustificable. La criatura no humana es también hija de Dios y por Él querida. No en vano vio Dios que lo creado era bueno, como dice el Génesis. Indiscutibles estudios científicos de etología y fisiología han demostrado en las últimas décadas hasta qué punto el animal siente, piensa, tiene capacidad de amar y sufrir, etc. No saberlo es ignorancia, no reconocerlo es necedad, no sacar consecuencias morales es perverso egoísmo. S. Pablo (Romanos 8,22) nos habla del sufrimiento de todas las criaturas que anhelan la Redención, mientras que S. Juan (Apocalipsis 5,13) nos enseña cómo todas ellas reconocen y adoran a Dios. Esto debería bastarnos para tratarlas mucho mejor.
En la forma de atacar (que no de argumentar) del Sr. Hernández es imposible reconocer un atisbo de cristianismo, más bien todo lo contrario. Da la sensación de que, sobre todo, hay aquí un déficit de conocimientos de la materia y de la prudencia debida en tales casos. De todos modos, su no demasiado elegante ni gracioso humor nos recuerda, a quienes tenemos cierta edad y experiencia, a las pretendidas sátiras políticas del adversario típicas del comunismo y del peronismo. Su hedonismo, su populismo, su suficiencia, su frivolidad son idénticos a los que caracterizan el discurso demagógico y descerebrado de la neoizquierda que critica. Tristísimo.
Very good.