Sigo creyendo que la forma de «neomojigatería» liberal que recibe el nombre, decididamente engañoso, de «corrección política» es uno de los factores culturales decisivos de la época presente, decisivo y enormemente sobrevalorado. De hecho, en nombre de sensibilidades y presuntos derechos inventados día a día por minúsculos grupos de interés, agresivos e influyentes, se ha creado una situación en la que, literalmente, todo vale.
La más reciente aparición de este tipo es el derecho a reescribir la literatura según los estilemas educativos del momento. Ésta, sin embargo, es solamente la guinda de un contexto donde en una pléyade de temas es necesario expresarse practicando el salto de obstáculos entre trampas verbales listas para atrapar a cualquiera en una burbuja de desprestigio.
Quien no entra en el juego de las reverencias y las genuflexiones ante esta subcultura paranoica, limítrofe con la enfermedad mental, arriesga mucho, sobre todo en los sectores influyentes de la sociedad (el académico, el periodístico, etc.). Este mecanismo convierte a esta subcultura en mucho más influyente de lo que se podría imaginar teniendo en cuenta su representatividad numérica.
Hoy, mientras la escuela proporciona cada vez menos conocimientos, la posición central entre las «competencias» fundamentales que se inculcan está ocupada por montañas de prohibiciones conformes a la corrección política.
La enseñanza implícita, pero fundamental, en este adoctrinamiento ininterrumpido es que no existe más un «nosotros», ni tiene derecho a existir. Existe sólo una pluralidad de idiosincrasias paranoicas cuya «sensibilidad» única e irreductible debe ser respetada en las formas y modalidades, constantemente actualizadas, que son comunicadas.
A cada uno se le enseña implícitamente a concentrarse 24 horas al día en cómo habría podido ser ofendido, en cómo podrían haber sido violados los límites de su entorno personal y en cómo podría capitalizar su propia victimización adquiriendo una relativa ventaja momentánea sobre los demás.
Para la generación que ahora está creciendo se prepara el reino incipiente de la soledad ontológica absoluta, en el que la acción colectiva será inconcebible y donde las únicas relaciones posibles y no agobiantes serán las que se establezcan con «Alexa» y demás ingenios semejantes.
(Traducción del italiano: Juan Messerschmidt)
A cada uno se le enseña implícitamente a concentrarse 24 horas al día en cómo habría podido ser ofendido, en cómo podrían haber sido violados los límites de su entorno personal Share on X