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La Navidad ha encontrado un nuevo enemigo: el dióxido de carbono

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Dentro de ciertos medios de comunicación orquestados, donde el afán de destruir se mezcla con el desprecio por las tradiciones y la fe, la Navidad ha encontrado un nuevo enemigo: el dióxido de carbono.

Según el Guardian, el día de Navidad en el Reino Unido se convierte en una apocalipsis ambiental, con emisiones que multiplican por 23 las de un día cualquiera. Y claro, los culpables somos nosotros: los que encendemos luces, intercambiamos regalos y celebramos cenas familiares.

Qué sorpresa, ¿no? Los mismos que nos venden sostenibilidad como religión, ahora nos dicen que la celebración del nacimiento del Niño Dios está en guerra con el planeta. Pero no, nos confundamos: esto no es una caridad ecológica.

Dios se hizo hombre

La Navidad es mucho más que regalos y guirnaldas. Para quienes vivimos nuestra fe, es el recordatorio del misterio más grande: que Dios se hizo hombre para salvarnos. Pero eso no vende.

Es más fácil tratar de reducir la Navidad a un «carnaval de consumismo», como dice el Guardian, y lanzarle piedras.

Que si las luces consumen energía, que si los regalos generan residuos, que si las cenas son un exceso. Todo bajo la excusa de proteger el medio ambiente, pero sin una palabra sobre las verdaderas fuentes de la crisis climática. Es más cómodo señalar al ciudadano común y, de paso, minar las tradiciones y la fe que nos une.

Del pesebre al apocalipsis ambiental

El problema no es solo que nos digan que la Navidad destruye el planeta. Es el tono condescendiente y un poco de Grinch ilustrado que lo acompaña. En 2014, este mismo periódico soltó otra joya: un artículo titulado Es tiempo de hacer una verdadera guerra al Navidad. Según el autor, la Navidad no es más que una fecha arbitraria en el calendario, un carnaval de consumismo y frustración.

La narrativa es siempre la misma: nosotros, pobres mortales, somos los culpables de todo, desde la contaminación hasta el calentamiento global. Y si queremos redimirnos, mejor deshagámonos de nuestras raíces.

El espíritu de la Navidad 

Es evidente que el consumismo en Navidad tiene sus sombras. Pero reducir la Navidad a un festival de CO₂ es absurdo. La verdadera sostenibilidad no es prohibir las luces del árbol ni renunciar a los villancicos.

Se trata de repensar cómo vivimos, pero sin perder lo que nos conecta, lo que nos da sentido.

Y aquí está el truco: mientras te sermonean sobre tus tradiciones familiares navideñas, nadie se detiene a cuestionar los sistemas realmente responsables de la crisis ambiental.  Porque es más fácil culpar a tu chocolate caliente en familia que al sistema.

La Navidad no es perfecta, como tampoco lo somos nosotros. Pero eso no significa que deba convertirse en el chivo expiatorio de todas las agendas. ¿Qué podemos celebrar con más conciencia? Por supuesto. ¿Qué debemos renunciar a ella porque alguien con chaqueta de lana orgánica lo diga? Ni de broma.

Dar algo a los demás por Navidad —aunque sea un libro envuelto en papel reciclado— es una expresión de amor, de comunión, de lo que significa el nacimiento de Cristo. No se trata del valor del objeto, sino del gesto. ¿Es eso lo que tanto molesta? ¿Qué todavía haya quienes encuentran en la Navidad una ocasión para dar, para compartir, para recordar que no estamos solos?

El grito de la modernidad vacía

Más que una crítica ambiental, lo que está en juego aquí es el vacío existencial de una sociedad que ha olvidado a Dios. Cuando un medio como el Guardian se atreve a decir que la Navidad no es más que una «fecha arbitraria en el calendario», revela mucho más de sí mismo que la fe que ataca.

Porque la Navidad no es arbitraria. Es el cumplimiento de una promesa, la encarnación de un amor que trasciende el tiempo y las modas.

Pero claro, en una sociedad que vive obsesionada con la inmediatez y el consumo, ese mensaje resulta incómodo. No porque la Navidad sea realmente dañina para el planeta, sino porque nos recuerda algo que muchos prefieren ignorar: que hay algo más grande que nosotros. Algo que no puede medirse en términos de huella de carbono ni empaquetarse en políticas sostenibles.

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