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La medicina del tacto

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Tocar a una persona provoca un modo peculiar de comunicación, nos pone en contacto con ella de un modo especial, como entrelazando a la vez cuerpos y almas, nuestra dimensión física y aquella trascendental. Dos dimensiones inseparables de nuestra vida, por más que Descartes y todo el pensamiento posterior han intentado separarlas y enfrentarlas.

Hace 2 o 3 años pensábamos que, después del golpe causado por la aparición del COVID-19, íbamos a recuperar con gran fuerza la presencialidad, la cercanía física, la corporalidad. ¿Ha sido así? Muchos pensamos que el balance general se inclina cada vez más hacia la respuesta negativa. Cada vez hay más virtualidad en el trabajo, en las relaciones personales o familiares, en las mismas relaciones humanas. No hay que demonizar la tecnología, pero sí aumentar la vigilancia: en educación, por ejemplo, ya se está recuperando la materialidad de los libros y las actividades físicas. Es importante tocar los libros, tocar los cuadernos, tocar a las personas.

El sentido del tacto es el más externo y material de los sentidos, el más básico, además del que está más extendido en nuestro cuerpo. Es el cimiento de los demás sentidos, del conocimiento más elevado y del mismo desarrollo vital. Nos permite subir en la escala de las relaciones humanas, de la amistad, del amor. Nos ayuda a crecer en humanidad. Pero a la vez nos recuerda nuestra unión con la realidad física, concreta, tangible.

Cuentan que una araña vanidosa ató un fuerte hilo a la rama de un árbol. Bajó por él, y empezó a tejer su maravillosa tela de araña. Después de trabajar duro se recostó para contemplar su maravillosa obra. “Qué bella, aunque aquí hay un hilo que sobra”. Cortó ese hilo que parecía estar fuera de lugar, un hilo tosco y poco cuidado. Pero era el hilo que mantenía la tela de araña atada a la rama del árbol. La bella tela de araña cayó al suelo, desbaratándose totalmente. Ese hilo tosco que nos ata a nuestra corporalidad es el tacto, y no podemos olvidarnos de él sin que caiga toda nuestra humanidad.

De ahí brota su importante papel, también la medicina. No somos meros cuerpos funcionales, que hay que arreglar igual que el motor de un coche. Somos algo más, aunque el “arreglo” físico también tiene su papel.

Dentro de la medicina, muchos opinamos que los cuidados paliativos es la medicina más humana, más sublime. No pretendo minusvalorar el resto de las especialidades, que también tienen su importancia y su papel. Pero en los cuidados paliativos se toca de una manera especial a toda la persona, cuerpo, espíritu, relaciones, familia, anhelos, miedos… Hace pocos años, buscando una imagen significativa de los cuidados paliativos, busqué en internet “cuidados paliativos”. Es significativo las imágenes que muestran: en todas aparecen personas tocándose, manos entrecruzadas. Es una de las claves de la medicina paliativa: el tacto, el contacto físico, el cuidado. Está también la parte física, por supuesto, pero sin olvidar nunca está esencia del contacto físico.

Una medicina al alcance de todos

Esta medicina tiene grandes ventajas; una de ellas, que está al alcance de todos y no necesita receta ni prescripción médica. Es además una medicina que ayuda tanto al paciente como al cuidador, y tanto al enfermo como al sano (mejor dicho, al que no tiene ninguna enfermedad grave en ese momento). Cuántas discusiones, cuánto malestar, se ahoga porque en sus inicios hubo una caricia, un abrazo, un contacto físico. Y cuánta tristeza se expresa, también libremente, cuando hay una caricia y un consuelo en quien está delante del enfermo, o del agobiado, o del atribulado.

Es además una medicina que necesitan tanto los pacientes como los médicos, o los cuidadores, enfermeros y otros sanitarios. Cuántos cuidadores curan, con este contacto, a las personas mayores, en su casa o en una residencia. Es una curación que va más allá de lo médico, que no tiene por qué excluir la medicina convencional, los medicamentos, pero que potencia humanamente su eficacia. Y recalco la potenciación humana porque quizás el cáncer o la demencia ya no se puedan curar, pero el enfermo será cuidado humanamente. También estos cuidadores, expertos en la medicina del tacto, necesitan recibir buenas dosis de esa misma medicina, por parte de los responsables de la residencia, de los familiares, de los amigos. El cuidado de los médicos y cuidadores redunda en beneficio de todos.

Tocar a una persona provoca un modo peculiar de comunicación, nos pone en contacto con ella de un modo especial, como entrelazando a la vez cuerpos y almas, nuestra dimensión física y aquella trascendental. Share on X

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