El Discurso que el Papa Francisco dirigía, previo a la Navidad, a la Curia Romana bien podría resumirse en el siguiente titular: “la madurez de la vida cristiana”. Con tanta dosis de realismo como de esperanza, el Papa miraba de frente las aflicciones que hoy aquejan a la Iglesia. Entre ellas abordaba con detenimiento los abusos de poder, sexuales y de conciencia, la infidelidad de quienes traicionan su consagración para sembrar la cizaña de la discordia. Combatir esa corrupción espiritual para que resplandezca la luz de Cristo, es tarea de todos. Pero en el discurso del Papa no dejaba de brillar el trigo abundante que crece en el campo de la Iglesia: el Sínodo de los jóvenes, las reformas en la curia, la transparencia en la toma de decisiones económicas. La Iglesia cuenta con nuevos Santos y beatos, con nuevos bautizados y consagrados, con nuevos matrimonios y con amplias redes de ayuda a los excluidos.
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