Como apuntábamos en el artículo anterior, nuestra lucha tiene lugar en la oscuridad de la noche, cuando todo se oculta, donde es fácil desanimarse. Sin embargo, hemos quedado en que tú sigues adelante. Sobre todo, ¡vayamos hermanados! Tendemos a ir a la nuestra. “La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió” (Jn 1,5), “La luz vino al mundo y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz” (Jn 3,19). Recuerda: Juntos, pero no revueltos.
Sé coherente. Vive de Dios, y deja el pensar del mundo. Debemos suprimir de una vez por todas la etiqueta de “este no es de los nuestros”, como vimos en el primer artículo de esta serie. Juntos, pero no revueltos. Sumando y no dividiendo. Juntos, pero no revueltos. Multiplicándonos, para llegar a todos los rincones de la Tierra. Juntos, pero no revueltos. Esa será la baza ganadora. Agarrados al Papa, la cabeza visible del Fundador de la Iglesia, el Hijo de Dios. “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18). “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Tú te pensabas que con el fregamiento del comercio mediático no llegabas a ninguna parte, pero por medio de esta circunstancia Dios te ha pulido, y tu perla lucirá como nunca (Cfr. Mt 13,45-46; Josemaría Escrivá de Balaguer. Camino. N. 20).
Tu idea –esa idea que tanto abrigabas en tu interior e intentabas poner a caminar–, lejos de ser aniquilada como tú temías, se habrá bruñido a golpes de contradicciones, con las asperezas de la vida y el mundo. Ahora, en el País de la Verdad, brillará como el sol, y hasta los desheredados acudirán a ti en busca de aliento y de consejo. “Vendrán de Oriente y de Occidente…” (Lc 13,29). Tu fama se habrá extendido por todo aquel que fue tu camino hasta el día de hoy. Tu originalidad se habrá enfrentado con el igualitarismo que pretendían los poderosos, que no habrán podido en su intento de arrasarla. “Y el poder del infierno no la derrotará” (Mt 16,18).
No nos engañemos. La lucha en nuestra época será especialmente ardua, lo vamos intuyendo…; pero será la época de más grandes santos (“Ciento cuarenta y cuatro mil sellados […] Estos son los que vienen de la Gran Tribulación”: Apc 7,4.14). Los granos de arena nos vamos amontonando y braseando bajo la cáustica luz del sol de esas olas de calor que nos matarán a todos. Lo decíamos ya: “Las estrellas caerán del cielo y…” (Mt 24,29; Apc 6,13-14). ¡No importa! ¡Jesús está con nosotros! Con nuestro testimonio es como encontraremos las fuerzas necesarias para sobrevivir a tan magna empresa, solo superable con la Palabra que nos acompañará en todo momento. “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). ¿Recuerdas?
Esto será así, sin duda, con amor y justicia aquilatados. Pero ten en cuenta que, si Él quiere, tu lucha, tu implicación en el desarrollo de tu idea, habrá sido en balde de cara al examen de la mundanidad: serás Don Nadie. Sin embargo, tu semilla –tu idea–, ya habrá sido por tus manos sembrada y Dios, tras tu nacimiento en la Bienaventuranza eterna, te dará –en la medida de su Amor y su Justicia– el premio eterno prometido a tu amor y tu justicia. El Creador habrá cumplido en ti (otro Cristo: “Ya no vivo yo, es Cristo que vive en mí”: Gál 2,20), recordando la Palabra dada por Su ángel a Simeón: “Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21).
Y hay más. Un día –el más inesperado– podrás ser recordado como el mártir que fuiste… y si aun entonces no lo eres, tu Dios amado te acogerá en su Seno con un abrazo inefable, te tomará de la mano y te dirá al oído: “Ten. Aquí tienes tu ansiado Encuentro: tu idea ha dado su fruto. Lo has soñado. Lo has luchado. Lo has encontrado. Ahora, ¡vívelo!”. …Y lo vivirás por los siglos de los siglos. ¡Amén! ¡Amén!
Tu idea –esa idea que tanto abrigabas en tu interior e intentabas poner a caminar–, lejos de ser aniquilada como tú temías, se habrá bruñido a golpes de contradicciones, con las asperezas de la vida y el mundo Share on X