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La Iglesia tiene un problema con la política

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A pesar de que los últimos papas han caracterizado la política como una de las más altas manifestaciones de la caridad cristiana, es evidente que los hechos demuestran que tal caridad escasea. Es así entre los cristianos porque es el resultado de que la propia Iglesia en España presenta un claro déficit conceptual y de acción en este sentido.

La Iglesia no se alinea políticamente con nadie porque no puede incurrir en un partidismo divisivo del pueblo de Dios. Esto es una evidencia. Es un gran problema añadido que nada de lo que está presente en la política de partidos refleje, en un grado suficiente, por una razón u otra, el sentido cristiano de la vida. Pero el resultado de todo esto no puede tener como consecuencia el silencio eclesial, y sobre todo el de los laicos ante la política practicada y las grandes propuestas que se formulan.

Porque esta omisión fragmenta al Pueblo de Dios, lo desconcierta, y convierte el legítimo pluralismo en atomizadora diáspora, dejando a los fieles en manos de las ideologías que instrumentalizan la fe. Los responsables de establecer el criterio de los cristianos en la vida pública no pueden ponerse de perfil, porque los problemas son demasiado grandes. No pueden limitarse a unos pocos temas cuando además estos ya son irreversibles desde el punto de vista de sus resultados políticos, como es el caso de la eutanasia, sino que deben mantener una formación de criterio continuada y deben estimular a los laicos para que actúen de manera organizada y transversal en la vida pública, de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia, y deben acompañarlos espiritualmente en esta tarea.

Existe el deber de evangelizar la política y concretar lo que esto significa, que en ningún caso puede confundirse con una actividad académica o meramente cultural. La evangelización incorpora estas dimensiones, pero es mucho más.

El resultado final es que cuando el cristianismo aparece en boca de algunos planteamientos en la vida pública, acostumbra a quedar reducido a una crítica descalificadora de lo que existe, planteada en demasiadas ocasiones en términos agrios o agresivos, y sin excesiva capacidad de demostrar la alternativa, que en la forma y en el fondo debe responder al testimonio cristiano. Y este no se produce cuando se reacciona desde el menosprecio y la descalificación del otro, porque ahí no está Jesús.

Hay que participar organizadamente como cristianos y por encima de las divisiones de los partidos en la política, porque ningún espacio puede sustraerse a Dios, es decir a Jesucristo, y esta respuesta se concreta en la consecución del bien común, de los bienes comunes. Es tarea nuestra definir cuándo esto es posible y en qué consiste en cada caso, y actuar para impulsarlo en términos de la mayor unidad posible.

En ocasiones, cuando se invita a actuar en política, surge la respuesta de que lo importante es la oración, como si ambas cuestiones fueran incompatibles el lugar de complementarias. La política sin oración acaba siendo contaminada por el mundo, pero la oración sin acción en los laicos puede convertirse en una vía de escape del deber cristiano de ser sal y fermento. Esto implica un riesgo, claro está, inherente a la condición humana dada su imperfección, y error, pero esto no es nada distinto de lo que amenaza en cualquier otra actividad en este mundo.

Otros se refugian en la solidaridad social como acto de amor. Y es magnífico, somos miembros del mayor hospital de campaña que existe en el mundo. Bien está cuando es lo único que se puede hacer, pero en nuestras sociedades liberal-progresistas desvinculadas, si todo se limita a esto, la solidaridad sin acción sobre las causas de los daños termina por ser coartada de las estructuras de pecado. Y que quede claro. La solución no es prescindir de la solidaridad, como preconizaba la izquierda en los años sesenta, sino practicarla con el añadido de la acción política.

Oración y vida de la fe, solidaridad y acción política para construir el Reino. Esa es la respuesta que debería unirnos a todos.

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3 Comentarios. Dejar nuevo

  • Chimo Vice
    9 enero, 2020 09:12

    La Iglesia Católica no tiene ningún problema con la política; como depositaria de la Verdad revelada defiende su libertad y sus derechos ante el mundo. Quien sí que lo tiene es Francisco y su pontificado. No proyectemos contra la Iglesia las vergüenzas y sumisiones del bergogliato.

    Responder
  • LA ALONDRA
    9 enero, 2020 11:03

    Actuar sobre las causas de los problemas es solidaridad de primera!!!
    Nos toca a los laicos hacer política según nuestras convicciones, que al menos , «al menos», son tan buenas como las de los demás.

    Responder

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