El caso de las fosas comunes en Canadá es un claro ejemplo de cómo una narrativa no verificada y acrecentada puede causar un daño profundo y duradero. La Iglesia católica, y más ampliamente la sociedad canadiense, ha sido víctima de una campaña de desinformación que ha sembrado el odio y la división.
Los hechos
En la primavera de 2021, una historia escandalosa sacudió a Canadá: se afirmaba haber descubierto fosas comunes de niños indígenas en los terrenos de antiguos internados gestionados por la Iglesia Católica. Esta noticia, altamente emotiva y polémica, se hizo eco en los medios de comunicación de todo el mundo y desencadenó una ola de indignación y violencia contra la Iglesia. Sin embargo, tres años después, la realidad detrás de esta narrativa resulta ser muy diferente a lo inicialmente divulgado.
El origen del escándalo
La noticia comenzó cuando Rosanne Casimir, jefa de la tribu indígena de Kamloops, afirmó que un georradar había detectado «anomalías del terreno» que podrían ser «probables sepulturas» de 215 niños desaparecidos en un antiguo internado católico en Kamloops, Columbia Británica. Medios importantes como CNN, NPR y la Canadian Broadcasting Corporation difundieron esta historia sin realizar una verificación exhaustiva, pintando un panorama aterrador de abuso y negligencia por parte de la Iglesia Católica.
Varios líderes políticos respondieron rápidamente, justificando el vandalismo y los incendios contra las iglesias católicas como una reacción comprensible a una «vergonzosa historia» de abusos. El Papa Francisco también pidió disculpas por los supuestos actos, sumándose a la presión internacional contra la Iglesia.
La realidad: ausencia de pruebas
A pesar de los millones de dólares invertidos en la búsqueda de estas supuestas fosas comunes, hasta la fecha no se ha encontrado ni un solo resto humano. Investigaciones posteriores revelaron que lo que se interpretó como fosas comunes eran, en realidad, tumbas individuales en cementerios que también contenían los restos de sacerdotes y monjas. Estas tumbas, con cruces de madera que se habían podrido con el tiempo, se habían registrado y eran conocidas desde 2015 gracias a la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
Este descubrimiento, o más bien la falta de él, ha demostrado que la narrativa de las fosas comunes había sido enormemente exagerada y malinterpretada.
Los medios y los líderes políticos que difundieron esta historia sin verificación adecuada han contribuido a una campaña de desprestigio contra la Iglesia católica que ha dado como resultado la quema y vandalización de al menos 85 iglesias en Canadá.
Falsas acusaciones
Los internados en cuestión, operativos entre 1860 y 1990, fueron parte de un sistema destinado a asimilar a los niños indígenas en la cultura canadiense occidental y cristiana. Pero la acusación de genocidio físico ha sido desmentida.
Las afirmaciones sobre los niños desaparecidos y fosas comunes carecen de fundamento sólido y se basan en suposiciones no verificadas.
La propagación de esta falsa narrativa ha tenido graves consecuencias. La Iglesia católica ha visto un grave aumento de críticas y una disminución de creyentes y practicantes, con una caída de casi 2 millones en la última década.
Además, la violencia contra los lugares de culto ha causado un daño irreparable a la herencia cultural y religiosa de muchas comunidades.
Este hecho demuestra que la verdad y la justicia deben prevalecer sobre la manipulación y el sensacionalismo.
La Iglesia católica, y más ampliamente la sociedad canadiense, ha sido víctima de una campaña de desinformación que ha sembrado el odio y la división Share on X