¡Imagina un amor tan intenso y transformador que toque las vidas de todos a su alrededor! Pues la fe es así de poderosa. Es tan contagiosa que trasciende las palabras y se propaga a través de cada acción, cada mirada, cada encuentro, cada latido del corazón…
Los primeros discípulos
Si no, ¿Cómo te explicas la que liaron los primeros discípulos? Ellos no se limitaron a hablar de su fe; la vivieron de tal manera que su testimonio se volvió irresistible. ¿Qué hicieron aquellos hombres para lograr encender la llama de la fe en miles de corazones?
Estos hombres y mujeres encarnaron la cercanía y la misericordia, ofrecieron su amor sin reservas y mostraron a Cristo a través de cada gesto de servicio. ¿Te has preguntado cómo sería tu vida si cada acción, por pequeña que sea, reflejara ese amor sacrificial, misericordioso y redentor?
La pasión y el celo apostólico
¿Qué es lo que mueve a un cristiano a llevar la fe a los demás? No es solo un deber, sino una pasión ardiente, un celo apostólico que brota del amor profundo por el Señor.
Sin embargo, como en varias ocasiones nos ha recordado el papa Francisco, esta pasión no es suficiente por sí sola. Necesita ser guiada por el Espíritu Santo. ¿Estamos dispuestos a permitir que el Espíritu nos guíe, nos transforme y haga fructificar nuestro testimonio? ¿Estamos dispuestos a sufrir y arriesgarnos por amor, tal como lo hicieron los primeros seguidores de Cristo?
El papel del Espíritu Santo
Sin el Espíritu Santo, todo esfuerzo humano queda vacío y sin vida. ¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestras acciones no sean meramente humanas, sino verdaderamente inspiradas y sostenidas por el Espíritu? La respuesta está en la entrega total a Dios, en permitir que su gracia trabaje en nosotros y a través de nosotros. ¿Estamos abiertos a esta acción transformadora del Espíritu en nuestras vidas?
La coherencia de vida
La fe se transmite cuando se vive con autenticidad. «Nadie puede dar lo que no tiene». ¿Es nuestra vida un reflejo de nuestra fe?
¿Vivimos de tal manera que nuestras acciones, nuestras decisiones y hasta nuestros pensamientos sean un testimonio viviente de nuestra fe en Cristo?
El papa san Pablo VI en Evangelii Nuntiandi decía «el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan», y la cita continuaba «si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio».
¿Podemos decir que nuestro testimonio es creíble, que nuestra vida es un relato viviente de la fe?
La santidad y el servicio
La santidad es la fuerza más poderosa para abrir los corazones de los demás. ¿Cómo podemos vivir una vida de santidad en nuestro día a día? La respuesta no está en una perfección inalcanzable, sino en ser verdaderos, en amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y fuerzas y en servir a los demás con humildad.
Para influir en el presente, debemos amar el mundo en el que vivimos. ¿Cómo podemos mostrar este amor de manera tangible? ¿Estamos comprometidos con nuestro tiempo, con las necesidades y los dolores del mundo actual?
La fe es un don divino que se manifiesta poderosamente a través de nosotros cuando vivimos en auténtica comunión con Dios y con los demás.
No se trata solo de palabras o de un fervor humano, sino de la gracia divina que se derrama a través de una vida vivida en plenitud de amor y servicio.
¿De verdad crees que es posible vivir de tal manera que nuestra fe sea un testimonio vivo y contagioso? ¿Estamos dispuestos a permitir que Dios nos use como instrumentos de su amor y su gracia en el mundo? La fe es contagiosa, no lo dudes.
Pero depende de nosotros vivirla con toda nuestra pasión, entrega, humildad y docilidad. No se trata de ser perfectos, sino verdaderos. ¿Te atreves a vivir tu fe de esta manera?
Dios te canta en cada segundo de tu vida un amor infinito, ¿Cómo no mostrarlo?
No se trata de ser perfectos, sino verdaderos. ¿Te atreves a vivir tu fe de esta manera? Share on X