De las innumerables cuestiones que la institución eclesial, en sus diversos ámbitos y niveles, ha abordado y debe seguir abordando, nunca figura una cuestión central: ¿por qué la Iglesia en España ocupa hoy una posición tan deficiente en las encuestas cuando se pregunta por su confianza o credibilidad, especialmente en comparación con otras instituciones? Y no se trata de una cuestión menor.
La confianza es el fundamento de toda institución; sin ella, por ejemplo, la credibilidad resulta imposible, y la transmisión de sus puntos de vista -en este caso también los relacionados con la fe- choca con un posicionamiento claramente desfavorable en la mente de la mayoría de las personas.
No es por casualidad que la confianza forme parte del núcleo necesario que configura el capital social de una institución. Y en el caso de la Iglesia, este hecho resulta aún más chocante cuando su obra social, asistencial, educativa y de acogida en todos los órdenes es extraordinaria y no tiene comparación en la sociedad actual.
He aquí una grave contradicción que debería ser un acicate para afrontar este desafío. Por un lado, es incuestionable el servicio que la Iglesia presta a toda la sociedad —y en buena medida es bastante visible—; dispone de medios de comunicación propios y, lo que es aún más relevante, cada domingo reúne a centenares de miles de personas que escuchan las consideraciones y enseñanzas de un sacerdote. ¿Cómo puede ser que, con todo ello, el resultado sea tan negativo?
Se puede argüir que este mal posicionamiento en términos de confianza no es generalizado y que existen determinadas comunidades autónomas donde la Iglesia ocupa un lugar más aceptable, como por ejemplo en Castilla y León. Pero esto no deja de ser una excepción que confirma la regla.
Un 40% la valora entre 0 y 2, mientras que solo un 15% la puntúa entre 8 y 10. Traducido: muchos detractores radicales y pocos entusiastas.
Un reciente estudio de la Fundación BBVA sobre la confianza en la sociedad española arroja resultados poco halagüeños. La religión, con solo 3,9 puntos de valoración sobre 10, ocupa el último lugar, precedida por el poder judicial (5,8), el mercado (5,7) y el Estado (5,1). Un 40% la valora entre 0 y 2, mientras que solo un 15% la puntúa entre 8 y 10. Traducido: muchos detractores radicales y pocos entusiastas.
La Iglesia Católica obtiene la misma puntuación de 3,9, con un 40% que la valora entre 0 y 2, y solo un 16% que lo hace entre 8 y 10. Puede ser un cierto consuelo saber que la misma encuesta otorga un 2,5 a los partidos políticos, un 3,5 al Gobierno de Sánchez y un 3,8 al Parlamento, pero no parece que ese camino del consuelo sea la solución, aunque sí es útil para constatar cómo flaquean también otras instituciones del Estado.
Los sacerdotes reciben una calificación idéntica de 3,9; un 36% de la población los puntúa entre 0 y 2, y solo un 12% entre 8 y 10. Por detrás solo quedan los políticos y los youtubers.
La tendencia muestra un descenso constante en la confianza de los ciudadanos hacia la Iglesia Católica como institución
Según esta fuente —la encuesta periódica de la Fundación BBVA sobre la confianza, probablemente la referencia más completa— existen otros estudios que muestran datos similares. Uno de ellos, las encuestas periódicas del CIS, indica que la valoración de la Iglesia Católica como institución en España es bastante baja: es la segunda institución peor valorada por los españoles, con una puntuación media de 3,2. Solo está por encima de los partidos políticos (2,9) y por debajo de los sindicatos (3,7). La tendencia muestra un descenso constante en la confianza de los ciudadanos hacia la Iglesia Católica como institución.
Esta baja valoración se mantiene consistente en diferentes encuestas realizadas en los últimos años, reflejando una pérdida importante de crédito por parte de los ciudadanos.
En el caso de Cataluña, el CEO (Centre d’Estudis d’Opinió) de la Generalitat, en su último barómetro, sitúa a la Iglesia en penúltimo lugar —cierra la clasificación la monarquía— con una puntuación de 2,4 sobre 10 y un suspenso en todos los grupos políticos. Incluso el Partido Popular alcanza solo un 4,3, Vox un 3,5, mientras que los detractores máximos son la CUP y los Comunes, que le asignan un pírrico 1, y Esquerra Republicana un 1,8. Los que no votan, que no son un grupo pequeño, la califican con un 2,1.
Es evidente que no existe una única causa que explique estos resultados. Hay un sector de la población que muestra un rechazo visceral, pero en el resto de posicionamientos lo que se observa es una escasa valoración general. Por tanto, la calificación resultante, sin menospreciarla, debe ser puesta en una cierta cuarentena.
La Iglesia, en definitiva, es percibida por bastante gente —y con razón— como contracultural, aunque en muchos casos la institución eclesial intenta relativizar este hecho. A la vista de los resultados, su éxito en este sentido es escaso.
Entre los factores clave que actúan en el descrédito de la Iglesia se encuentra uno muy destacado por su duración en el tiempo y por la insistencia con que es tratado por determinados medios de comunicación y, desde 2022, también por parte de los poderes públicos: me refiero al estigma de los abusos sexuales, centrado exclusivamente en la Iglesia.
el papel de la Iglesia es marginal en este fenómeno. Pero parece no saber salir del foco y no muestra con suficiente claridad y con la indignación profética debida la verdadera magnitud de este delito en el conjunto de la sociedad
Es evidente —como demuestro en detalle en mi reciente libro La pederastia en la Iglesia y en la sociedad. El gran chivo expiatorio— que el papel de la Iglesia es marginal en este fenómeno. Pero, como parece no saber salir del foco y no muestra con suficiente claridad y con la indignación profética debida la verdadera magnitud de este delito en el conjunto de la sociedad, así como la grave responsabilidad por omisión y ocultamiento de los poderes públicos, continúa representando con absoluta propiedad el papel del chivo expiatorio que le han asignado otros en esta malsana obra.
Los resultados están a la vista: su confianza y credibilidad hundidas en el fondo del pozo.
Cuanto antes se asuma este hecho, más factible será la recuperación, porque se trata de una valoración profundamente deformada. Cuanto antes se rechace el papel de chivo expiatorio, más probable será una recuperación; y cuanto más se recurra a la denuncia profética de todo lo contrario al orden de Dios, la ley natural y las estructuras de pecado, mejor será vista por una sociedad cada vez más crítica con el poder.
Claro que aceptar subcomisiones como la del Congreso, y otorgar al cinismo del Defensor del Pueblo el papel de supervisor en los casos de abusos a menores, no parece el mejor camino.
Qué extraño resulta todo. Una cultura y un sistema frontalmente contrarios a la fe y cultura cristiana hacen aguas por todas partes, pero la institución eclesial continúa ligada a ellos mediante pactos, acuerdos y concesiones. Por ahí no hay salida.
Qué extraño resulta todo. Una cultura y un sistema frontalmente contrarios a la fe y cultura cristiana hacen aguas por todas partes, pero la institución eclesial continúa ligada a ellos mediante pactos, acuerdos y concesiones Compartir en X