Los enfermos, en situaciones terminales de vida, tienen, si así lo quieren y su entorno humano de vida terrenal se hace eco de ello, un sacramento de privilegio para realizar el tránsito a la vida eterna. Es éste de la extremaunción o unción de los enfermos. Los fallecimientos súbitos de repente son todos imprevistos, sean por causas internas o externas a la persona. Algunos de ellos, por causas externas a la persona, son humanamente previsibles de que puedan acontecer. Pensemos en intervenciones quirúrgicas necesarias sin garantías absolutas de supervivencia. En estos casos se puede pedir este sacramento antes del ingreso clínico para quirófano. Pensemos también en las que no hay problema clínico a priori y, por error o imprevisto, se produce el fallecimiento en quirófano o post operatorio.
Pensemos también en personas mayores de avanzada edad. Este sacramento se administra a nivel parroquial. Se tenga avanzada edad o haya sometimiento a intervención quirúrgica en edad más joven, no se suele reparar en la conveniencia de este sacramento. En principio este gran sacramento está pensado para cristianos que están al término de su vida mortal. ¡Vamos que están en peligro de muerte por razón de edad! El problema reside en que la muerte inminente en uno mismo no se ve próxima o no quiere verse. A veces uno mismo la intuye próxima pero su entorno familiar directo no.
El Tratado V del volumen II de Teología Moral para seglares versa sobre ello (págs. 503-520). Así mismo el art 6 del capítulo I del libro II de la tercera parte de Teología de la Perfección Cristiana (págs. 464-466). De este Tratado V les reproduzco las palabras iniciales de la Introducción: “El quinto sacramento y el último de los que se refieren a la vida individual del que lo recibe, es la extremaunción, así llamado por ser la última y extremaunción que recibe el cristiano a punto de salir de este mundo para entrar en la eternidad”. El segundo párrafo dice textualmente: “La extremaunción es un complemento del sacramento de la penitencia, como la confirmación lo es del bautismo. En la confirmación el hombre bautizado se corrobora en su fe para confesarla y defenderla valientemente como auténtico soldado de Cristo. En la extremaunción, el cristiano recibe un aumento de energía para superar victoriosamente la última batalla de la vida. Y así como en la vida corporal, además del remedio para curar una grave enfermedad, se requiere una medicina que restablezca totalmente las fuerzas del enfermo, así en la vida espiritual, además del sacramento de la penitencia, que libera de la grave enfermedad del pecado, se requiere otra espiritual medicina que restaure íntegramente la salud del cristiano y borre los últimos rastros y reliquias del pecado. Tal es, cabalmente, el sacramento de la extremaunción”. Y, citando la Summa ad gentes (o contra gentiles) de Santo Tomás de Aquino, concluye el párrafo de este modo: Por eso dice Santo Tomás que <<este sacramento es el último y, en cierto modo, el que consuma toda la curación espiritual, sirviendo como de medio para que el hombre se prepare para recibir la gloria>>
El Sacramento de la Unción de los enfermos está recogido en el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica puntos 313 a 320. El Ministro es siempre el sacerdote (u obispo). La Materia es la unción con óleo bendecido por el obispo sobre la frente y manos del enfermo. La Forma es la oración del sacerdote. Punto 316 ¿Quién puede recibir el sacramento de la Unción de los enfermos? El sacramento de la Unción de los enfermos lo puede recibir cualquier fiel que comienza a encontrarse en peligro de muerte por enfermedad o vejez. El mismo fiel lo puede recibir también otras veces, si se produce un agravamiento de la enfermedad o bien si se presenta otra enfermedad grave. La celebración de este sacramento debe ir precedida, si es posible, de la confesión individual del enfermo.
Tendré muy presente todo esto en caso de nueva intervención quirúrgica mía. Por ahora han sido cuatro intervenciones digamos leves. El fondo del asunto es que la muerte propia no se vislumbra. En cambio el ambiente (el eclesial también) está lleno de ¡pobrecitos! y ¡pobrecitas! Es como si el tema fallecimiento va dirigido sólo a los prójimos y a las prójimas. ¡No se vislumbra nunca en uno mismo!