Según el Dr. Timothy O’Malley, autor y director académico del Centro de Liturgia de Notre Dame, cada escuela católica tiene una «vocación eucarística» que va más allá de la simple celebración diaria de la Misa. O’Malley sostiene que esta vocación implica que la Eucaristía debe impregnar todos los aspectos de la vida escolar, desde la enseñanza hasta la comunidad y la cultura de la escuela.
O’Malley argumenta que el culto eucarístico está destinado a moldear toda una vida, invitando a las personas a hacer de su vida un regalo a Dios, reflejando el sacrificio de Cristo. Esto significa que todos los aspectos de la vida escolar, incluyendo el estudio, las amistades, los deportes y la vida comunitaria, deben integrarse en esta visión eucarística.
Poder transformador
Según O’Malley, la Misa escolar no debe considerarse una actividad devocional privada, sino una visión profética de la misión de la escuela. La Eucaristía señala la misión de una escuela católica. La Eucaristía proporciona un marco para desarrollar el currículum, guiar a los estudiantes en la adoración y dar forma a la vida comunitaria de la escuela.
La misión educativa de la escuela se ve así no solo como la transmisión de conocimientos, sino como una formación integral que busca la transformación del individuo en su relación con Dios y con los demás.
Para aplicar esta visión eucarística, O’Malley sugiere una comprensión más profunda de la Eucaristía, es vista como la fuente y cumbre de la vida cristiana, que incluye y transfigura todos los aspectos de la vida. Esta visión, promovida por el Papa Benedicto XVI en «Sacramentum Caritatis», enfatiza que el culto eucarístico es una ofrenda total de la vida, transformando cada rincón de la existencia humana a través del amor divino.
Consecuencias positivas
O’Malley identifica varias consecuencias prácticas de adoptar una visión eucarística en las escuelas católicas.
Primero, la educación católica se convierte en un acto de gratitud por el orden creado, donde el estudio no es solo dominio sino reconocimiento del don divino.
Segundo, la educación es un acto de recuerdo, buscando la sabiduría del pasado para entender el presente y anticipar el futuro.
Tercero, es contemplativa, enfocándose en la recepción y maravilla del mundo como un regalo, en lugar de una mera utilidad pragmática.
La Eucaristía también redefine la comunidad escolar, promoviendo un sentido de comunión basado en el amor divino. La comunidad escolar se forma en un amor que refleja el amor de Dios, acogiendo a todos y reconociendo la dignidad y libertad de cada estudiante.
La visión eucarística de las escuelas católicas propuesta por el Dr. Timothy O’Malley invita a una renovación profunda de la misión educativa.
«Cuando esa misión se comprenda más profundamente, todo educador católico podrá adoptar la máxima de San Ireneo: la Eucaristía moldea nuestra manera de pensar, y nuestra manera de pensar se ajusta al misterio eucarístico», apunta O’Malley.