Atrás quedaron los pretextos de ver en las licencias digitales una manera de modernizar la educación y preparar a los estudiantes para un futuro cada vez más tecnológico.
¿Dónde ha quedado la formación competente?
Todo parece orientarse hacia una educación que se centra casi exclusivamente en enseñar a decodificar textos, dejando de lado la formación competente y sólida en competencias lingüísticas fundamentales para una buena comprensión lectora.
Para empezar, es imposible ignorar el impacto y las consecuencias de lo digital en las escuelas en los últimos años.
Uno de los efectos más visibles es la proliferación de la multitarea entre los estudiantes, quienes ahora intentan realizar múltiples tareas a través de los medios digitales, sin realmente profundizar ni asimilar ninguna de ellas.
Esta dispersión de la atención dificulta el desarrollo de competencias fundamentales las cuales requieren tiempo y concentración.
Además con el paso del tiempo se está constatando que es necesario practicar la lectura lineal y contextualizada, algo que el formato digital, con su naturaleza fragmentada y su constante interconexión con otros recursos, no fomenta.
En este sentido, la actual tendencia educativa se aleja cada vez más de la instrucción basada en contenidos sólidos y contextualizados, como la historia, la literatura o la filosofía. En lugar de ello, parece haber un enfoque mayor en temas como la ecología, la justicia social, la igualdad de género y la diversidad cultural, que si bien son importantes, no deberían eclipsar el canon cultural clásico y la instrucción fundamentada.
Al relegar estos pilares de la educación a un segundo plano, se corre el riesgo de reducir la educación a una forma de suerte política, en lugar de formar mentes críticas y bien informadas.
Implicación económica poco sostenible
Además, el uso de licencias digitales para los libros de texto tiene implicaciones económicas y sociales significativas. Las licencias digitales son generalmente de uso temporal, y su duración coincide con el año escolar.
Al finalizar este periodo, si la familia desea continuar utilizando el libro digital, debe pagar una tarifa que, en muchos casos, es casi equivalente al costo de un libro nuevo. Este modelo de negocio beneficia principalmente a las editoriales, que aseguran una venta por estudiante y eliminan la posibilidad de reutilización de los materiales, como era común con los libros impresos.
Familias con más de un hijo en edad escolar, o aquellas con hijos que repiten un curso, se ven obligadas a comprar licencias adicionales, lo que aumenta los costos educativos de manera significativa.
Este enfoque no solo representa una carga económica adicional para las familias, sino que también ataca el principio de equidad en la educación. Anteriormente, los libros podían pasar de un hermano a otro o ser compartidos entre vecinos y amigos. Este tipo de intercambios ya no es posible con las licencias digitales, que están diseñadas para expirar y no ser reutilizables.
En este sentido, parece que el verdadero objetivo de la digitalización en la educación no es tanto el avance pedagógico como el beneficio económico de ciertas corporaciones.
¿Se extinguirán los buenos lectores?
Por otro lado, se argumenta que la educación digital prepara a los estudiantes para el futuro y reduce la carga física de llevar libros pesados. La reducción del peso de la mochila es un beneficio real pero no se puede ignorar el costo asociado con la pérdida de habilidades de lectura profunda y de comprensión contextual que se adquiere a través de textos físicos.
Los buenos lectores son aquellos que han practicado extensamente y han desarrollado un vocabulario amplio, algo que es difícil de conseguir con las lecturas fragmentadas y dispersas que a menudo se fomentan en los entornos digitales.
¿Hacia dónde nos dirigimos?
Nicolás Gómez Dávila, en una de sus reflexiones, afirmó que «el moderno destruye más cuando construye que cuando destruye». Esta idea refleja perfectamente el problema de la sustitución de los libros impresos por los digitales en las aulas.
La transición a lo digital, presentada como una innovación, está minando, más que fomentando, las habilidades fundamentales que los estudiantes necesitan para prosperar. En lugar de avanzar, estamos retrocediendo en términos de formación integral y capacidad crítica.
El comienzo del nuevo curso escolar debería ser un momento para reflexionar sobre hacia dónde se dirige la educación de nuestros hijos y qué tipo de habilidades queremos realmente fomentar en nuestros estudiantes.
Cuando hablamos de las licencias digitales para los libros de texto, nos enfrentamos a un cambio que parece sustituir algo fundamental en la educación: la posibilidad de reutilizar materiales y fomentar la transmisión de conocimiento de un estudiante a otro.
Pero cuando se trata de reemplazar una práctica por otra supuestamente más moderna, la «reconstrucción» de lo que se ha perdido es mucho más complicada.
Es triste pero es posible que muchos ni siquiera se den cuenta de que esta transformación ha eliminado algo esencial en sus vidas: el gusto por el conocimiento.
Antes los libros podían pasar de un hermano a otro o ser compartidos entre vecinos y amigos. Este tipo de intercambios ya no es posible con las licencias digitales, que están diseñadas para expirar y no ser reutilizables Share on X
1 Comentario. Dejar nuevo
El artículo trata un tema muy interesante y contiene muchas ideas acertadas. En efecto, la enseñanza ha sido desestructurada y ni la escuela ni la universidad son ya capaces de transmitir conocimientos de modo ordenado y orgánico. Una causa es la superespecialización, que llega a ser aberrante. Pondré una anécdota como ejemplo: hace ya unos años a causa de un dolor en la rodilla acudí a una prestigiosa clínica universitaria, donde me atendió un traumatólogo especializado en rodillas. Cuando le dije que también me dolía el tobillo de la misma pierna, declinó revisarlo y me dijo que debía acudir a otro colega suyo que era especialista en tobillos. La posible conexión entre ambos dolores ni siquiera fue tomada en cuenta. Pues bien, algo semejante sucede en la enseñanza actualmente, todo es fragmentario, el alumno no aprende a establecer nexos, a examinar la realidad en su conjunto y a llegar a una conclusión tras examinar la relación entre los datos disponibles: no aprende a pensar por sí mismo, ni siquiera llega a memorizar conocimientos básicos.
Discrepo de la autora en su referencia a la ecología y la justicia social. Se trata de dos ámbitos de inmensa trascendencia y muy necesarios en la educación desde el nivel más elemental. En la doctrina social de la Iglesia tienen una relevancia primordial. El problema es que estos temas en la enseñanza están siendo tratados de modo superficial, casi frívolo, descontextualizados, sin referencia a sus fundamentos morales, religiosos, históricos, culturales, filosóficos, etc. Así la enseñanza recibida carece de una verdadera influencia en el comportamiento del alumno en la edad adulta, como vemos a diario en adolescentes y adultos jóvenes, en los que, sin negar las excepciones, brilla por su ausencia el sentido de la responsabilidad ecológica y social, que se agota en gestos simbólicos abiertamente contradictorios con el comportamiento cotidiano. Por lo que respecta a los temas de género y a la multiculturalidad, estamos asistiendo, simple y llanamente, a un adoctrinamiento cada vez más manipulador, destructivo y totalitario.
Por otra parte, la obsesión por acortar ciclos, supuestamente para no perder tiempo en cosas superfluas, y por transmitir conocimientos puramente utilitarios desvirtúa totalmente el sentido profundo de lo que deben ser la educación y la enseñanza. Otro mal de consecuencias muy nefastas es nuestro delirante culto a la técnica y a la digitalización. El alumno (y el hombre en general) tiene cada vez menos habilidades propias, cada vez menos competencias sociales, es cada vez más un apéndice del ordenador, un pelele dependiente de unos tecnologías efímeras que cambian cada día. El alumno pierde un tiempo precioso aprendiendo a utilizar técnicas que, teóricamente, han de servirle de instrumento en el aprendizaje de otros contenidos. El problema es que para esos otros contenidos no queda ya ni tiempo, ni energía, ni interés. Es espeluznante ver cómo esto ocurre desde la escuela elemental hasta el más alto nivel universitario. Y así, poco a poco, desde la enseñanza se va allanando el camino hacia el transhumanismo.