Sin duda, el viaje de la educación de nuestros hijos es el más complejo, sorprendente y maravilloso que podemos emprender.
Nos encontramos con la presión de ser padres perfectos, de ofrecerles un futuro brillante y de garantizar su felicidad.
Sin embargo, es fundamental recordar que “la felicidad está más relacionada con el sacrificio que con el placer”.
Educar no es fácil, tampoco excesivamente difícil, sí creo un poco cansado. La clave está en relativizar las cosas y entender que nuestros hijos deben encontrar su camino, incluso si eso implica equivocarse.
La libertad total no existe. Pero nuestros hijos pueden conquistarla poco a poco, a través de la responsabilidad. Cada uno dependiendo de su edad y sus circunstancias.
Este proceso implica tomar decisiones y aprender a vivir con las consecuencias.
Como ya decía Sócrates sobre la sociedad ateniense, siempre habrá aspectos de nuestros jóvenes que no nos gustarán.
Así ha sido a lo largo de la historia, la sensación de que las nuevas generaciones son peores que las anteriores es humana y ha estado presente desde el comienzo de la humanidad.
Las nuevas generaciones vienen con sus virtudes y defectos, y enfrentan desafíos diferentes a los nuestros.
Hoy en día, muchos padres hemos perdido un poco el norte en cuanto a cómo educar.
Es normal sentir miedo ante la responsabilidad de criar a un hijo. Parece que tenemos que estar constantemente llenos de ideas y estrategias para ser los mejores padres.
Sin embargo, tener un hijo es algo natural y debería ser más sencillo.
Nuestros hijos deben ser conscientes de que vivimos en un mundo lleno de oportunidades. Hoy tienen acceso a una cantidad ingente de información y cultura a solo un clic.
No obstante, esto también trae consigo expectativas poco realistas y frustraciones, ya que el mundo virtual a menudo les presenta modelos inalcanzables.
No debemos pensar que todo es un desastre. Si bien hay aspectos mejorables, también hay avances notables. La relación entre padres e hijos ha evolucionado significativamente en el siglo XXI.
A diferencia de generaciones pasadas, donde la comunicación era más distante y menos emocional, hoy los padres (los varones) nos involucramos más en la educación y estamos más atentos a las necesidades de nuestros hijos.
La clave para conducir una familia con madurez radica en dos riendas: la exigencia y el afecto.
El amor debe ir acompañado de expectativas. Debemos decirles a nuestros hijos: “Te quiero”, mientras también les exigimos ser mejores.
Esta dualidad puede ser difícil de manejar: si nos pasamos en el amor desmedido, corremos el riesgo de criar individuos narcisistas o caprichosos.
Por otro lado, si nos enfocamos solo en la exigencia, podemos generar personas meticulosas e inseguras.
Según el psiquiatra Luis Gutiérrez Rojas, si bien los trastornos mentales graves suelen tener raíces biológicas; en nuestras sociedades del bienestar, los trastornos afectivos como la ansiedad y la depresión son cada vez más comunes.
Y esto se debe, en parte, a nuestra dificultad para tolerar la frustración cuando las cosas no salen como esperamos.
La idea perversa del “si quieres puedes” puede llevarnos a creer que todo es posible con determinación, pero la vida está llena de fracasos.
En lugar de enfocarnos solo en el éxito inmediato, debemos enseñarles a nuestros hijos a aceptar las dificultades con madurez.
Cuando suspenden un examen o sufren una decepción amorosa, es crucial que aprendan a lidiar con esos momentos difíciles.
Debemos estar dispuestos a dejarles fallar: “dejémosles que se equivoquen”. Aprenderán valiosas lecciones en el camino.
Educar no tiene por qué ser una carga constante sobre nuestros hombros. Lo más influyente para nuestros hijos será nuestro ejemplo diario.
Si queremos que sean sinceros y ordenados, debemos esforzarnos por serlo nosotros mismos.
La educación se basa en dar pautas y valores, mientras les otorgamos libertad para explorar su identidad.
En esta travesía educativa no solo se trata de guiarles por el camino correcto; se trata también de permitirles ser quienes son realmente.
Con un amor equilibrado y una comunicación abierta, les enseñaremos que cada dificultad les hará más fuertes y resilientes ante los desafíos del mundo moderno.
Así es como realmente contribuimos al desarrollo del carácter en nuestros hijos: dejándoles encontrar su propio camino. Mientras les brindamos las herramientas necesarias para hacerlo con confianza y valentía.
Nos encontramos con la presión de ser padres perfectos, de ofrecerles un futuro brillante y de garantizar su felicidad Share on X