La expansión de la digitalización podría acentuar la desigualdad y afectar gravemente a la clase media. Así de tajante ha sido Laurence Boone, economista jefa de la OCDE, en una conferencia organizada por el Cercle d’Economia, EuropeG, el Cidob y CaixaBank. Además, la economista ha puesto la atención en la demografía de Occidente. La razón no es más que el envejecimiento traerá graves consecuencias, tales como la limitación a poder luchar contra otros problemas y el disparo del gasto público.
“El gasto público primará a la gente envejecida”, lanzó, en detrimento de otras partidas. De esta manera, en una sociedad que gasta menos en jóvenes o educación por la presión de las pensiones será incluso más difícil escalar o atajar los problemas actuales, sin reducir las brechas.
Boone ha planteado que la desigualdad se ha disparado con la salida de la crisis económica. Entre otras causas, la economista ha enumerado una redistribución fallida, un acceso al mercado laboral truncado por la temporalidad y la inestabilidad de los jóvenes y una inequidad de oportunidades entre ricos y pobres, con un ascensor social que no arranca y que mantiene por generaciones “un menor acceso a la educación, la sanidad y el transporte entre los que tienen menos ingresos”.
En cuanto al impacto de la digitalización en el mercado laboral, la OCDE estima que en los próximos 15 años peligran el 5% de los trabajos actuales y transformar significativamente a otro 30%. Boone afirmó que sobre todo impactará en la clase media, que ocupa trabajos más sustituibles.
Dada el calibre del problema, el organismo insta a actuar cuanto antes flexibilizando el mercado laboral; facilitar la creación de empresas, para que generen empleo y oportunidades y limiten el tiempo en paro; aumentar el dispendio en formar a jóvenes y parados en las habilidades que quiere el mercado, y una mejor fiscalización del gasto público, para que vaya a donde realmente se necesita y no a capas asentadas, mejorando la redistribución fallida actual.