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La crisis del Covid-19 en todo el mundo (2): Suecia

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El pasado domingo, el primer ministro de Suecia, Stefan Löfven, se dirigió al país con un discurso en la televisión sobre la epidemia del Covid-19. La alocución duró tan solo cinco minutos, durante los cuales recordó que la crisis sanitaria en su país se encontraba sólo en su inicio.

Löfven avisó a los ciudadanos de que el gobierno podría tomar próximamente decisiones que tendrían «un impacto sobre la vida cotidiana» y llegar sin más preaviso. En medio del cierre generalizado en toda Europa, el primer ministro del país escandinavo no anunció ninguna medida concreta.

Suecia parece un oasis de paz (y actividad económica) en medio de una Europa que alza barricadas por todas partes.

De momento, los suecos siguen acudiendo a los parques, yendo a los cines y haciendo las compras habituales. Los comercios permanecen en general abiertos, y sólo los eventos de más de 500 personas han sido prohibidos.

Los niños van a la escuela, y la enseñanza sólo se ha interrumpido en las universidades, que hacen cursos a distancia, pero mantienen abiertas sus instalaciones. El gobierno recomienda a los ciudadanos que presentan síntomas que no salgan de casa. Y da el mismo consejo a los mayores de 70 años en general.

La estrategia de Suecia ante el coronavirus, que ha sufrido hasta ahora 36 víctimas mortales, se resume, en una palabra: progresividad. Como explica su ministro del interior, Mikael Damberg, «no se trata de tomar la buena decisión, sino de tomarla en el momento oportuno».

Pero esta manera de actuar cuesta entender incluso en el contexto de los disciplinados y organizados países nórdicos: Noruega, Finlandia y Dinamarca han tomado medidas mucho más drásticas a pesar de presentar como su vecino sueco números de casos bajos en comparación a otros países europeos más al sur.

¿Por qué Suecia no está actuando pues como otros países similares y que se encuentran ante una situación prácticamente idéntica?

Según la agencia sueca de salud, el confinamiento total que otros países han adoptado no es viable a largo plazo porque la población no lo puede soportar. Otra razón que el epidemiólogo de estado Anders Tegnell da es que, además, el confinamiento es contraproducente.

Según afirma tomando el ejemplo de los colegios, los niños que no van a la escuela pueden de todas formas «estar en contacto con muchas personas fuera de su círculo habitual, como sus abuelos». Adicionalmente, Tegnell prosigue, cerrar las escuelas también genera el problema de qué hacer con los niños del personal sanitario.

La sociedad sueca tiene la reputación de fiarse de sus expertos, que de momento no han sonado la alarma general. Pero tal vez lo hagan en breve para intentar evitar el colapso en los hospitales: el sistema de salud de Suecia atraviesa actualmente un momento de crisis.

El país sólo cuenta con 5,1 camas de UCI por cada 100.000 habitantes, mientras que Alemania, con un PIB per cápita de 10.000 dólares inferior al de Suecia, cuenta con 9. Según la Sociedad Sueca de Anestesiología y Medicina de Cuidados Intensivos, en Suecia hay tan solo 574 respiraderos.

Si se confirma un incremento sustancial en el número de contagios, en los próximos días el gobierno de Stefan Löfven podría cambiar drásticamente de dirección, tal y como el primer ministro avisó en su discurso del domingo. Pero quizá, como en el Reino Unido, la decisión habrá llegado demasiado tarde.

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