Las Cajas de Ahorros, al ser controladas por los políticos, perdieron la función social para las que fueron fundadas, mayoritariamente en su origen por entidades religiosas. Durante cerca de dos siglos estas cajas se ocuparon de fomentar el ahorro y dedicar los beneficios a construir hospitales, residencias de ancianos, viviendas o bibliotecas además de prestar un sinfín de servicios de los que se beneficiaba toda la sociedad. Su necesaria modernización se convirtió, por desgracia, en una colonización política que degeneró en el uso de estas entidades en beneficio propio.
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