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La Biblia en su contexto: «Yo soy Rey» (Jn 18,33-37)

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Contexto:

Se inicia el interrogatorio que Pilatos le hace a Jesús (Jn 18,33-37) momentos antes de su muerte. El pasaje lo podemos dividir de la siguiente manera:

1. El rey de los judíos (18,33-35).

2. El rey que no se apoya en la fuerza (18,36).

3. La misión del rey (18,37).

Los sumos sacerdotes ya habían hablado con Pilato (18,28-32). En un primer momento, él no quiere enjuiciar a Jesús, sin embargo por permanecer indiferente ante la maldad, la envidia y la mentira condena a muerte a aquel que vino a darnos vida y vida en abundancia.

Pilato "entra en pretorio nuevamente", que originalmente significaba el espacio alrededor de la tienda de un general (pretor), donde ejercía el mando supremo y administraba justicia; después se aplicó al consejo de oficiales del ejército; después, a la residencia oficial del gobernador de una provincia y finalmente vino a denotar el cuerpo de guardia imperial, escogido de las legiones de las provincias, y que tenía el deber de supervisar el suministro de grano y llevar a cabo un servicio policial. En los Evangelios este término denota la residencia oficial del procurador romano de Judea, que se hallaba en la ciudad de Cesárea. Pilato llama a Jesús para el inicio del interrogatorio. Le pregunta: "¿Eres tu el rey de los judíos?" y Jesús le responde: "¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?". Pilatos le responde:"¿Es que yo soy judío?" Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? (Jn 18,33-35).

Pilato llama a Jesús de una forma discriminatoria “rey de los judíos”, en lugar de “rey de Israel”, modo de hablar tradicional (Mt 27,42; Mc 15,32; Jn 1,49; 12,13). Jesús en lugar de responderle le lanza otra pregunta donde quiere que su interlocutor razone su postura y lo invita a considerar su propia responsabilidad de Juez. Pilato le dice a Jesús que han sido los sumos sacerdotes y el propio pueblo quien lo ha entregado en sus manos. Mucho se ha hablado acerca de la responsabilidad de la muerte de Jesús, para muchos fueron los sumos sacerdotes, para otros el pueblo judío. Particularmente considero que la culpa fue compartida entre los sumos sacerdotes “arjiereús” (Jn 11,53), el pueblo “édsos” que se dejó arrastrar por sus dirigentes (Jn 11,57; 19,12), y el propio Pilato (19,16). De hecho hoy mismo seguimos crucificando a Jesús con nuestras malas acciones, la violencia entre los hermanos y el odio que reina en un mundo que carece de amor.

Jesús no responde directamente a la segunda pregunta de Pilato: “¿Qué has hecho?”, sino a la primera "¿Eres tu el rey de los judíos?" Afirma claramente su calidad de rey y le dice: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos” (Jn 18,36). El Reino (gr. basileía) de Jesús no pertenece a este mundo, aunque actúa en él. Su realeza pertenece a “lo de arriba”, la esfera del Padre y del Espíritu, es por tanto, una realeza que por amor comunica vida, en vez de producir muerte con la opresión. Jesús es el Mesías, el Rey designado y ungido por Dios, pero no viene a imponer su Reino, los que lo acepten como rey será por haber hecho una opción libre. El respeto de Jesús por la libertad se había hecho patente en la Cena, al poner su vida en manos de Judas, como supremo acto de amistad (Jn 13,26-27). Fue en aquel momento cuando Jesús se entregó voluntariamente a la muerte (13,31-32).

Al final del relato, Jesús le responde su verdadera identidad: “Sí, como dices, soy rey” y también le informa su misión: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz” (Jn 18,37). Un dato bien curioso, es que Jesús no añade a su verdadera identidad “de los judíos”. Su realeza no se limita exclusivamente a Israel, se extiende a la humanidad entera (Jn 10,16; 11,52). El Reino de Dios, en el que Jesús tiene la función de Rey mesiánico, está abierto a todo hombre que nazca de “arriba”, de agua y Espíritu (Jn 3,3.5).

La frase de Jesús. “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo”, muestra que su misión se realiza en la historia. Su realeza se diferencia de la del “mundo” como sistema injusto, pero se ejerce necesariamente dentro de la historia humana. La característica fundamental de su misión es “dar testimonio de la verdad”, para ello el hombre debe realizar las “obras del Padre” (Jn 10,37) y escuchar la voz de Jesús, quien afirma que sus ovejas escuchan su voz, ya que Él es el Pastor modelo que se entrega por los suyos (10,11.15), llamados luego “sus amigos” (Jn 15,13), y en donde ninguno se perderá (Jn 18,9). Los que lo reconocen como Rey están en medio del mundo (Jn 13,1; 17,11.15), como él mismo lo estaba, pero sin pertenecer a él (Jn 17,14.16).

Actualización:

El Evangelio de Juan, a diferencia de los otros tres, casi no habla del Reino de Dios (3,3;3,5). Esto es porque el Reino de Dios es la misma persona de Jesús que actúa en defensa y promoción de la vida del pueblo. Por consiguiente el Reino de Dios está presente en todas las señales que Jesús ha realizado (primera parte del Evangelio). Está presente también en la segunda parte del Evangelio, a partir del momento en que Jesús toma una toalla y lava los pies a los discípulos. Por lo tanto, su realeza es la entrega de la vida para que el pueblo pueda vivir. Por eso la realeza de Jesús tiene su punto culminante en la cruz.

El Reinado de Jesús no se apoya en fuerza alguna, su acción se basa en el amor y la obediencia a la voluntad del Padre. Hoy parece que muchos también le preguntamos a Jesús igual que Pilato: “¿Eres el Rey?”. Dudamos muchas veces de su poder y su entrega por cada uno de nosotros. Fue fiel hasta el final y no esquivó ningún obstáculo, por el contrario, todo lo que procedía de “arriba” aún con sus problemas y dificultades lo acogía con amor y cariño. Hoy sigue sufriendo, viendo divisiones entre hermanos, su Evangelio en muchas oportunidades lo han desvirtuado para fines lucrativos y muchos de sus representantes no son testimonio de la verdad.

Orlando Segundo Carmona (Venezuela),

Licenciado en Administración de Empresas y Teología, y diplomado en Ciencias Bíblicas

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