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La baja natalidad es mucho más que una cuestión de dinero

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Entre 1980 y 2019, los países más desarrollados del mundo aumentaron considerablemente su gasto per cápita real en beneficios para la infancia, cuidado infantil subsidiado, permisos parentales y otras políticas familiares. Sin embargo, llama la atención que durante este mismo período, las tasas de natalidad en estos países descendieron de 1.85 a 1.53 hijos por mujer.

Los incentivos económicos tienen poco efecto

Uno de los hallazgos más relevantes es que en Occidente los incentivos económicos ofrecidos a las nuevas madres, parejas y familias, aunque sean necesarios, parecen tener poco efecto en la decisión de tener hijos. Este aspecto económico parece no ser determinante. Los índices de natalidad permanecen más altos en países económicamente más pobres. ¿Por qué sucede esto?

En Finlandia, cuna de algunas de las políticas familiares más favorables del mundo, la tasa de fertilidad ha disminuido en un tercio desde 2010.

Por otro lado, en Hungría, famosa por sus generosas ayudas destinadas a aumentar el número de nacimientos, el año pasado nacieron menos niños que en cualquier otro registro histórico.

Los datos revelan que la conexión entre los nacimientos y el gasto total en políticas familiares es insignificante.

¿Por qué decidirían tener hijos?

A priori esto provoca desconcierto, pues popularmente se achaca al escaso nivel económico la baja natalidad. Pero la cruda realidad parece ser otra y no debería de sorprendernos.

En los tiempos que corren es extraña la decisión, no popular, de tener muchos hijos. Sin embargo, es mucho más extraño que esta cuestión venga determinada por una cuestión de abundante dinero.

Uno de los factores clave en la natalidad es la confianza en el futuro. Los adultos jóvenes, especialmente aquellos entre los veinte y treinta años, parecen estar convencidos de vivir en un mundo difícil, en una sociedad injusta y sin esperanzas de mejoría.

Además, el hecho de que la familia está en crisis no es una novedad, los jóvenes no se quieren casar, prefieren convivir sin compromisos. Ante este panorama, ¿por qué decidirían tener hijos? ¿para dejarlos en un futuro incierto? ¿para asumir un compromiso a todo riesgo?

Cambio en las expectativas de estilo de vida

Actualmente las expectativas de los jóvenes se centran en la construcción del presente más que en el futuro, dado que este último es completamente incierto.

Numerosos estudios señalan un cambio en las expectativas de estilo de vida, que ahora se orientan hacia un modelo liberal hedonista.

Dado que el futuro es incierto y las personas no se proyectan en él, se da prioridad al presente, lo cual está vinculado al bienestar (viajes, ocio, fiestas…). Estos estudios dejan patente que la decisión de tener hijos, y cuántos tener en caso afirmativo, resulta ser mucho más que una cuestión de dinero. 

¿En qué medida las políticas familiares, enfocadas en incentivos económicos, han demostrado ser efectivas para aumentar las tasas de natalidad en países desarrollados?

Por otro lado, el Estado del bienestar ha supeditado los derechos de la ciudadanía al mercado económico.

Las parejas sin hijos creen tener más dinero y tiempo para sí mismas. Piensan que la vida sin hijos es más sencilla y plena. Sin embargo, en la actualidad los últimos estudios apuntan a que el bienestar se ha ido reduciendo, el suicidio en España va aumentando. Pues este modelo hedonista e individualista, a la larga, genera una profunda y amarga insatisfacción más allá del escenario económico o la incertidumbre.

Otro factor relevante, señalado por John Burn Murdoch en el Financial Times, es la actitud hiperprotectora desarrollada hacia los hijos. El cuidado extremo, la obsesión académica y la crianza idealizada de un hijo, demandan una cantidad considerable de recursos por parte de ambos padres, llegando al punto en que el compromiso exacerbado requerido puede ser disuasorio para las parejas.

Políticas familiares

Por tanto, las políticas familiares pueden tener otros impactos positivos en las personas y en la sociedad. Facilitan a quienes ya han decidido tener hijos conciliar familia y trabajo, y alivian la pobreza infantil. Pero cuando se trata de impulsar las tasas de natalidad, la ideología es mucho más poderosa que la realidad económica o cultural, a menudo ejerciendo su influencia varias etapas antes de que los costes del cuidado infantil se conviertan en una consideración seria.

En España el 61,8% de los jóvenes no se plantea tener hijos a corto plazo. En Estados Unidos, las opiniones sobre la importancia de tener hijos han cambiado. En 1993, el 61% de los estadounidenses consideraba importante tener hijos para una vida plena; hoy solo el 26% comparte esta opinión.

¿Cuál es el verdadero móvil contemporáneo en la disminución de las tasas de natalidad?

Las preocupaciones relacionadas con la responsabilidad parental y el miedo al futuro están entre las principales razones para no tener hijos, mientras que los costos económicos son considerados menos relevantes.

¿Qué puede hacer la sociedad para revertir esta tendencia? Una sólida educación sobre el significado de la vida, el matrimonio y la verdadera maternidad y paternidad podría ser la clave. La falta actual de valores transcendentes fundamentales está contribuyendo a la disminución de la disposición a tener hijos.

¿En qué medida las políticas familiares, enfocadas en incentivos económicos, han demostrado ser efectivas para aumentar las tasas de natalidad en países desarrollados? Clic para tuitear

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1 Comentario. Dejar nuevo

  • Silveri Garrell (Blogger)
    21 mayo, 2024 19:07

    Ayudas económicas no se pueden dar ahora, se las llevarían principalmente los africanos de su religión imperialista con la media luna en sus estandartes. Estos son los que engendran más hijos y su religión será el gran problema de Europa en cuatro décadas.

    Responder

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