Este movimiento, que promueve la fusión de los seres humanos con la tecnología, pretende ofrecer una solución definitiva a la mortalidad y mejorar la condición humana.
Sin embargo, son graves las implicaciones éticas, morales y sociales de este proyecto perverso.
En un reciente video filtrado de una conferencia de Jóvenes Líderes Globales del Foro Económico Mundial (WEF), Klaus Schwab, fundador del WEF y defensor del «Gran Reinicio», expuso su visión de un futuro en el que la humanidad se vería liberada de las ataduras de la muerte gracias a la tecnología.
Pesadilla tecnológica
Schwab no se limitó a sugerir mejoras en la calidad de vida o en estudios científicos médicos, sino que habló de un escenario en el que los seres humanos podrían vivir indefinidamente a través de la creación de la persona en avatares y la replicación del cerebro mediante inteligencia artificial y algoritmos. Esta visión, lejos de ser una utopía, se asemeja más a una pesadilla tecnológica.
Ataques éticos
El transhumanismo lanza una serie de ataques éticos que no deben ser ignorados. Por un lado, la idea de que «aquellos que poseen los datos» puedan «hackear» a los seres humanos, como menciona Yuval Noah Harari, autor del exitoso libro Sapiens. Harari afirma que los cerebros humanos serán pirateados pronto si no regulamos la inteligencia artificial.
Se nos podrá manipular porque la inteligencia artificial intuye cada una de las respuestas de nuestro cerebro y por lo tanto se conocerá todo de nosotros. Este tema destapa una preocupación profunda sobre la pérdida de autonomía y privacidad. La libertad individual corre el riesgo de convertirse en una ilusión.
Una ideología
Klaus-Gerd Giesen, en su revista «El transhumanismo como ideología dominante de la cuarta revolución industrial», argumenta que este fenómeno no es solo una cuestión de mejora tecnológica, sino una ideología que pretende redefinir la humanidad misma.
Esta visión nos invita a reflexionar sobre las consecuencias de abrazar una ideología que busca trascender los límites de lo humano. ¿Estamos dispuestos a sacrificar nuestra humanidad?
Un artículo del WEF de 2018 sostiene que la fusión entre humanos y máquinas resultará en una versión «mejorada o aumentada» del homo sapiens, manteniendo la esencia humana.
Sin embargo, esta afirmación es cuestionable. La tecnología, por su propia naturaleza, tiende a transformar radicalmente lo que toca. Un ser humano «tocado» por la tecnología dejaría de ser humano.
Pérdida de libertad
El futuro que Schwab y otros transhumanistas proponen no solo es tecnológicamente ambicioso, sino también inquietante desde el punto de vista ético y político. Tal vez, habría que empezar a pensar que la concentración de poder y control bajo la justificación de la eficiencia tecnológica, puede ser una receta para la opresión, la pérdida de la libertad y también la desigualdad.
«Es un hecho, por otra parte, que a veces, la técnica puede transformarse de aliada en adversaria del hombre (…) cuando mediante la exaltación de la máquina reduce al hombre a ser su esclavo.» Laborem Exercens, san Juan Pablo II.
Imaginemos una sociedad en la que coexisten seres humanos imperfectos, otros perfeccionados mediante edición genética o nanochips, y poshumanos o robots. ¿Qué dinámicas y consecuencias podrían surgir en un escenario tan diverso, desigual, y lo peor, tan poco humano?
El problema principal es dejar que las tecnologías lleguen y se implanten, dejando que el debate ético vaya por detrás. Debemos de poner límites al poder tecnológico.