La megaciudad que es Kinsasa (República Democrática del Congo) se paralizó, ni escuelas ni la mayor parte de negocios abiertos, todos querían estar recibiendo al Papa Francisco en el aeropuerto nacional, con un escenario y un amplio campo, donde llegaban cientos de miles, algunos al amanecer.
“No toquen la República Democrática del Congo, no toquen el África” es el llamamiento apremiante que realizó Francisco en su primer discurso en Kinsasa. El Papa pidió dejar de asfixiar el continente, y apeló para que África, “sonrisa y esperanza del mundo” tenga más peso y representación entre las naciones.
«África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear», fueron palabras del Papa dirigiéndose a las autoridades, los representantes de la sociedad civil y el cuerpo diplomático de la República Democrática del Congo en Kinsasa, en el inicio de su 40º Viaje Apostólico Internacional, que lo verá también en Sudán del Sur a partir del viernes 3 de febrero.
En los inicios de su extenso discurso Francisco se adentra en la descripción de este país que es como un “continente dentro del gran continente africano”, donde “parece como si toda la tierra respirara”. Un país “lleno de vida” y, sin embargo, “golpeado por la violencia como un puñetazo en el estómago”, atormentado por la guerra, que sufre dentro de sus fronteras conflictos y migraciones forzosas, y “terribles formas de explotación, indignas del hombre y de la creación”. Un país donde se ha perpetrado «un genocidio olvidado», dice Francisco en Kinsasa , retomando las palabras del presidente del país en su saludo. Aquí el Papa ha querido encontrarse con los congoleños, que “luchan por salvaguardar su dignidad y la integridad territorial frente a los deplorables intentos de fragmentar el país”, en nombre de Jesús, “como peregrino de reconciliación y de paz”: «Mucho he deseado estar aquí y por fin he venido para traerles la cercanía, el afecto y el consuelo de toda la Iglesia, y aprender de su ejemplo de paciencia, de valentía y de lucha».
Francisco utiliza la imagen del diamante, que simboliza la belleza luminosa del Congo, verdadero “diamante de la creación”, para recordar a sus habitantes que son infinitamente más valiosos que cualquier bien que pueda brotar del suelo fértil. Estoy aquí – les dice – para abrazarlos y recordarles que tienen un valor inestimable, que la Iglesia y el Papa confían en ustedes; que creen en vuestro futuro, en un futuro que está en vuestras manos y en el que merecen invertir los dones de inteligencia, sagacidad y laboriosidad que poseen.
Los diamantes, generalmente raros, en la República Democrática del Congo “abundan”, observa Francisco, que señala que » si esto es cierto respecto a las riquezas materiales ocultas bajo la tierra, lo es mucho más en referencia a las riquezas espirituales contenidas en los corazones”.
«Y es precisamente a partir de los corazones que la paz y el desarrollo siguen siendo posibles porque, con la ayuda de Dios, los seres humanos son capaces de justicia y perdón, de concordia y reconciliación, de compromiso y perseverancia en el aprovechamiento de los talentos que han recibido. Por eso, desde el principio de mi viaje, quisiera hacer un llamamiento: que cada congoleño se sienta llamado a desempeñar su propia tarea», ha afirmado el Papa en Kinsasa.