Nos han inoculado, de todas y cada una de las formas posibles, que junio debe ser el mes del «orgullo». Orgullo de ser lo que uno quiera ser y no lo que es, orgullo de vivir en una falsa libertad.
Un eslogan pegajoso y fraudulento desde sus comienzos, que ha transformado junio en un carnaval de obscenidad, de sin sentido, de alegría ficticia, de muecas, de fetichismo barato y de estética descompuesta.
El orgullo gay rima con vulgaridad, falsedad y hartón.
No hay que tener miedo a decirlo.
Por otro lado, por si no fuera suficiente el orondo problema antropológico que se ha abierto, la estética del mundo gay se ha impuesto grotesca, chillona, hipersexuada y francamente fea.
Por respeto a todos mejor ni describir los por menores, ya conocemos todos bastante bien el panorama.
Nuevas voces
Hace un par de días, con soltura, la influencer francesa Maeva (1, 2 millones de seguidores) ha tenido la sabiduría y la finura de hablar desde la verdad y con claridad entre tanto estruendo histérico.
Como nos recuerda Maeva, el verdadero valor que debemos recuperar no es el orgullo, sino la humildad. Se trata de una virtud olvidada por quienes sólo saben gritar, exigir y exhibirse.
La vulgaridad se exhibe, pero la elegancia se contiene», dice Maeva, y tiene más razón que un santo.
Parece que hoy en día la imposición de ideas se consigue a gritos, pero no es así.
Ni la aceptación nace de la provocación, ni la identidad se construye desde la sexualidad mostrada a gritos sin freno, sin pudor y sin razón.
Maeva promueve con coherencia y valentía, el conocerse y saber estar. En su cuenta enseña como lo noble es discreto, lo bello se revela, y lo digno se mantiene en pie a pesar de todas las posibles tempestades.
Por fortuna, este año, se empieza a ver como las audiencias de las «Pride Parades» bajan. Las marcas, siempre oportunistas, comienzan a recular. Las redes sociales están menos saturadas y la ciudadanía, por fin, empieza a preguntarse si no se nos ha ido la mano con tanta inmoderación y desenfreno.
Hay una diferencia profunda entre defender la libertad individual y promover el libertinaje colectivo adiestrado por la maquinaria ideológica del resentimiento.
Maeva propone cambiar el mes de junio por el mes de la humildad. Una idea profundamente sensata.
Porque la humildad es la antesala de la armonía.
Porque cuando uno deja de gritar quién es de forma autorreferencial, empieza a preguntarse en quién puede convertirse. Porque cuando bajamos el volumen de nuestro ego, se abre el espacio para el pensamiento, para la belleza, para la elegancia. Y como Maeva recuerda: “La elegancia observa, piensa y construye”. La cruzada de Maeva es más revolucionaria que mil carrozas del Pride.
Qué diferencia abismal entre la mirada de Maeva y ese orgullo que solo destruye, que arremete contra todo y de forma especial con lo natural, lo estable y lo sereno.
Junio y su falso orgullo es una caricatura de sí mismo. Por fin, parece que se abre paso el tiempo de la elegancia.
Porque al final, la verdad, el sentido común y el buen gusto siempre regresa. Ganan sólo con su presencia.