Introducción
El nombre del profeta Joel (que significa ‘el Señor es Dios’) sólo aparece en el título del libro; en el resto del Antiguo Testamento no encontramos ningún tipo de información sobre la identidad de este personaje, se nos dice que es hijo de Petuel y parece deducirse que vivía en Judá y probablemente en Jerusalén, donde mantenía estrechos lazos con los círculos más cultos. Quizás vivió cerca del templo. Conocía bien el campo, las faenas agrícolas, etc.
El libro de Joel ocupa el segundo puesto en la colección de los «doce profetas menores». Esta posición se debe seguramente a los paralelos que presenta con Amós.
Es difícil situar al profeta y su libro en una época concreta. Debido a que Oseas y Amós ejercieron su ministerio durante el siglo VIII aC, se creía que también Joel pertenecía a esa época. Pero razones de orden lingüístico y teológico que se encuentran en el mismo libro aconsejan situarlo después del exilio, concretamente hacia el siglo IV a.
En ese contexto, Joel se presenta como un profeta original, que no parece haber recibido una vocación particular ni un mensaje claro y concreto de parte de Dios. Más bien nos encontramos con un personaje que, ante una plaga de langostas (1,2-2,17), se siente empujado a intervenir. Será Joel, y no un sacerdote, quien convocará a todos a una jornada penitencial. A partir de este gesto, Joel «se convertirá» en profeta: será él, y no un sacerdote, quien recibirá y comunicará la respuesta del Señor a la oración penitencial del pueblo. Esta circunstancia puntual se irá transformando poco a poco en una visión que le llevará a proclamar el sentido pleno de la historia: ¿basta el «tranquilo aislamiento» que vive el pueblo para abrirse al futuro?
Contexto histórico
En este período histórico, Judá vive en un tranquilo aislamiento, especialmente después de la reforma religiosa de Esdras y la reconstrucción de la vida del pueblo. Las murallas de Jerusalén han sido reconstruidas (Joel 2:7-9), la comunidad es guiada por los sacerdotes (Joel 1:13-14) y no por el rey. El culto ocupa un lugar central en la vida de la comunidad. Las convocatorias de ayunos públicos se van haciendo cada vez más normales como expresión de la fe. Políticamente, el país no se ve amenazado por ninguna «nación enemiga» tradicional; se habla, por tanto, de «las naciones» en general, concepto que, a medida que avanza el libro, se va orientando cada vez más hacia el juicio universal del fin de los tiempos (Joel 4:12). La dominación griega (Joel 4:6) todavía no ha entrado en escena. Judá vive bajo la sombra protectora de los persas.
La Persona del Profeta Joel
Joel, hijo de Petuel, parece haber vivido en Judá y probablemente en Jerusalén, donde mantenía estrechos lazos con los círculos más cultos. Quizás vivió cerca del templo. Conocía bien el campo y las faenas agrícolas, lo que se refleja en sus descripciones detalladas de la plaga de langostas y la sequía.
El Libro
Problemas críticos
La obra ha sido calificada de profecía literaria (compuesta para ser leída en público), o bien de profecía litúrgica (por su esquema: ayuno, lamento, llamada a la conversión, oración pidiendo el perdón, respuesta de Dios). Con tonos cada vez más incisivos, el texto profético describe primero la plaga de langostas y, a continuación, el día del Señor. Pero las dos descripciones son el punto de partida de un mismo mensaje: la historia de las naciones y del pueblo sigue vinculada al plan de Dios. La misión del profeta será desvelar al pueblo y moverlo a la obediencia al Señor. Ejerciendo su ministerio a partir de la catástrofe natural que se avecina, Joel llamará al pueblo a la conversión: una llamada más insistente cuanto más viva se devuelve la descripción de la plaga. El profeta proclama que la conversión y el juicio arrancan de la búsqueda renovada de la voluntad del Señor. Por eso la respuesta de Dios, perdón y bendición, por un lado, y restauración de Judá, por otro, muestran que él sigue actuando.
El núcleo teológico del libro, pues, podría resumirse en la idea amplia de bendición (prosperidad de la tierra y del pueblo, compasión, refugio, salvación…). La bendición de Dios es signo y fruto de la conversión, entendida como camino que lleva de una situación «maldita» a una situación «bendita», y es a la vez signo y fruto del juicio, entendido como renovación de la alianza ( 2,27).
El libro de Joel ha sido objeto de debate entre los estudiosos en cuanto a su unidad literaria. Hasta 1940, se inclinaban por la dualidad de autores, pero ahora prevalece la teoría de la unidad debido a su mismo tema central, el «día del Señor», que recorre toda la obra, y al estilo fluido y armonioso.
Tiempo de composición
Se suele señalar el período post-exilio, finales del siglo V o principios del IV, como el tiempo de composición del libro. Las razones incluyen la desaparición de la monarquía, el templo y las murallas ya construidos, y el predominio del sacerdocio y el culto.
Estructura del Libro
El libro de Joel comprende dos partes bien diferenciadas:
Primera parte: Plano histórico-descriptivo (Capítulos 1-2)
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- La primera parte del libro se mueve en el plano histórico-descriptivo; describe una plaga de langostas que, unida a una terrible sequía, destruye las cosechas. Comienza con una descripción angustiosa de la plaga de langostas que asola las cosechas. Se añade la sequía. Ambas son descritas en la imagen de un poderoso destructor.
- La única respuesta posible es la penitencia porque ha llegado el “día del Señor”. Joel convoca a una ceremonia penitencial y unas rogativas a las que el Señor responde con la promesa de terminar el azote y devolver la abundancia.
- Sólo la conversión sincera puede alcanzar de Dios el perdón y cese del castigo. El oráculo final es la respuesta de Dios, anunciando el final de la tragedia y retornando las bendiciones.
- Esta sección es una rica enseñanza sobre la intervención y la pedagogía de Dios a lo largo de la historia de su pueblo. Todos los acontecimientos tienen valor de signo. Por encima de las infidelidades y castigos, las bendiciones del Señor siempre permanecen y se cumplen.
Segunda parte: Plano escatológico (Capítulos 3-4)
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- La segunda parte del libro se mueve al plano escatológico e incluye la efusión del espíritu, el juicio sobre las naciones y la restauración paradisíaca.
- La promesa de la efusión del espíritu sobre el pueblo abarca todo el capítulo 3. El capítulo 4 es escatológico: batalla escatológica y restauración de Jerusalén. El punto de partida son las bendiciones materiales, interpretadas ahora como bendiciones espirituales. El «día del Señor» es un contrasigno que indica el nuevo día del Señor.
Profecía sobre la efusión del Espíritu de Dios
Joel 3 contiene un oráculo escatológico en el que aparecen dos elementos clásicos del «día del Señor»:
- Los prodigios cósmicos que lo acompañan.
- La salvación definitiva de los que invocan el nombre del Señor, del «resto» de Israel.
Este libro es notable por su profecía sobre la efusión del Espíritu de Dios (el Espíritu Santo, en la expresión cristiana):
«Y después de esto, yo derramaré mi espíritu sobre toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros jóvenes visiones. Y hasta sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días» (Joel 3:1-2).
Esta profecía concreta el deseo de la participación del espíritu dado en los tiempos de Moisés (Números 11:24-30) y anuncia que en el «día del Señor» el espíritu no solo se repartirá, sino que impregnará como el agua a todo hombre, sin distinción de sexo, edad o condición social.
En Joel, «mi espíritu» indica solo la acción directa de Dios. La efusión del Espíritu Santo en Pentecostés ilumina y lleva a plenitud este oráculo, según el testimonio de Lucas (Hechos 2:17-21).
Contenido doctrinal
La primera parte es una rica enseñanza sobre la intervención y la pedagogía de Dios a lo largo de la historia de su pueblo. Todos los acontecimientos tienen valor de signo. por encima de las infidelidades y castigos, las bendiciones del Señor siempre permanecen y se cumplen.
Joel construye una de las más perfectas liturgias de la conversión con los elementos siguientes: denuncia del pecado, convocación al pueblo, ritos penitenciales, llamada a la conversión de corazón, oración de súplica, respuesta del Señor.
Conclusión
Joel se presenta como un profeta original que no parece haber recibido una vocación particular ni un mensaje claro y concreto de parte de Dios. Más bien, nos encontramos con un personaje que, ante una plaga de langostas, se siente empujado a intervenir. Será Joel, y no un sacerdote, quien convocará a todos a una jornada penitencial. A partir de este gesto, Joel «se convertirá» en profeta: será él quien recibirá y comunicará la respuesta del Señor a la oración penitencial del pueblo.
El mensaje central del libro de Joel es que la historia de las naciones y del pueblo sigue vinculada al plan de Dios. La misión del profeta será desvelar al pueblo y moverlo a la obediencia al Señor. Ejerciendo su ministerio a partir de la catástrofe natural que se avecina, Joel llamará al pueblo a la conversión, proclamando que la conversión y el juicio arrancan de la búsqueda renovada de la voluntad del Señor. La respuesta de Dios, perdón y bendición, y la restauración de Judá muestran que Él sigue actuando. La bendición de Dios es signo y fruto de la conversión y del juicio, entendido como renovación de la alianza.
El Nuevo Testamento aprovechará el libro de Joel para interpretar Pentecostés y el don del Espíritu (Hechos 2:16-21 cita Joel 3:1-5). Es la presencia continuada y renovada del Señor, ahora «definitiva» con el Espíritu derramado sobre todo el mundo, que da acceso a la salvación de Dios, el gran don prometido por Jesucristo.
Judaísmo (17-1). Oseas: El amor fiel y apasionado de Dios a su Pueblo
Twitter: @lluciapou
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