Varios padres y madres de familia me han expresado en los últimos meses su preocupación por la pornografía que puedan ver sus hijos, especialmente adolescentes. Evidentemente, éstos no se lo cuentan a sus padres, pero es bien conocido que una gran parte de los jóvenes la ven y hasta es adicto un porcentaje alto. Cuando los padres tienen verdadera sensibilidad, y más si son buenos cristianos, captan detalles pequeños o no tan pequeños en el comportamiento de sus hijos y detectan que algo pasa. En otras épocas llegar a la pornografía implicaba acceder a determinadas revistas, no era muy fácil, podía ser fiscalizado. Hoy la tienen on line en el móvil, al segundo, a todas horas y cuantas veces quieran.
Aquellos padres acuden a mí no porque sea experto, sino por estar al frente de entidades familiares e insinúan si podemos hacer alguna cosa. Pues sí, vamos a trabajar en ello, incluso poner en marcha una campaña para que la ley pueda actuar, al menos en el caso de los menores. Por vía bien distinta llega un dato positivo. En estos días una diputada socialista, la más joven de su partido en el Congreso, lanzó la idea de debatir el tema a fin de prohibir el porno por ley.
En una reciente conferencia escuché al psiquiatra Enrique Rojas que más del 80 por ciento de los jóvenes del mundo civilizado ven pornografía a diario, y no pocos son adictos. Otra experta manifestaba recientemente que el 93 por ciento de los chicos adolescentes ven pornografía, y también el 68 por ciento de las chicas. Eso sí, nadie dice que ve pornografía.
Copio de un artículo de aquel destacado psiquiatra:
“¿Por qué es mala la pornografía?”
“Porque degrada al ser humano, lo rebaja, lo convierte en alguien que solo ve en la mujer la posibilidad de tener algún tipo de contacto sexual, desdibujándose otras muchas posibilidades en la relación hombre-mujer. La pornografía es una mentira sobre el sexo. Es maestra en ofrecer una imagen de la sexualidad utópica, irreal, delirante, absurda… y que se convierte en una obsesión de distintos grados, según el nivel de consumo que esta persona tenga”. La pornografía a la larga incapacita para tener una relación de pareja sana, positiva, madura.
El psiquiatra explicó que muchos jóvenes que acuden a su consulta o a la de sus colegas confiesan que ven pornografía, pero todos les suplican que nada digan a sus padres.
Enrique Rojas manifiesta que “hoy sabemos por investigaciones recientes que la adicción a la pornografía es más grave que la de la cocaína, pues afecta a circuitos cerebrales concretos, en donde una sustancia llamada dopamina asoma, y, después de un tiempo de ver este tipo de imágenes, uno se ve empujado a buscarlas, es como un imán que arrastra en esta dirección. Millones de adolescentes atrapados en esto desde los 12-14 años sin que sus padres se enteren, lo que cambia su visión de la mujer, de la sexualidad, del amor”.
Puede estar dándose en nuestra propia familia y que estemos en babia, sin darnos cuenta.
Merece la pena darse cuenta de que simples argumentos humanos y psicológicos dejan claro la gravedad de la pornografía, el daño que está haciendo a muchos jóvenes.
Entre personas cristianas conocerlo es especialmente importante y tenemos más medios que otros. Además de lo que digan los psiquiatras sabemos que es pecado y la gravedad de éste, y que existe la confesión para perdonar intentando cambiar. Tenemos claro, y lo vemos experimentado en muchísimas personas y familias, que intentar llevar una vida cristiana íntegra, sabiendo que tenemos muchos fallos, es una verdadera coraza ante tantas aberraciones, entre ellas las de la pornografía y sus consecuencias.
A nivel social, por otro lado, vamos a poner en marcha una campaña. Incluso para incidir en el mundo político. Quienes lo deseen pueden sumarse. Habrá trabajo para todos.