Reino Unido vuelve deja temporalmente de un lado la crisis del Coronavirus para volver a tratar el Brexit. En un comunicado Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido, ha advertido a la UE de que la posibilidad de una ruptura brusca de los lazos económicos, comerciales y jurídicos entre el Reino Unido y Europa a partir del 31 de diciembre comienza a perfilarse como el desenlace definitivo. “Es necesario que concluyamos un acuerdo con nuestros amigos europeos antes del Consejo Europeo del 15 de octubre”, afirma Johnson. “Si no es así, no veo la posibilidad de que haya un acuerdo de libre comercio entre nosotros, y ambos deberemos aceptarlo y pasar a otra cosa”.
Por lo que, con esta nueva fecha límite, obligaría nuevamente a ambas partes a retomar de forma urgente las negociaciones. Es el único modo de que haya tiempo para que los documentos finales se terminen de perfilar, se traduzcan a todas las lenguas oficiales de la UE, y puedan ser aprobados por los parlamentos nacionales, el Parlamento Europeo y el británico antes de fin de año. Pero en esta ocasión, todos los actores reconocen que el Gobierno de Johnson comienza a mostrar sin ambages sus verdaderas cartas, y que ya no disimula su objetivo final del Brexit con las menores ataduras posibles su relación con la UE. “Tendremos entonces un acuerdo comercial con la UE como el que tiene Australia. Y quiero ser absolutamente claro al respecto, como he dicho desde un principio: será un buen resultado para el Reino Unido”
Johnson aludió a los puntos de discrepancia, sin citarlos, como los subsidios estatales o la pesca, y aseguró que el Reino Unido no renunciará «a los fundamentos de lo que significa ser un país independiente» en pos del éxito de las conversaciones. Pese a todo, el primer ministro reiteró en que un fracaso de las negociaciones sería para su país «un buen resultado» y que en ese caso significaría que la UE pasase a ser un socio comercial «como Australia» del Reino Unido, con los protocolos establecidos por la Organización Mundial del Comercio. Estas declaraciones se suman a la información desvelada este domingo por el diario «Financial Times» de que el Gobierno británico planea aprobar nueva legislación que anularía partes del acuerdo de salida de la UE del Reino Unido, especialmente en lo referido a los subsidios estatales y en las aduanas con Irlanda del Norte.
El Brexit se convirtió en una realidad política el pasado 31 de enero, pero arrancó entonces un periodo de transición que dejó en suspenso la ruptura de los lazos económicos, comerciales o jurídicos. A efectos prácticos, nada iba a cambiar hasta el 31 de diciembre de 2020. Londres y Bruselas disponían prácticamente de un año para negociar un buen tratado comercial. Enseguida llegó la pandemia, y las conversaciones quedaron congeladas durante varios meses, aunque el Gobierno de Johnson no hizo el menor esfuerzo por pedir una prórroga y dejó simplemente que el calendario siguiera avanzando. No fue hasta mediados de junio cuando el primer ministro británico sumó su voz a la de los presidentes de las tres instituciones comunitarias (Ursula Von der Leyen, Charles Michel y David Sassoli) y se comprometió a dar un nuevo impulso a las conversaciones. Enseguida se demostró que los avances iban a ser escasos, si no inexistentes.
El Gobierno británico planea aprobar nueva legislación que anularía partes del acuerdo de salida de la UE del Reino Unido, especialmente en lo referido a los subsidios estatales y en las aduanas con Irlanda del Norte Share on X