El tan esperado milagro se ha producido: el candidato a las primarias del Partido Demócrata de los Estados Unidos Joe Biden ha obtenido una sonada victoria en el «Super Martes».
En este día en que los electores demócratas estaban llamados a elegir a la persona que representaría a su partido ante el republicano Donald Trump en 14 estados diferentes, Joe Biden ha obtenido 372 delegados según un recuento provisional. El hasta ahora favorito, Bernie Sanders, se ha quedado con 302.
En los Estados Unidos y en Europa, los medios se exclaman por la «resurrección» del veterano político y vicepresidente de Barack Obama. Muchos, tanto o incluso más repugnats por el socialista autoproclamado Sanders que por el ogro conservador Trump, respiran un poco más tranquilos.
En efecto, la sabiduría convencional nos dice que Sanders, con su extremismo económico, serviría en bandeja de plata la reelección de Trump en las elecciones presidenciales del próximo noviembre.
Partiendo de esta hipótesis, durante los días previos al Super Martes la cúpula del Partido Demócrata, que no esconde su apoyo al centrista Biden, llevó a cabo una serie de acciones para facilitarle la remontada. Dos altos candidatos, Pete Buttigieg y Amy Klobuchar, abandonaron oportunamente el terreno al retirar su candidatura. Hecho particularmente sorprendente en el caso de Buttigieg, que durante un corto periodo se había convertido en la gran alternativa moderada a Sanders.
El otro candidato de peso, Mike Bloomberg, anunció también la retirada después de sufrir una derrota el Super Martes. De los tres demócratas centristas y compatibles, Buttigieg, Bloomberg y Biden, sólo queda el último.
Este bloque demócrata de centro dispone de una potencia de fuego enorme para derrotar a Sanders. No sólo cuenta con el beneplácito del aparato del partido y de numerosos medios, sino que encarna la línea tradicional de los demócratas, en principio la más capaz de concentrar los apoyos. El argumento de derrotar a Trump desde el centro es perfectamente racional.
Pero hay una variable que Biden y la organización demócrata no controlan. Se trata de la misma razón que hizo de Trump el candidato republicano en 2016: un candidato independiente que responde a preocupaciones concretas que la política no aborda.
Del mismo modo que Trump consiguió movilizar el voto obrero blanco, Sanders está consiguiendo movilizar el voto de los jóvenes, endeudados y soñadores, y de determinadas minorías, como la hispana, que no están acostumbradas al magro sistema social anglosajón.
De momento, el milagro autoproclamado del Super Martes ha situado a Biden como favorito de las primarias. Sin embargo, todo apunta a que se entrará en un duelo colosal entre el alma socialista y el alma centrista del Partido Demócrata.
Una batalla que Trump y los republicanos esperan que desgaste aún más a los demócratas y que puede situar al candidato a la reelección en una posición extraordinariamente confortable… independientemente de quién gane.
Si Biden es candidato, Trump se centrará en captar el voto trabajador de Sanders proponiendo medidas sociales. Seguro que una fracción del electorado demócrata responderá a su llamada. Si en cambio es Sanders quien gana, Trump aparecerá como el defensor de la economía y del sueño norteamericano.
El argumento de derrotar a Trump desde el centro es perfectamente racional. Share on X
1 Comentario. Dejar nuevo
No acabo de entender este artículo. Biden fue vicepresidente de Obama y corresponsable de sus políticas abortistas. Trump es un firme defensor de la vida desde su concepción. Mi deseo es que el candidato demócrata sea Sanders, y que Trump no deba hacer ni tan sólo un miting para ganar.