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Jesús y los viajes en el tiempo

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Hoy lo tenemos muy fácil para viajar sin salir de casa. Todos sabemos qué es oír y escuchar si queremos a decenas o cientos de millones de personas vía telemática… y el límite lo ponemos nosotros mismos o es el tiempo mismo el que nos recorta el vuelo, pues no dan las horas del día para viajar demasiado. Además, la pandemia nos ha… nos está haciendo recapacitar un poco y advertir que no somos Supermán ni Supermás, sino una simple mota de polvo en el firmamento.

Entonces, ¿dónde está el límite? Pongamos por ejemplo a Supermán. Es –todos lo sabemos- una caricatura de la sociedad en que vivimos. Nos hace soñar todavía más sobre el límite de las posibilidades de la naturaleza humana y cómo poner remedio en la imaginación (de momento) a los males que nos acechan. Y ¿qué hay de Supermás? Que si soy el mejor, que si te haré hacer lo que me dé la gana pasando por el tubo de mis deseos placenteros más genuinos y más oscuros… cuando no somos más que ¡un simple soplo de vida que pretendemos hacer pasar por el número del Gordo, y en realidad no somos más que el hálito de Megatorpe!

Ahora que hablamos de Navidad. ¡Qué Gordo nos ha tocado con la sexta ola de la Reconchiultramegapandemia! ¿Será que no nos portamos bien? Vamos ya (eso sí, en el Primer Mundo) casi todos vacunados, y las olas se van sucediendo como por capricho. ¡Y nos creíamos invencibles: Supermán y Supermás, ya te digo! Pero el reloj de la torre marca la hora de la medianoche, cuando el Niño nace mientras los demás lo ignoran. En un pueblo olvidado, enfrascados en una cuadra maloliente, entre bueyes y mulas y estiércol y penumbra, José enciende el candil y la Virgen canta mañanitas al Niño Jesús que nace como Luz de las naciones. ¿Luz? ¡La luz es la que yo propago de la mano del poder de los Herodes de turno que me pasan las facturas de extranjis para que les lave la cara y nadie pueda decir que le deben nada a nadie!

¿Y hablábamos de viajes? Piensa que vas flipado, y comprenderás que el viaje (tu viaje “tan brutal”) es el que te hace sentir la alucinación colectiva a la que nos está abocando la mentira globalizada. Esa alucinación que te distrae con candilejas al atardecer de una hora que ya va sonando a remota, pues ¿acaso no llevamos ya demasiado tiempo hablando de viajes en el tiempo con todo lo que representan y comportan de ciencia ficción y superdesmadre, mientras que negamos o despotricamos o como mínimo ignoramos al Rey de reyes y Señor de las naciones que pasa frío en un pesebre? ¿No sabes que Él es la imagen divina de la realidad humana de la pobreza de tantos y tantos seres humanos como tú y como yo que están pasando frío? Llámale frío, llámale droga, llámale ignorancia, llámale superstición, llámale desamparo… y guerra y guerra y guerra…

¡Despierta, amigo! No me hables de si haces viajes astrales o de aquellos que hablábamos de los que son auténticamente en tiempo real, porque Jesús, el Hijo de Dios, es aquel en quien deberías creer y a quien deberías confesar, y aún le vomitas en el cogote. Él es Aquel de quien estaba profetizado que había de venir, y vino. Él es el Eterno, que significa que vive fuera del tiempo, y por lo tanto el Eterno Viajero que nos viene por orden del Padre Creador del mundo. Y si  es Creador, será para llevar al mundo a su destino. Y si es Padre, será para cuidarlo.

¡Venga, macho, no me cuentes tus fanfarronadas! ¿A qué vienen tus mamarrachadas de si Elon Musk, Obama y gentecilla como ellos son “el que había que venir”? Déjales que difundan ciencia ficción y céntrate en lo importante, que es salvar todos juntos (“todos”, y “juntos”) el pellejo en esta hora oscura que nos aturde a todos. Y para salvarlo deberemos ir –como es sencillamente evidente- al Hijo del Creador, que ha nacido por ti, por él y por mí -por todos nosotros (“todos” y “nosotros”)-, para ir con Él en su viaje genuinamente apoteósico (este sí) hasta el Fin del Mundo: allí donde empieza el Cielo, y donde solo entran los buenos de la película, los auténticos superpoderosos: los humildes de corazón. Los santos. –Esto ya cuesta más, ¿eh?

En un pueblo olvidado, enfrascados en una cuadra maloliente, entre bueyes y mulas y estiércol y penumbra, José enciende el candil y la Virgen canta mañanitas al Niño Jesús que nace como Luz de las naciones Share on X

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