El doctor Adrian Treloar escribe en la FIAMC (Federación Internacional de Médicos Católicos) una historia poco conocida sobre Jérôme Lejeune, extraordinario médico y hombre notable, fundador de la genética moderna que descubrió la causa cromosómica del síndrome de Down y que también investigó mucho y trajo grandes beneficios y mejoras en el cuidado de las personas con Down.
Lejeune era un católico devoto y fiel, cuya clínica homónima en Londres fue el resultado de sus propias contribuciones y que fue establecida por miembros de la Asociación Médica Católica.
El posicionamiento de Lejeune sobre estas personas es clara, y se puede leer en su conferencia el la Fundación Anna en 1992, en la que afirmó: “Es un gran placer para mí hablar con personas que aman a los niños de Down. No existe tal cosa como una persona Down, pero hay personas que están afectadas por una enfermedad muy especial, que se debe a un exceso de algo bueno. El cromosoma en la Trisomía 21 está por triplicado en lugar de duplicado» (Lejeune J, (1996) Down’s syndrome: Current research. Catholic Medical Quarterly Volume 46(1),21-26).
En otro libro escrito por Jean-Marie de la Méné aparece una historia singular que destaca el doctor Treloar sobre un día en que le preguntaron al profesor Lejeune cuál sería el futuro de un niño con síndrome de Down.
Jérôme Lejeune respondió a esta pregunta con una historia: «Uno de mis amigos, el profesor Varkani, que enseñaba embriología en Cincinnati, me relató los siguientes hechos: “Una noche, la del 20 de abril de 1889, mi padre, que era médico en Branau en Austria, fue llamado a dos partos. En uno de ellos había nacido un niño hermoso que lloraba con fuerza; en el otro, había una pobre niña que era trisómica».
La historia prosigue: «Mi padre siguió el destino de estos dos niños. El muchacho tuvo una carrera extraordinariamente brillante; la niña tenía un destino bastante sombrío. Sin embargo, cuando su madre enfermó de hemiplejía, esta niña, cuya cuota de inteligencia era muy mediocre, mantuvo la casa con la ayuda de los vecinos y le dio cuatro años de vida a su madre postrada en cama”.
Jérôme Lejeune agregó: “El viejo médico austriaco no podía recordar el nombre de la niña. Pero nunca olvidó el nombre del niño… se llamaba Adolf Hitler”.
(Extracto del libro: Le Professeur Lejeune, Fondateur de la Génétique Moderne. Jean-Marie de la Méné. Published MamE, 1997, page 45).