«Nuestros cuerpos son nuestros, nosotras decidimos», ha afirmado la ministra de Igualdad, Irene Montero, tras reivindicar el supuesto derecho a abortar. La titular de la cartera ha anunciado la derogación de la Ley del Aborto de 2015. El objetivo: que las menores también puedan abortar sin restricciones.
El anuncio ha sido este miércoles en el Congreso de los Diputados la inminente derogación de la Ley a fin de garantizar el derecho de «todas las mujeres a decidir libremente» sobre su cuerpo y su maternidad, así como asegurar el acceso de las mismas a las técnicas anticonceptivas y a la supuesta educación sexual efectiva.
«Nuestros cuerpos son nuestros, nosotras decidimos», ha afirmado la ministra. «Reivindicamos», ha dicho, «el derecho a la interrupción del embarazo en condiciones de seguridad». «Reivindicamos, como tantas voces verdes y moradas en todos los rincones del mundo, el derecho de todas las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y reivindicamos una maternidad libremente decidida y sobre todo una vida sexual plena y libre», ha afirmado.
El objetivo principal de este cambio, es el de suprimir la obligatoriedad para las menores de 16 y 17 años de edad de contar con el consentimiento paterno si desean interrumpir la gestación.
El anuncio de la ministra de Igualdad ha pillado desprevenidos a los portavoces de los grupos parlamentarios, que apenas han hecho referencia, en el curso del debate, a los propósitos del Gobierno.
No obstante, la representante de ERC ha dado de antemano «todo su apoyo» a la modificación, en tanto que la portavoz de Vox ha criticado que se aproveche un momento doloroso como el actual, de pandemia, para abrir un debate de este tipo, en su opinión, impregnado de ideología. También el PNV ha expresado sus dudas acerca de la oportunidad del anuncio máxime cuando se habla de cambiar una ley que, en opinión del nacionalismo vasco, costó mucho consensuar.
La ley que ahora pretende revisar el Ejecutivo establece la posibilidad de abortar libremente durante las primeras 14 semanas de embarazo. Posteriormente, hasta la semana 22 de gestación, si se da alguno de los dos supuestos siguientes: que exista grave riesgo para la vida o la salud de la embarazada, o que exista riesgo de graves anomalías en el feto.
2 Comentarios. Dejar nuevo
Muy pobre fundamento: «Nuestros cuerpos, nuestra decisión». Ese argumento no tiene relación con el aborto, cuyo objetivo no es el cuerpo de las gestantes, sino otro muy diferente: el del no nacido. Equivale a «mi cuerpo, mi decisión, por lo tanto mataré a Pepe, un vecino que me fastidia».
Aunque la Sra. Montero lo haya olvidado, o no lo sepa, su cuerpo vivió y creció alojado en el cuerpo de su madre hasta que estuvo preparado para vivir fuera. Durante el embarazo de su madre la Sra. Montero tuvo un cuerpo distinto al de su madre, y ello desde el primer momento, el que la ciencia llama etapa de zigoto. Era el mismo cuerpo que la identifica ahora, sólo que en un estado anterior de desarrollo, igual que más tarde tuvo un cuerpo de bebé, luego de niña, más tarde de adolescente, ahora de joven, pronto el de mujer madura, y al final el de anciana.
Si su madre hubiese «interrumpido el embarazo» cuando el cuerpo de la Sra. Montero vivía y crecía en su vientre, ahora la Sra. Montero no estaría ahí promoviendo la barbaridad que supone eliminar a otro ser humano con la burda coartada de que «Nuestros cuerpos son nuestros, nosotras decidimos.» ¿Pero qué es lo que decidimos, Sra. Montero? No decidimos eliminar nuestro propio cuerpo, que eso sería un suicidio, sino el cuerpo de otro ser humano, lo cual es un homicidio, y en este caso concreto un filicidio.
La cuestión no está en si las menores de 16 años tienen que pedir permiso para abortar o no, sino en el hecho mismo de que aborten, no solo a esa edad sino a cualquier edad. Pero esta cuestión tan grave, la Sra. Montero ni se la plantea, porque se ha olvidado de que ella también tuvo un cuerpo semejante a esos cuerpos que se aniquilan con cada interrupción voluntaria del embarazo.
La Sra. Montero da pena. Pobrecilla. Haber sido un cigoto que creció y se desarrolló hasta llegar a ser una ministra, pero con la terrible deficiencia de no saber respetar en los demás el derecho que a ella se le respetó desde el momento de su concepción: el derecho a vivir.