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¿Por qué te ocultan la verdad del “Informe Kinsey”? (IV)

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En su momento, los informes de Alfred Kinsey, fueron considerados revolucionarios, ya que se vendieron como un estudio objetivo de la sexualidad humana.

No obstante, como se ha demostrado en publicaciones anteriores, con el tiempo, múltiples expertos y estudiosos han cuestionado la validez científica y la integridad moral de los métodos empleados, calificando los informes como un «fraude científico». Este término se utiliza debido a las numerosas irregularidades tanto en la recolección de datos como en el tratamiento de los mismos, además de los serios problemas éticos que los rodean.

Este sesgo intencional ha llevado a muchos críticos a señalar que Kinsey y su equipo no estaban interesados en obtener una imagen objetiva de la sexualidad, sino que buscaban justificar ciertas agendas ideológicas, como la normalización de la homosexualidad, el sexo fuera del matrimonio y otras formas de conducta sexual desordenadas.

El resultado fue una investigación plagada de falta de rigor científico y que contribuyó a la erosión de los valores éticos y morales, sin una base sólida de datos que lo respaldara.

Consecuencias sociales del fraude Kinsey

El impacto de los informes Kinsey no solo ha sido académico, sino también legislativo y cultural.

Los estudios han sido utilizados como base para justificar cambios en las leyes de moralidad pública y para legitimar movimientos sociales que abogan por la liberación sexual.

Los defensores de estos cambios argumentan que los informes de Kinsey ayudaron a sacar a la luz la «hipocresía» de la sociedad con respecto a la sexualidad, promoviendo una visión más abierta y tolerante de las diversas expresiones sexuales.

Sin embargo, los estudios de Kinsey normalizaron comportamientos peligrosos pues van en contra de la antropología y la razón de ser del hombre, desafiando una moral natural que protegía la estabilidad familiar y la salud emocional de los individuos.

Arma ideológica de la Fundación Rockefeller

A lo largo de las décadas, se ha visto cómo estos estudios sirvieron para erosionar los pilares fundamentales de muchas sociedades occidentales. Por ejemplo, la idea de que la infidelidad es más común y, por lo tanto, más «normal» de lo que se pensaba, ha sido defendida en base a los datos presentados por Kinsey, lo que ha facilitado la normalización de una falsedad que ataca directamente al matrimonio.

Los informe de Kinsey fueron utilizados como una especie de «arma ideológica» para debilitar los valores de la estructura familiar.

La publicación y difusión de los informes Kinsey no habrían sido posibles sin el apoyo financiero de la Fundación Rockefeller, una de las entidades filantrópicas más poderosas de Estados Unidos.

Esta fundación otorgó importantes subvenciones a Kinsey y su equipo, permitiéndoles llevar a cabo su investigación sobre la sexualidad humana. La Fundación Rockefeller veía los estudios de Kinsey como una oportunidad para desafiar la moral natural de la sociedad y promover una visión distorsionada de la sexualidad.

Sin embargo, la implicación de la Fundación Rockefeller no fue meramente económica.

La Fundación Rockefeller estaba interesada en la investigación de Kinsey no solo como un avance científico, sino como un vehículo para impulsar cambios sociales.

En este sentido, el apoyo financiero también puede interpretarse como una forma de promover una agenda ideológica que buscaba debilitar los valores fundamentales sobre la sexualidad, la familia y el matrimonio. Kinsey, con el respaldo de Rockefeller, se convirtió en una figura clave para la revolución sexual, sentando las bases para los movimientos sociales que abogarían por un libertinaje sexual en las décadas posteriores.

¿Educación o adoctrinamiento?

Uno de los aspectos más preocupantes del legado de Kinsey ha sido el impacto que sus estudios han tenido en la educación sexual actual, particularmente en la educación de los niños.

Las ideas y teorías de Kinsey sobre la sexualidad humana fueron adoptadas por diversos movimientos ideológicos y, eventualmente, incorporadas en los currículos educativos de muchas escuelas alrededor del mundo. Esto ha dado lugar a un adoctrinamiento, diseñado para cambiar profundamente los valores éticos y morales de los niños desde una edad temprana.

La educación sexual actual bajo las influencias de Kinsey pone énfasis en la aceptación y normalización de todo tipo de orientaciones sexuales y en la promoción de la experimentación sexual en busca de placer desde tempranas edades.

La influencia de los informes Kinsey sigue viva hoy en día, promovida por organizaciones de derechos humanos, grupos de defensa de la diversidad sexual y organismos internacionales como las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud.

Estos actores han jugado un papel clave en la adopción de políticas de educación sexual integral, que se basan en muchos de los principios establecidos por Kinsey. 

El impacto de los informes de Kinsey en la sociedad moderna es innegable. Pero es crucial preguntarnos si la supuesta liberación sexual impulsada por los informes Kinsey ha sido realmente beneficiosa para la sociedad, o si ha causado más daño, contribuyendo a la disolución de la integridad del hombre como alma y cuerpo y a la desintegración de las relaciones humanas.

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