Es evidente que las grandes migraciones que fluyen hacia Europa, constituidas por refugiados y emigrantes económicos, y que explotaron con los grandes flujos del año 2015, han tenido un fuerte impacto en la emergencia de la extrema derecha, que tiene en el rechazo a esta población uno de sus principales caballos de batalla y un medio para penetrar en los barrios populares, que antaño habían sido feudo de la socialdemocracia. Y esto es así porque las dificultades para integrar y armonizar costumbres con los recién llegados se producen en aquellos territorios. Si aquellos son pocos, el problema no alcanza la categoría política; si son muchos, el conflicto deviene fácil. Es lo que ha venido sucediendo.
Los países donde la extrema derecha ha logrado más fuerza y se ha convertido en una fuerza de gobierno, son precisamente los más cohesionados en torno a altas cotas de bienestar: Suiza, Austria y Dinamarca, como los primeros, seguidos del resto de los países nórdicos, y Hungría, donde superan el 15% de los votos.
Una de las causas más persistentes de la emigración es la pobreza y se concentra en África. También los conflictos bélicos, como en Oriente Medio y Afganistán, que también se dan en el continente africano, en una combinación terrible con la pobreza extrema.
El Objetivo primero del Programa de Desarrollo Sostenible de la ONU, SDG1, señala precisamente la reducción de la pobreza extrema como el principal objetivo a batir para el año 2030, como muestra el Reloj de la Pobreza
La mayor parte del problema se concentra en África y sobre todo en determinados países, aquellos que más contribuyen al recuento global. De hecho, todo el continente, con la excepción de Argelia, Marruecos, Egipto, Gabón, Angola, presentan niveles de pobreza extrema, en algunos casos con cifras abrumadoras. Nigeria ocupa el primer lugar mundial con 91 millones de personas. Pero considerando su propia población y el peso que aquel tipo de pobreza profunda poseen, el país clave es el Congo con 59 millones de pobres en situación extrema. No son los únicos, Chad, Sudán del Sud, Mali, Madagascar se encuentran entre los que sufren, en términos proporcionales, más esta lacra, mientras que entre los que aportan más al recuento global se encuentran Etiopía con 27 millones, Madagascar con 20, Tanzania con 17 millones, Mozambique con 16 millones y Sudáfrica con 13.
Fuera de África, sin duda el subcontinente indio ocupa el lugar más destacado, porque, aunque ha progresado, reúne a 48 millones de personas afectadas por la pobreza extrema, e Indonesia con 17 millones.
En el continente americano, se encuentra la gran tragedia de Venezuela, que ha pasado de ser uno de los países con mayor renta de aquel continente, a tener 6 millones de conciudadanos en aquel pozo negro de la miseria.
Pero a efectos de Europa y sus migraciones la clave está en la estabilidad y desarrollo de los dos grandes africanos, Nigeria y el Congo, que de conseguirse, irradiarían un efecto beneficioso sobre su entorno. La que parece previsible entrada en vigor del mercado único africano, significaría un aliciente más.
Europa necesita una estrategia africana para el desarrollo y la eficiencia institucional, que tendría en Nigeria y Congo, sus dos grandes y difíciles objetivos, y en Etiopía, una vía más rápida para mostrar y validar los esfuerzos de cooperación.
El desarrollo y la estabilidad africana deberían ser por sus repercusiones para Europa un objetivo del mismo nivel que los de carácter interno.