Hay hortalizas que, prácticamente, podemos encontrar todo el año en el mercado, mientras que otras tienen un calendario mucho más reducido. Las verduras y frutas de temporada son aquellas que se comercializan en su mejor momento de maduración y son las que suelen aportar lo que más necesita el organismo. Por ejemplo, durante el otoño e invierno encontramos todo tipo de cítricos -naranjas y limones- ya que el organismo necesita mucha vitamina C para prevenir los resfriados; mientras que en primavera y verano necesitamos frutas y verduras vitamínicas y remineralizantes, de temporada, que conservan intactas sus propiedades nutricionales y que, sobre todo, disfrutan de mejor textura y son especialmente agraciadas con un perfume y sabor más intensos.
En los conventos, en tiempo otoñal e invernal, suelen presentar al refectorio la manzana amarilla -especialmente la variedad «golden», que se cosecha durante el mes de octubre-, y que es una fruta redondeada y de piel muy lisa, y con la pulpa tierna y dulce, con un sabor delicado y nada ácido, que se conserva muy bien a temperatura ambiental, más bien fría … y, al mismo tiempo, es una manzana ideal para cocerla al fuego, muy sana para el organismo y especialmente apto para estómagos delicados. Os recomiendo, pues, las variedades de la manzana amarillenta, ya que son especialmente saludables para nuestro organismo.