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El hombre con el coeficiente intelectual más alto del mundo proclama su fe en Jesucristo

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El testimonio de YoungHoon Kim, reconocido oficialmente como el hombre con el coeficiente intelectual más alto del mundo, se alza como una afirmación poderosa de que la fe y la ciencia no están en contradicción, sino que pueden caminar de la mano hacia la Verdad.

Kim, un ciudadano surcoreano que en abril de 2024 fue reconocido por la Giga Society por tener un coeficiente intelectual de 276, el más alto registrado hasta la fecha, ha declarado públicamente su fe en Jesucristo.

En una publicación realizada el 17 de junio en su cuenta de X (anteriormente Twitter), escribió:

Como poseedor del récord de coeficiente intelectual más alto del mundo, creo que Jesucristo es Dios, el camino, la verdad y la vida”.

Sus palabras han alcanzando más de 14 millones de visualizaciones en pocos días.

Se trata de un acto valiente y más en un ambiente donde muchos científicos y académicos optan por callar o relativizar su fe.

Física cuántica

Lo sorprendente no es solo la afirmación de Kim, sino el modo en que la fundamenta: recurriendo a la física cuántica, una de las ramas más complejas y misteriosas de la ciencia moderna.

Según Kim, los descubrimientos en este campo abren puertas a la comprensión de realidades más profundas, incluyendo la posibilidad de que la conciencia humana no se extinga con la muerte.

En un video que acompaña su publicación, Kim explica:

Nuestra consciencia no es solo actividad cerebral, sino algo más profundo. La ciencia dice que cuando el cerebro se detiene, nuestra consciencia desaparece. Bueno, la física cuántica dice que la información nunca desaparece. Nunca. Solo cambia de forma”.

Esta idea, la de que la conciencia puede continuar existiendo más allá de la muerte física, encuentra apoyos en testimonios de personas que han vivido experiencias cercanas a la muerte. Estas personas frecuentemente relatan episodios de paz, amor, y visión desde fuera de sus propios cuerpos.

Para Kim, estos testimonios son coherentes con una realidad mayor en la que la muerte no significa el fin, sino una transición.

El entrelazamiento cuántico sugiere que nuestra consciencia forma parte de un sistema mayor, más allá del mundo físico. Algunos científicos y filósofos creen que nuestro mundo podría ser una simulación creada por un ser de dimensiones superiores, lo cual creo”.

Aunque el lenguaje puede parecer propio de la ciencia ficción, lo que subyace es una intuición profundamente cristiana: que no somos meras máquinas biológicas, sino criaturas espirituales con un destino eterno.

Kim compara este tránsito post mortem con la experiencia de un personaje de videojuego: puede desaparecer del juego, pero el jugador sigue existiendo. Así también, nuestra conciencia podría trascender esta vida y continuar en otra dimensión.

La muerte no es el final, sino un cambio a otra realidad. La ciencia está avanzando y estamos aprendiendo más sobre la consciencia y la realidad. Nuestra muerte no es destrucción, sino cambio y transformación”.

Para el lector católico, estas palabras pueden recordarnos lo que la fe siempre ha proclamado: que la vida no termina con la muerte.

Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: “La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrestre según el designio divino y para decidir su destino último” (CIC 1013).

Que alguien como Kim —con un intelecto extraordinario y una profunda familiaridad con las ciencias— llegue a esta conclusión y proclame sin ambigüedades que “Jesucristo es Dios, el camino, la verdad y la vida” (cf. Jn 14,6) es un gran testimonio. Y también es un punto de atención para aquellos que aún buscan razones para creer: la fe no es contraria a la razón, sino su culminación.

El testimonio de Kim nos recuerda que la verdad no depende de la cantidad de conocimiento acumulado, sino de la apertura del corazón a Aquel que es la Verdad misma. En su caso, un prodigio de la inteligencia ha reconocido la suprema sabiduría en la Persona de Cristo. Que su ejemplo nos inspire a todos a buscar con sinceridad, a vivir con fe y a proclamar con valentía que Jesús es Señor.

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